La batalla de los relatos
Los campos de batalla hoy est¨¢n en las redes, donde se impone la descripci¨®n que se quiere dominante
¡°?C¨®mo que se quieren marchar? O sea, que como no aguantan m¨¢s al gobierno de Rajoy, se largan de Espa?a y nos dejan tirados a los dem¨¢s. ?Menudos insolidarios!¡±. Ni el gracejo andaluz disimulaba el disgusto. Como si de un chiste se tratara, el vecino de La L¨ªnea de la Concepci¨®n mostraba su malestar con los catalanes cansados de Espa?a a los que reconoc¨ªa su derecho a aspirar a una relaci¨®n distinta. Pero no ahora. ¡°Ay¨²dennos a echar al PP y luego nosotros les ayudamos a resolver su problema¡±, a?ad¨ªa entre risas y cervezas mientras buscaba la complicidad de quien le escuchaba para intentar convencerle y as¨ª compartir la misma sensaci¨®n de abandono.
Con la negociaci¨®n del Brexit abierta en canal y la incertidumbre nadando en su abundancia, Miguel no las tiene todas consigo. Trabaja en Gibraltar y cruza todos los d¨ªas la frontera para cumplir con sus obligaciones laborales. Como ¨¦l, m¨¢s de ocho mil personas que repiten el camino a diario temen por su futuro inmediato. Acabaron los tiempos de mejores salarios gracias a la diferente cotizaci¨®n de la moneda, de buenas condiciones a causa de factores diferenciales, de grandes facilidades que compensaban el cansancio del d¨ªa de colas arbitrarias que la aduana espa?ola provocaba sin aparente causa racional.
Todo eso queda atr¨¢s. Entre los efectos de la crisis y el nuevo marco de relaciones con la Uni¨®n Europea que Londres est¨¢ buscando, los espa?oles que tienen un pie a cada lado de la antigua verja viven entre intranquilos y expectantes. Saben que en el Pe?¨®n votaron masivamente contra la retirada pero que la decisi¨®n no les sirvi¨® de nada. Se impuso la tesis contraria. Saben que los llanitos quieren ser ellos mismos pero que las nuevas circunstancias les est¨¢n arrastrando hacia un territorio desconocido. Saben que su ciudad, La L¨ªnea, es lugar de paso, paro y droga y que si el vecino se ve obligado a darles la espalda s¨®lo puede ir a peor. Es una realidad constatable en una de las dos ¨²nicas fronteras terrestres del Reino Unido. En la otra, Irlanda del Norte, aut¨¦ntico calvario de la negociaci¨®n, las cosas son distintas y mucho m¨¢s complejas. El peso de los muchos y largos a?os de violencia cae sobre los recuerdos y alerta sobre las aspiraciones ahora inciertas. Todav¨ªa no se sabe si se ver¨¢n truncadas o dinamizadas. Un desconcertante presente fruto de una victoria general del Brexit all¨ª tambi¨¦n rechazado.
El veinte aniversario del acuerdo de Viernes Santo hace que la historia observe los nuevos pasos mientras reclama su vigencia a trav¨¦s del relato generacional. El de los norirlandeses sigue intacto por la gravedad de las heridas y la sombra de la muerte, el de los gibraltare?os por la necesidad de sobrevivir a una verja cerrada durante trece a?os y que ha dejado una cicatriz tan profunda que impide olvidar. Unos y otros mantienen vivos los recuerdos de ¨¦pocas m¨¢s recientes en la memoria que en el calendario. Y lo hacen a trav¨¦s de argumentos personales mucho m¨¢s emocionales que los escritos en documentos oficiales y cr¨®nicas period¨ªsticas.
Hay matices, claro, que tienen que ver con las aportaciones de los amigos y compa?eros de fatigas y con la herencia familiar. Transmisi¨®n oral de vivencias y sensaciones. Activas, concretas, dolidas. Esto es un relato. Lo vemos tambi¨¦n en cualquier sociedad convulsa a causa de la influencia de estos tiempos digitales. Una nueva ¨¦poca en la que la exposici¨®n inicial de una parte se ve alterada por la respuesta inmediata del contrario sin concesi¨®n ni piedad.
Los campos de batalla hoy est¨¢n en las redes. Porque es all¨ª donde se impone la descripci¨®n que se quiere dominante, la narraci¨®n que se pretende convincente, los argumentos que se desean irrebatibles. Pero no lo son. Como nunca lo fue la propaganda, art¨ªfice primero e hist¨®rico de todo este magma tecnificado.
En algo, no obstante, coinciden pasado y presente: en la confusi¨®n y las dudas que confluyen en quienes huyen de los bandos y pretenden tener una mirada personal. Martilleados por la guerra de relatos, intentan preservar su propia observaci¨®n de los hechos tal y como los presenciaron y no dejarse influir por quienes se los quieren alterar desde sus trincheras. Ser¨ªa injusto no reconocerle al independentismo catal¨¢n su capacidad de crear un relato id¨ªlico que el gobierno espa?ol tard¨® en contradecir. Al contrario, dej¨® que dominara la descripci¨®n del paisaje antes de la batalla. Ahora pasa al rev¨¦s. Es a trav¨¦s de la visi¨®n judicializada del conflicto que se pretende una argumentaci¨®n tan alejada de la realidad del uno de octubre como lo fue la arcadia feliz prometida por los l¨ªderes independentistas los meses anteriores. Sucede, no obstante, que lejos de neutralizarse estos dos relatos refuerzan las posiciones antag¨®nicas. Y as¨ª seguiremos muchos meses m¨¢s para lamento de todos.
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