Mucho m¨¢s que una huelga
El movimiento feminista ensaya nuevas formas de lucha tras comprobar que cambiar las leyes no es suficiente para cambiar la realidad
Conforme nos acercamos al 8 de marzo, la tensi¨®n crece. Las mujeres han convocado una huelga general femenina para el D¨ªa Internacional de la Mujer Trabajadora, y por primera vez la reacci¨®n que se observa en el poder ya no es la habitual muestra de comprensi¨®n condescendiente. Lo que ahora vemos son reacciones crispadas, tensas, y un ataque frontal a los colectivos feministas que la convocan, se?al inequ¨ªvoca de que est¨¢n tocando hueso.
Lo refleja muy bien el argumentario que el PP ha elaborado para que sus dirigentes puedan martillear contra la huelga por tierra, mar y aire. Primero tratando de minimizar su alcance: ¡°Es una frivolidad que no tendr¨¢ ninguna relevancia para las mujeres¡±, ha dicho la ministra Dolores de Cospedal. Y segundo, caracteriz¨¢ndola como una acci¨®n elitista e insolidaria. Elitista porque supuestamente est¨¢ convocada por feministas privilegiadas que no representan ¡°a las mujeres reales, con problemas cotidianos¡±, e insolidaria, porque ¡°no tiene en cuenta a los dos millones de mujeres que est¨¢n en paro y no pueden parar¡±. Como si la situaci¨®n de esas mujeres ¡°reales¡± no tuviera nada que ver con las pol¨ªticas del PP y una reforma laboral impulsada por el Gobierno que ha tra¨ªdo precariedad y temporalidad para todos, pero especialmente para las mujeres.
Cuando dirigentes pol¨ªticos y columnistas de orden recurren al argumento de que con la convocatoria de huelga se pretende romper el modelo de sociedad occidental y que solo busca el enfrentamiento entre hombres y mujeres, hay que concluir que por primera vez se sienten amenazados. ?Por qu¨¦? Porque saben que es mucho m¨¢s que una huelga y temen que su alcance vaya m¨¢s all¨¢ de esa jornada, incluso si pueden proclamar que ha fracasado.
Las mujeres llevan d¨¦cadas denunciando la brecha salarial, el techo de cristal y una carga invisible de trabajo social, el de los cuidados, que nadie quiere contabilizar. A?os denunciando la violencia machista. Si ahora sus reclamaciones causan inquietud es porque estatu quo intuye que algo est¨¢ cambiando. El 8 de marzo del a?o pasado los grupos feministas llamaron a la movilizaci¨®n general y millones de mujeres salieron a la calle en ciudades de todo el mundo. Fue una movilizaci¨®n masiva y global que mostr¨® a las mujeres la fuerza de la unidad. Luego vino la campa?a #MeToo contra el acoso sexual. Un fen¨®meno tambi¨¦n global con m¨²ltiples y constantes r¨¦plicas.
Las mujeres se han cansado y ahora parecen dispuestas a intentar un salto cualitativo en su forma de luchar por sus derechos. Saben que cambiar las leyes no es suficiente para cambiar la realidad. Que aunque estas consagren la igualdad salarial, la brecha de g¨¦nero sigue ah¨ª, imperturbable, inamovible. Y que el hecho de que ya existan leyes que garantizan la igualdad es una excelente coartada para quienes deber¨ªan hacerlas cumplir pero prefieren que nada cambie. Ha quedado demostrado que si sigue habiendo brecha salarial y un techo de cristal para acceder a los puestos de responsabilidad no es solo porque no se cumplan las leyes, sino porque persisten determinadas estructuras sociales y culturales que perpet¨²an esa desigualdad.
El movimiento feminista que impuls¨® esos cambios legislativos est¨¢ resurgiendo, reforzado ahora por una generaci¨®n de mujeres que se educaron en la igualdad y no conceb¨ªan que pudieran ser discriminadas. Solo ahora, cuando ya llevan quince o veinte a?os luchando por ocupar el puesto que les corresponde, se dan cuenta de que las barreras de g¨¦nero siguen ah¨ª, interponi¨¦ndose en su camino.
Las mujeres est¨¢n ensayando ahora nuevas formas de lucha como el movimiento #MeToo. Si acudir a los tribunales en caso de acoso sexual es una v¨ªa tan in¨²til ¡ªpor la dificultad de probarlo¡ª como dolorosa ¡ªpues es la v¨ªctima la que acaba siendo cuestionada¡ª habr¨¢ que buscar otras v¨ªas para acabar con esa humillaci¨®n. La denuncia p¨²blica del acosador ha resultado ser una forma de defensa mucho m¨¢s eficaz porque se ha producido al mismo tiempo un gran cambio en la percepci¨®n social del problema. Empezando por las propias mujeres. La misma l¨®gica late en la convocatoria de huelga.
Si el movimiento feminista se rearma, es previsible que suscite reacciones. Ya las estamos viendo. Algunos tratan de desacreditarlo de ra¨ªz, incluso han acu?ado un t¨¦rmino tan perverso como feminazismo. Otros intentan crear fisuras en su interior alegando que la huelga general es una medida extrema o se?alando la radicalidad del manifiesto de los colectivos convocantes. Por primera vez salen hombres diciendo que se sienten amenazados. Intuyen que algo est¨¢ cambiando en la actitud de las mujeres. L¨®gico: para que ellas avancen en sus derechos, ellos han de retroceder en sus privilegios. Solo despu¨¦s podremos avanzar todos juntos.
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