El t¨ªmido que mat¨® a Franco
La ucron¨ªa que dio a Joan-Llu¨ªs Lluis el premio Sant Jordi de novela llega a las librer¨ªas
Asegura Joan-Llu¨ªs Llu¨ªs (Perpiny¨¤, 1963) que no ha hecho una novela en clave de actualidad, pero es dif¨ªcil sustraerse a la sensaci¨®n de que hay unos cuantos jirones de la vida sociopol¨ªtica de hoy en la ucron¨ªa Jo soc aquell que va matar Franco (Proa), con la que el pasado diciembre obtuvo el premio Sant Jordi y sus 60.000 euros y que ahora llega a librer¨ªas. Ya casi es lo de menos (un decir) que Franco declare la guerra el 11 de junio de 1940 contra los aliados o que Agust¨ª Vilamat se convierta en maquis y su ejecutor e 14 de septiembre de 1944: lo es quiz¨¢ el nombre del comando (el Exercit Lliure de Catalunya) o el papel de Francia e Inglaterra o el de la propia Rep¨²blica ante la situaci¨®n de Catalu?a en la Guerra Civil y su posible salida como pa¨ªs independiente, o la conformaci¨®n de un supuesto estado federal en Espa?a en los a?os 40 donde la Constituci¨®n es ¡°una fortaleza medieval disfrazada de palacio de las flores¡±, dice el protagonista.
La misma evoluci¨®n del personaje (un ni?o servil, t¨ªmido y hasta con injustificado sentimiento de culpa por haber perdido el ojo derecho de chico que acabar¨¢ ejecutando con decisi¨®n a Franco) podr¨ªa funcionar como met¨¢fora. ¡°Me propuse construir un tipo incapaz de toda acci¨®n violenta, ubicado en un mundo irreal, que no toca de pies al suelo, ensimismado con la lengua, si bien se metamorfoseara en alguien que se ve a s¨ª mismo como v¨ªctima y al final se revela; es un poco existencialista, sartreano: alguien capaz de crear su propia libertad¡ Si existe un paralelismo con Catalu?a es inconsciente; en todo caso, creo en el lector como cocreador de toda obra literaria¡±.
Vilamat no deja de tener similitudes con buena parte de los protagonistas de las obras de Llu¨ªs, como el de Aiguafang. ¡°En todos ellos estoy, pero nunca digo d¨®nde; mis personajes reflejan siempre alg¨²n tipo de marginalidad social o intelectual y tienden a buscar o provocar la redenci¨®n y casi nunca salen airosos de eso; aqu¨ª, por una vez, uno lo consigue¡±. Autor de elogiadas y premiadas obras como la propia Aiguafang, El d¨ªa de l¡¯¨®s o Les cr¨°niques del d¨¦u coix, mayormente de tramas y estructuras que huyen de planteamientos simples, Jo soc aquell¡ ofrece en cambio muchas veces tintes folletinescos que van desde la educaci¨®n sentimental del protagonista (Folch i Torres, Verdaguer, Maragall, todo el diccionario de Pompeu Fabra desde la A, grabarse el lema de los almog¨¢vares ¡°Som i serem¡± en su bicicleta) a la presencia de todos los presidentes de la Generalitat, pasando, en lo formal, por indicaciones del autor al lector de lo que se va a encontrar. ¡°Escribo siempre muy aislado de todo y construyo cada novela seg¨²n sus necesidades de voz y estilo que creo le corresponden; personajes hist¨®ricos es la primera vez en mi obra que uso y s¨ª es cierto que he utilizado recursos muy diferentes a mis libros anteriores, m¨¢s f¨¢ciles de aceptar para el lector, m¨¢s cl¨¢sicos, quiz¨¢ para facilitar la lectura una vez ha asimilado ya la ucron¨ªa¡±, reflexiona.
Originario del Rosell¨®n franc¨¦s, Llu¨ªs es sensible al tema de las lenguas. Una frase del libro, donde se asegura que una barrera pol¨ªtica puede hacer desaparecer una lengua, lo refleja: ¡°Tras el tratado de los Pirineos de 1659 que parti¨® Catalu?a entre Francia y Espa?a, no hubo grandes cambios en los ling¨¹¨ªstico, llegaron en el XIX, con dos aceleradores: el estudio obligatorio del franc¨¦s en 1881 y la Primera Guerra Mundial; es entonces cuando el franc¨¦s se convierte en sentimiento de superioridad y se asume como inevitable la muerte del catal¨¢n¡±. Tambi¨¦n aporta la experiencia personal: ¡°Cuando era peque?o, el catal¨¢n no se estudiaba en la escuela, pero s¨ª lo o¨ªas en la calle; hoy, eso es excepcional¡±. Pero, seg¨²n Llu¨ªs, esa situaci¨®n no es el final de esa lengua en esa ¨¢rea francesa: ¡°La batalla del uso social del catal¨¢n y la transmisi¨®n familiar est¨¢n perdidas, pero no como uso individual¡±; y ello es as¨ª porque ¡°se considera mejor ser franc¨¦s que espa?ol, pero ser catal¨¢n del principado no es lo mismo: la sola existencia del principado y su autonom¨ªa han hecho subir el prestigio social de la lengua; la independencia de Catalu?a ayudar¨ªa a acabar con esa imagen despectiva, de inutilidad, que tiene el catal¨¢n en algunos sectores¡±.
El menosprecio hacia el catal¨¢n era tal en Francia que, como se referencia en la novela, se pegaban cachetes a los ni?os que lo usaban e, incluso, los profesores tomaban nota los domingos de los que as¨ª lo hac¨ªan y los castigaban en clase al lunes siguiente. ¡°Eso ser¨ªa as¨ª hasta los a?os 60, o sea, una demostraci¨®n de que a veces una rep¨²blica democr¨¢tica puede ser igual de cruel que otro tipo de reg¨ªmenes, como se ve con la democracia espa?ola actual¡±. En general, tanto Francia como Gran Breta?a, EEUU y la Espa?a republicana de 1939 salen malparados en la novela de Llu¨ªs por supuestas promesas incumplidas con Catalu?a. ¡°¡®El Estado es el m¨¢s fr¨ªo de los monstruos fr¨ªos¡¯, dec¨ªa Nietzsche; la Historia muestra siempre un hilo de cinismo y Roosevelt o Churchill mostraron una buena dosis de ello con la muy posible independencia de Catalu?a hacia el final de la Guerra Civil, como se baraj¨® en medios diplom¨¢ticos¡±. M¨¢s grave le parece la postura de Aza?a y Negr¨ªn que, en su opini¨®n, ¡°blandieron una hostilidad feroz contra Catalu?a¡ Siempre me ha sorprendido la ingenuidad de Catalu?a de pensar que un cambio de r¨¦gimen implica cambios pol¨ªticos¡±. Y ya plenamente en clave actual, molesta al autor de El navegant la actitud de la Uni¨®n Europea: ¡°Si en Quebec o en Escocia se ha podido abordar con un refer¨¦ndum y de manera pac¨ªfica y tolerante tambi¨¦n deber¨ªa ser posible en Espa?a y no lo es y me duele que la UE no quiera verlo, no hay raz¨®n para que Espa?a sea una excepci¨®n por una Constituci¨®n que parece de inspiraci¨®n divina¡±.
Llu¨ªs lleg¨® tard¨ªamente a la literatura en catal¨¢n, que descubri¨® a los 19 a?os en una peque?a librer¨ªa de Camprod¨®n, donde adquiri¨® Invasi¨® subtil de Pere Calders, el libro m¨¢s delgado que encontr¨¦. Luego vino De mica en mica s¡¯omple la pica, de Jaume Fuster, y La pla?a del Diamant, de Rodoreda. ¡°Es admirable la existencia de este ecosistema y que yo pueda estar en ¨¦l¡±. ?Muy diferente del de Francia? ¡°La proliferaci¨®n de poetas y la diada de Sant Jordi son casos ¨²nicos¡ Pero en Francia mucha gente que no ha le¨ªdo un solo verso de Baudelaire se siente muy orgullosa, sin embargo, de la cultura que lo ha hecho posible y aqu¨ª no pasa: hay poca autoestima por la literatura catalana; los catalanes, en general, tienen poca autoestima; un estado propio lo generar¨ªa, si bien es m¨¢s f¨¢cil que haya estado propio si hay m¨¢s autoestima¡ Todo esto se retroalimenta¡±.
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