Mazazo de minimalismo ¨¦pico de Michael Nyman
El m¨²sico actu¨® en un Palau de la M¨²sica lleno a rebosar
?A estas alturas discutir, a favor o en contra, sobre la figura de Michael Nyman resulta como m¨ªnimo intrascendente. El pianista y compositor londinense parti¨® de la vanguardia m¨¢s oscura pero, con un trabajo serio y riguroso de limpieza y maquillaje, ha sabido ganarse una audiencia tan amplia como variopinta que le venera como a una estrella del rock y convierte cada una de sus actuaciones en una explosi¨®n de entusiasmo; una explosi¨®n controlada pero explosi¨®n a fin de cuentas.
En su nueva visita a Barcelona, con un Palau lleno a rebosar, Michael Nyman ejerci¨® primero su papel de condescendiente antidivo e inmediatamente despu¨¦s, ya desde el escenario, de t¨ªmido rock hero con cara de no acabar de creerse lo que le est¨¢ sucediendo. Media hora antes de comenzar el espect¨¢culo Nyman baj¨® hasta la puerta del Palau para saludar a sus fans que iban llegando. Encaj¨® manos, se hizo fotos y firm¨® discos. Peque?o ba?o de masas (muchos no se dieron cuenta de su presencia hasta que ya era dif¨ªcil retroceder en la apretada escalera de entrada) que preludi¨® un concierto pensado de principio a final para satisfacer y exaltar a esas masas.
Sentado ante su piano de espaldas al p¨²blico, con un discreto traje oscuro salpimentado con unos llamativos calcetines rojos, las gafas pr¨¢cticamente siempre sobre su despejada frente (solo las colocaba ante sus ojos para saludar) y sin pronunciar ni una sola palabra, Michael Nyman volvi¨® a arrasar en el Palau. Al frente de su grupo habitual (cuarteto de cuerda, bajo el¨¦ctrico, tres maderas y tres metales) Nyman volvi¨® a desplegar su personal mundo de texturas densas y enrevesadas que, gracias a la utilizaci¨®n constante de un minimalismo ¨¦pico llegan a hipnotizar. Te atrapa con la repetici¨®n constante de unos patrones no exentos de sensualidad pero siempre acelerados (ni un solo medio tempo en toda la actuaci¨®n), sin solos ni instrumentos que sobresalgan (ni siquiera su piano) y que juegan con el apabulle sonoro, casi un mazazo constante, como arma letal.
Una vez m¨¢s (siempre es as¨ª en la propuesta esc¨¦nica de Nyman) la utilizaci¨®n de una amplificaci¨®n exagerada de instrumentos ac¨²sticos, que no la precisar¨ªan en un local como el Palau, anul¨® matices y convirti¨® los doce m¨²sicos en un solo bloque sonoro que camina como un apisonadora. Y Nyman, sabedor de su fuerza, dirigi¨® esa apisonadora desde el piano, del que curiosamente solo utiliza la parte izquierda, las notas bajas (al quedarse solo en la tanda de bises ya su mano derecha se desplaz¨® hacia la otra parte del teclado), y aplaudi¨® a sus m¨²sicos mientras el p¨²blico le aplaud¨ªa a ¨¦l.
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