Buscar una salida
Un problema pol¨ªtico se ha convertido en judicial y a Rajoy se le escapa de las manos. El que marca los tiempos pol¨ªticos es el juez Llarena

Dec¨ªa Kepa Aulestia, en Cornell¨¢, que cuando hay un problema sin soluci¨®n es necesario buscar alguna salida que permita solventarlo m¨¢s tarde. Por el contrario, cuando ni siquiera se busca esa salida, el problema se enquista y se gangrena. En este punto estamos. Como suma y confluencia de irresponsabilidades sin fin. Ser¨ªa parad¨®jico que finalmente fuera la CUP quien cerrara el ciclo de tres meses en que el empecinamiento de un sector del independentismo va camino de convertir su ¨¦xito del 21-D en un fracaso. La CUP pasa a la oposici¨®n: cambio de etapa. Hay que emprender un tiempo nuevo con otra mayor¨ªa de gobierno.
El independentismo vive colgado de una triple fantas¨ªa: la f¨¢bula de que si tienes la raz¨®n y la bondad democr¨¢tica de tu lado todo lo dem¨¢s se da por a?adidura, como si la pol¨ªtica fuera una justa po¨¦tica, en vez de una lucha por el poder; la confianza en la reacci¨®n internacional que nunca llega; y la espera de la insurrecci¨®n imposible. Desde esta nube, el mundo se pierde f¨¢cilmente de vista. Y as¨ª la estrategia de los grandes hitos, momentos en que deb¨ªa abrirse la puerta de los cielos, ha conducido inexorablemente a la frustraci¨®n, a los tribunales, al impasse actual.
La diosa fortuna ¡ªo la baja autoestima del poder institucional espa?ol, por decirlo al modo de Keith Lowe¡ª regal¨® una triple oportunidad cuando ya se andaba al borde del precipicio: tres momentos para convocar elecciones. A Puigdemont le temblaron las piernas cada vez (anuncio de la fuga que despu¨¦s protagoniz¨®): antes del 1 de octubre, el d¨ªa 2, despu¨¦s de la torpe actuaci¨®n del gobierno, y el 26 de octubre. Y lo que pod¨ªa ser plataforma para una nueva fase de acumulaci¨®n de fuerzas, se convirti¨® en desbandada.
Esta estrategia ha ido paralela a la de un gobierno espa?ol que, a¨²n arropado por el parlamento y por el establecimiento, nunca tuvo el coraje de afrontar pol¨ªticamente el problema. Se encogi¨®. Y, con la ayuda de gran parte del aparato medi¨¢tico, dej¨® que pasar¨¢ el tiempo anunciando en cada estaci¨®n que el independentismo iba la deriva y que se hundir¨ªa s¨®lo. Y, sin embargo, el 21 de diciembre regresaba intacto en las urnas. Dec¨ªa Pierre Assouline, en este peri¨®dico, que ¡°es incre¨ªble hasta que punto un jefe de gobierno puede estar tan inm¨®vil. No conozco un caso igual¡±. Desde el primer momento, Rajoy opt¨® por la dejaci¨®n de responsabilidades y la subrogaci¨®n de funciones en la justicia y ahora se pagan las consecuencias. Un problema pol¨ªtico se ha convertido en judicial y a Rajoy se le escapa de las manos. El que marca los tiempos pol¨ªticos no es el gobierno espa?ol sino el juez Llarena.
El resultado es que estamos en la espiral de nunca acabar. Una parte del independentismo se niega a asumir lo que, fantas¨ªas fuera, el momento pide: buscar un candidato no susceptible de enmienda judicial, porque como dice Junqueras: ¡°Es hora de formar gobierno ya¡±. Y no se puede tener un presidente bajo tutela. La resistencia, el ¨²ltimo mito independentista proclamado desde Bruselas, antepone los gestos de confrontaci¨®n a la recuperaci¨®n de las instituciones y al paso a una estrategia posibilista. Hay que saber distinguir entre hacer pol¨ªtica y jugar a hacer pol¨ªtica. Jugando, seguimos anclados en la misma baldosa, entregados a una cantinela que ya aburre. Justo iniciado el plan C ya se est¨¢ la b¨²squeda del D. Pero cada vez con menos margen, con m¨¢s riesgo de perderlo todo en la obsesi¨®n narcisista de unos pocos.
Jugar a hacer pol¨ªtica, dec¨ªa Sartre, es la expresi¨®n de la mala fe. Y unos y otros, de Rajoy a Puigdemont, han jugado tanto que han cerrado las salidas. Sin embargo, hay que buscarlas. De lo contrario, que nadie se haga ilusiones: Catalu?a puede salir muy tocada, pero Espa?a tambi¨¦n. El despliegue de los aparatos represivos del Estado para resolver un problema pol¨ªtico es por encima de todo una expresi¨®n de debilidad del gobierno y de la pol¨ªtica espa?ola en su conjunto. El presidente Rajoy se niega a participar en una reuni¨®n de la Uni¨®n Europea con los pa¨ªses balc¨¢nicos por la presencia de Kosovo. Ni a su mayor enemigo se le ocurrir¨ªa un gesto que s¨®lo transmite inseguridad y acomplejamiento. El fantasma de Catalu?a produce estragos.
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