Son los partidos...
El l¨ªder m¨¢ximo desde Bruselas quiere una sola cosa: un traje a medida, al coste que sea para las instituciones catalanas
Los ciudadanos a menudo se quejan de los partidos, a los que culpan de muchos males, de ser la causa de los principales defectos de nuestros sistemas democr¨¢ticos, pero finalmente, a la hora de votar, esos mismos ciudadanos acuden por millones a las urnas. En mucha mayor cantidad, sin duda ninguna, que la gente que acude a diversos tipos de movilizaciones, manifestaciones y concentraciones. As¨ª se verific¨® con los movimientos de Indignados, 15-M, y otras variantes. Ello no hace menos importante las movilizaciones, pero en ¨²ltima instancia vivimos en reg¨ªmenes de democracia representativa, dentro de los cuales los mecanismos de democracia directa son subsidiarios. Y sentada esta premisa, hay que reconocer que los partidos pol¨ªticos son la pieza fundamental de la participaci¨®n pol¨ªtica.
Entre las cr¨ªticas m¨¢s frecuentes a los partidos, suele decirse que se han apoderado de las instituciones, tienden a controlar todo (desde la vida parlamentaria a los modos de designaci¨®n de medios de comunicaci¨®n p¨²blicos, ¨®rganos de control de constitucionalidad). Y sin embargo, hay que reconocer que no se ha inventado ning¨²n m¨¦todo radicalmente alternativo.
Cuando no hay partidos, o hay s¨®lo uno pero es obligatorio, podemos ahorrarnos cualquier comparaci¨®n. Y cuando aparece un supuesto l¨ªder excepcional, en situaciones supuestamente excepcionales, que pretende adaptar el funcionamiento de las instituciones, y no s¨®lo gobierno y parlamento, a su ¡°destino manifiesto¡±, entonces saltan todas las alarmas. Estamos precisamente en este caso. Las elecciones del 21-D, relatos de ¡°marco mental¡± aparte (la se?ora Artadi dixit) fueron auton¨®micas, dentro del marco estatutario y de la Constituci¨®n vigente. Fueron parlamentarias, y hasta siete candidaturas sacaron representaci¨®n parlamentaria. Sin mayor¨ªa absoluta de una de ellas, la l¨®gica parlamentaria se traslada a negociaciones, posibles coaliciones, y un proceso de investidura. Caben diversas posibilidades, por definici¨®n. Y ello lleva de vuelta a las negociaciones, que en r¨¦gimen parlamentario son ¡ªde nuevo, por definici¨®n¡ª cosa de los partidos pol¨ªticos. Y aqu¨ª la cosa descarrila cada vez m¨¢s.
En el campo independentista se ha impuesto un discurso seg¨²n el cual s¨®lo hay un candidato posible, como si se hablase una ley de la naturaleza, cosa que es falsa. Hay tantos como quieran los partidos representados. Resulta que ese l¨ªder manifiesto tiene una situaci¨®n objetivamente complicada, guste o no, pero da igual, el ya citado ¡°marco mental¡± no dejar¨ªa ninguna otra alternativa. Para ello si es preciso cabe retorcer leyes e instituciones, el Reglamento, la Ley de la presidencia de la Generalidad y del Gobierno, con reformas ¡°expr¨¦s¡±, y un largo etc¨¦tera. Se ha impuesto una l¨®gica absurda que, parad¨®jicamente, afirma que con una enorme astucia ¡°jur¨ªdica¡± se resolver¨¢ todo. ?No hab¨ªamos escuchado que el problema no es jur¨ªdico sino pol¨ªtico? ?A qu¨¦ viene entonces este forcejeo con instituciones y normas que se merecen un respeto? Y todo esto, porque el l¨ªder m¨¢ximo desde Bruselas quiere una sola cosa: un traje a medida, al coste que sea (para las instituciones catalanas). Quiere seguir siendo President. Esta estrategia suicida ?ayudar¨¢ a levantar el 155? Nadie lo cree seriamente. ?Ayudar¨¢ a que los presos salgan de la c¨¢rcel? Por desgracia, el efecto es el contrario por el momento.
El problema de fondo es el siguiente: los partidos han de actuar como tales, asumir que son los responsables y gestores de las instituciones de la Generalitat, y no est¨¢n al servicio del se?or. Puigdemont, sino de una cosa que por fortuna ya tienen, una clara mayor¨ªa absoluta. Sobre todo si piensan seguir dando un valor a?adido a la CUP, que s¨®lo tiene cuatro diputados. Han de decidir qu¨¦ piensan hacer desde una estrategia clara, a la cual adaptar sus siguientes pasos t¨¢cticos. No al rev¨¦s. No se les escapa que estamos hablando de partidos pol¨ªticos que son tales, ERC y PDeCAT (aunque ¨¦ste tenga problemas para consolidar una marca renovada, no s¨®lo una marca electoral). Lo otro, Junts Per Catalunya, no es un partido, es una lista de circunstancias a la medida del l¨ªder m¨¢ximo, sin pasado, con poco presente y un m¨¢s que incierto futuro. En ¨²ltima instancia, en alg¨²n punto los partidos, y en particular los dos aqu¨ª citados, han de dar el alto, sentarse a negociar (ellos dos), y pactar un escenario que ofrezca un recorrido de salida no coyuntural, no para la semana o el mes que viene. Para una nueva etapa que empez¨® con el 155 y para salir de una escena que a d¨ªa hoy se parece al Waterloo de Napole¨®n. Es un problema de ambici¨®n unipersonal ilimitada.
Pere Vilanova es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad de Barcelona.
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