¡®Proc¨¦s¡¯ sin demasiadas sutilezas en el Lliure
La toma de partido vuelve a predominar en la segunda sesi¨®n del ciclo de teatro sobre el desaf¨ªo independentista
Obras mejores y peores, divertidas o dram¨¢ticas, int¨¦rpretes de calidad en general alta o muy alta (espl¨¦ndidas Laura Conejero e Imma Colomer), direcciones debatibles (superiores las que no han hecho los propios autores), pero sobre todo, poca o ninguna sutileza. La segunda y ¨²ltima sesi¨®n del ciclo de lecturas de teatro de urgencia sobre el proc¨¦s que ha programado el Teatre Lliure confirm¨® lo que ya se vio en la primera, en la que en una de las piezas, Vis-a-vis,Victoria Szpunberg hizo actuar a Txell Bonet, la mujer de Jordi Cuixart, y en otra Marc Artigau se refiri¨® a las ratas que llegan a Barcelona en un barco: no parecen estar los tiempos para andarse con remilgos o miramientos, y pr¨¢cticamente todos los autores han creado textos desde una mirada favorable a la causa independentista, cuando no militante.
Hay lo que hay, y seguramente nadie con una opini¨®n que discuta abierta y claramente el proc¨¦s va a escribir en estos momentos de 155, presos, confusi¨®n y tribulaciones una obra para que que se presente en caliente en el Lliure. Llu¨ªs Pasqual ha dicho que en un pr¨®ximo ciclo se podr¨ªan pedir obras a autores de Madrid que equilibren lo que se ha visto ahora. Lo deseable probablemente ser¨ªa que lo hicieran autores catalanes con opiniones distintas.
Incluso un veterano como Sergi Belbel, que cerr¨® la sesi¨®n de ayer, se ve en la necesidad de ofrecer una obra, La solitud de l'u, que, formalmente una pieza de relojer¨ªa dramat¨²rgica (y m¨¢s a¨²n si tienes a una actriz como la Conejero), roza lo demag¨®gico.
La obra narra a dos voces el encuentro en un colegio electoral de la zona cero del 1-O entre una mujer madura y ¡°fr¨¢gil¡± (Conejero) y un polic¨ªa antidisturbios (Alejandro Bordanove) que acaba peg¨¢ndole. La obra discurre, con gran virtuosismo, durante el breve tiempo en que la porra se alza y cae sobre la mujer (y una gota de lluvia se escurre por el casco del polic¨ªa), y escuchamos los pensamientos de los dos protagonistas. Ella, que se repite como un mantra ¡°dignidad, dignidad, dignidad¡±, y protege ¡°la urna sagrada¡±, trata de avizorar la humanidad del agente bajo el yelmo que le recuerda el de Darth Vader y las fuerzas del lado oscuro del imperio. Mientras, ¨¦l descubre horrorizado el parecido de la mujer con su propia madre, lo que le cuestiona (pero solo un poco) el impulso de pegar alentado desde casa con el ¡°?a por ellos!¡± con el que le despidieron al marchar. Si la pel¨ªcula de referencia de la mujer es expl¨ªcitamente? La Guerra de las Galaxias, con los rebeldes enfrentados al Mal, la del polic¨ªa es El jovencito Frankenstein y la frase ¡°podr¨ªa ser peor¡± de Igor. Porque para ¨¦l todo es peor. ¡°Nos han enga?ado, nos hab¨ªan dicho que no habr¨ªa nadie, o solo cuatro rastas y radicales. Mentira¡±.
De las seis obras cortas presentadas anoche, incluso las que parec¨ªan cuestionar algo el proc¨¦s concitaban la solidaridad con el soberanismo y mostraban a las claras un ¡°nosotros¡± que el p¨²blico, que lo pas¨® muy bien, identificaba perfectamente. Es el caso de las simp¨¢ticas, entra?ables profesoras (Conejero y J¨²lia Barcel¨®) de Supremacistes, de Cristina Clemente, que tanto hicieron reir con sus pulsiones (y los consecuentes remordimientos) contra la compa?era malague?a o la familia del marido de una de ellas, de Badajoz.
En la obra de Ll¨¤tzer Garcia Nom¨¦s una veu, un hombre declina inicialmente colgar la pancarta de ¡°democracia¡± del vecino para, al hacerlo finalmente, encontrar un sentido de renovaci¨®n vital. Mientras que en Capit¨¤ Mandrake, con una sutileza de cemento armado, un mandatario corrupto f¨¢cil de identificar acepta organizar una campa?a de distracci¨®n contra una parte de su imaginario pa¨ªs en la que viven unos ¡°irreductibles¡± que piden la independencia para mantener su lengua y costumbres. En un mundo esc¨¦nico m¨¢s plural quiz¨¢ alguien habr¨ªa hecho una s¨¢tira sobre un Napole¨®n en Waterloo que se cree Puigdemont. You say you want a revolution mezcla el proc¨¦s con la canci¨®n de los Beatles y se entrega tambi¨¦n a un discurso facil¨®n y buenista.
Lo mejor de la sesi¨®n, junto con las dos interpretaciones de la Conejero, la gran Imma Colomer en Ella, encarnando a una mujer que mientras parece estar organizando (con todos nosotros) la defensa de un colegio electoral, en realidad est¨¢ protegiendo su casa del desahucio. Entra?able, magn¨ªfica, Imma segu¨ªa con su papel en la calle al acabar la velada.
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