Tormenta de dolor y rabia
Llu¨ªs Pasqual asombra con un fascinante montaje de 'Medea' con una gran Emma Vilarasau
La Medea de Llu¨ªs Pasqual y Emma Vilarasau en el Lliure de Montju?c es puro estremecimiento. Impresionan la mirada l¨²cida y los magistrales recursos de un director sabio que nos mantiene clavados en la butaca durante una hora de tensi¨®n permanente, tan feroz en las im¨¢genes como en el poder de la palabra. Palabras trascendentes de Eur¨ªpides y de S¨¦neca, pues ambas tragedias se mezclan en la concentrada versi¨®n de Alberto Conejero y el propio Pasqual, tan vigente y cercana que da miedo como espejo de la irracionalidad que campa por el mundo. El potente e hipn¨®tico montaje descarga una tormenta de dolor y rabia de la que nadie sale indemne.
Al entrar en la sala, vemos a unos ni?os que juegan descalzos en un escenario transformado, con imponente desnudez en la escenograf¨ªa de Alejandro And¨²jar, en una gigantesca caja de paredes negras y suelo gris cemento; en el fondo, una enorme pantalla muestra escenas de animales en cruel lucha por su supervivencia.
Medea
A partir de Eur¨ªpides y S¨¦neca.
Versi¨®n; Alberto Conejero y Llu¨ªs Pasqual. Emma Vilarasau, Andreu Benito, Roger Coma, Joan Sureda. Director: Llu¨ªs Pasqual. Teatre Lliure de Montju?c. Barcelona, 11 de abril.
Cantan los ni?os, con buena afinaci¨®n, el Lamento de Dido, de Dido y Eneas, de Purcell, que transmite el dolor por la p¨¦rdida del ser amado ¡ªhay muchos lazos en las penas de Dido y la Medea abandonada. Vemos tambi¨¦n im¨¢genes de una mujer tendida en la playa: en Medea late el drama de los emigrantes y los refugiados, el miedo al extranjero, el rechazo a otras culturas.
La lluvia acompa?a en un genial golpe teatral la irrupci¨®n de Vilarasau, una prodigiosa cortina de agua, elemento visual clave en la propuesta, que empapa a la despechada Medea. El agua, los pies desnudos, la frialdad de un espacio industrial que remite a las escenas de las hijas del Rhin en la portentosa puesta del Anillo wagneriano de Patrice Cher¨¦au, no apagan, sino que encienden el abrasador fuego que clama venganza desde sus entra?as.
En una interpretaci¨®n visceral, Vilarasau se vac¨ªa y transmite todas las caras del odio, el dolor, la rabia, las ansias de justicia y la irracionalidad que, como mujer despechada y abandonada por Jas¨®n, guiar¨¢ su sangrienta venganza con todas las maldades del cielo, la tierra y el infierno.
Da miedo ver a Medea lavar su sangre en el agua de una alberca, mientras impregna la t¨²nica envenenada que, como mort¨ªfero regalo de bodas, reducir¨¢ a cenizas al rey de Corinto y a su hija, destinada a reemplazarla en el lecho nupcial de Jas¨®n. M¨¢s pavoroso es verla ahogando a sus hijos en las mismas aguas. Im¨¢genes potentes, que se clavan en la retina del espectador en una noche de gran teatro.
Vilarasau ¡ªcabello muy corto, sudadera negra, agitaci¨®n sin desmayo¡ª es Medea por la fuerza de la palabra, en sus gritos desesperados, o ahogando sus sollozos. Medea v¨ªctima, a la que niegan el poder de su feminidad, el derecho a la diferencia, extranjera eterna en tierras que nunca ser¨¢n de acogida por el miedo, a veces irracional, a lo desconocido. Medea verdugo, con la locura y el fanatismo en la mirada; por su atuendo, podr¨ªa ser fruto de la misma irracionalidad que mueve a los grupos terroristas, o que conduce al horror del infanticidio. La vigencia del texto estremece en este montaje.
Frente al volc¨¢n Vilarasau, la sobriedad y el temple de Andreu Benito (Creonte y mensajero), y el esfuerzo de contenci¨®n de Roger Coma (Jas¨®n y mensajero) y la eficacia de Joan Sureda (preceptor) dan empaque a un gran elenco, completado en la funci¨®n del estreno por los ni?os Adri¨¤ Campos y Joan Farssac, adiestrados en la escuela coral infantil del Orfe¨® Catal¨¤.
La ira desbocada de Vilarasau tiene, sin embargo, algunos inconvenientes en el plano auditivo. De hecho, su interpretaci¨®n ser¨ªa a¨²n m¨¢s memorable si no gritara en demas¨ªa; antes pod¨ªa ser efectivo en la ac¨²stica natural de las salas, pero con los micr¨®fonos, hay que intentar rebajar el volumen para evitar ruidos y saturaciones que no son de recibo entre tanto milagro teatral.
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