Traidores
Los l¨ªderes independentistas han desperdiciado los muchos momentos para reconducir su propia hoja de ruta
Es lugar com¨²n en cr¨®nicas y an¨¢lisis pol¨ªticos concluir que el cambio de opini¨®n de Carles Puigdemont el 26 de octubre pasado fue por la intimidaci¨®n de quienes le amenazaron con llamarle traidor. As¨ª se lo habr¨ªan advertido personalmente alguno de los propios y alguna de los socios. Tal cual lo verbalizaron muchos de los intolerantes a trav¨¦s de las redes. Tambi¨¦n los congregados con pancartas ante el Palau de la Generalitat durante las horas que distanciaron la convocatoria de la rueda de prensa para el anuncio de los comicios, de la comunicaci¨®n oficial de todo lo contrario.
Alg¨²n d¨ªa un especialista en psicolog¨ªa social nos ilustrar¨¢ sobre la gran capacidad de los l¨ªderes independentistas de desperdiciar los muchos momentos que los acontecimientos recientes les han deparado para reconducir su propia hoja de ruta. Y posiblemente recalen en el temor a constar en la lista del oprobio como elemento a tener en cuenta. Quiz¨¢s porque all¨ª donde todos cre¨ªamos ver a pol¨ªticos, no habitaban m¨¢s que activistas. Y ya se sabe que para estos la grandeza del esfuerzo para corregir, negociar y pactar es contraria a la adrenalina del v¨¦rtigo de no darse por vencidos y seguir lanzando balones hacia adelante.
Pero ?qu¨¦ sucede cuando no hay ning¨²n Messi ante la porter¨ªa capaz de rematar la jugada y convertirla en el gol sensacional que la pol¨ªtica exige y del que se nutre? Han coincidido los observadores que los insultos desatados aquel fat¨ªdico d¨ªa de oto?o se acumularon en el m¨®vil al que el entonces President gobernaba pegado. Y que la presi¨®n psicol¨®gica de tal desatino ajeno se confundi¨® con la duda propia. La que, para disolverla, exig¨ªa por escrito que la convocatoria de los comicios auton¨®micos, aunque revestidos de cruciales, desbancara la posibilidad de aplicar el art¨ªculo 155. Ya sabemos lo que pas¨® y su consecuencia servir¨¢ de reproche recurrente. Libros como el de Santi Vila aparecido esta semana y titulado significativamente De h¨¦roes y traidores (Pen¨ªnsula) son una muestra.
Ignorar lo que no sucedi¨® no aparca poder hacer un ejercicio de ucron¨ªa y deducir por l¨®gica que firmar el decreto electoral hubiera cambiado el destino de las cosas. De tantas cosas que hoy se nos antoja inabarcable resumirlas por excesiva acumulaci¨®n de desatinos, imprudencias, cr¨ªticas y venganzas que los contrarios han reconvertido en bromas, chistes, chanzas e improperios. Y ya nadie entiende nada ni alcanza a hacerse cargo de la dimensi¨®n del desastre. Un pa¨ªs, Catalunya, orgulloso de s¨ª mismo convertido en el escenario de disputas grotescas para retener un pedazo del poder que ellos mismos han permitido adelgazar.
Es sabido tambi¨¦n que ante este lamentable panorama se han desarrollado las negociaciones entre Barcelona y Bruselas. Y que las posiciones en absoluto homog¨¦neas del grupo independentista han nadado nuevamente entre las aguas turbulentas del riesgo de la traici¨®n. La debilidad interna de los partidos concurrentes habr¨ªa permitido que un Puigdemont tan dolido personalmente como crecido electoralmente impusiera sus criterios ante la duda disimulada y el temor reverencial de sus compa?eros de viaje de ser ahora ellos los se?alados como traidores. Efecto boomerang de lo que hab¨ªa sucedido y que mantiene al artilugio sobrevolando sus cabezas desbordadas.
Ante todo esto quiz¨¢s convenga reconsiderar c¨®mo el insulto ya es relativo por haber abusado de ¨¦l. A pesar de pretender reconvertirla, la pol¨ªtica que se ejerce es del siglo XX. Un m¨¦todo que ten¨ªa en los argumentos de Maquiavelo la norma de conducta nunca aceptada p¨²blicamente. Un ¡°pr¨ªncipe¡± que dispon¨ªa que quien no supiera traicionar no pod¨ªa ejercer el poder. Y ?no son acaso algunos de estos fr¨¢giles l¨ªderes independentistas hijos del pujolismo m¨¢s maquiav¨¦lico? Aquel movimiento que hizo confundir la grandeza de unos leg¨ªtimos conceptos nacionales con la miseria de algunos comportamientos personales hoy criticados incluso por quienes los permitieron. Un largo per¨ªodo que ha visto eclipsadas sus buenas acciones por algunas p¨¦simas razones. Las que perviven.
Y ya que todo va de democracia, ?no es un traidor a ella quien evade fiscalmente, quien se comporta c¨ªnicamente, quien enga?a a su electorado, quien la utiliza para sus fines, quien se esconde en un tweet an¨®nimo para descalificar, quien se otorga el dominio de lo p¨²blico al margen del p¨²blico, quien se ampara en su funci¨®n para medrar, quien presiona al d¨¦bil, subvenciona la posici¨®n del fuerte, margina al disidente, elude respetar al contrario, muestra intolerancia permanente, niega al otro la libertad de expresi¨®n que exige para s¨ª o compra favores personales a trav¨¦s de intermediarios comisionistas?
Las traiciones de las que nos habla la historia las hemos visto especialmente a trav¨¦s del cine ¨¦pico. Pero incluso algunos de aquellos cobardes han sido reparados por la misma historia siglos despu¨¦s cuando, siguiendo la definici¨®n de Alfonso X, se ha recordado que ¡°los peores traidores son aquellos que dejan errar al rey a sabiendas¡±.
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