El fonema de la exuberancia
La nueva gran voz negra deja su sello ecl¨¦ctico y d¨²ctil en una Clamores a medio llenar
La exuberancia comparte fonema con Zara. Apareci¨® anoche la brit¨¢nica en la Sala Clamores como acostumbra ella, con la sensualidad eman¨¢ndole a borbotones de cada poro y la mara?a de trenzas columpi¨¢ndose sobre la piel canela y los hombros desnudos. Daba igual que los asistentes no llegaran al centenar, un registro impropio de quien a los 34 a?itos ya acumula premios internacionales, colaboraciones de alto rango y alguna visita abrasiva al programa de Jools Holland. Pero Zara no pierde f¨¢cilmente comba ni sonrisa, as¨ª que se entreg¨® a una noche de complicidades en la que ni orill¨® el bailoteo ni menos a¨²n la interacci¨®n con los espectadores.
No es extra?o que comparen a McFarlane con Nina Simone, al menos en lo que se refiere al registro m¨¢s grave (en t¨¦rminos sonoros y an¨ªmicos). Es, en realidad, un indicio de que nos manejamos en c¨®digos elevados: cualquiera saldr¨ªa malparada compartiendo p¨¢rrafo con la suma sacerdotisa del soul, pero Zara mantiene el tipo en su condici¨®n de razonable heredera. Solo que ella abraza con m¨¢s convencimiento la parte luminosa de la existencia y le concede un margen holgado a la voluptuosidad, la seducci¨®n y hasta el agitar sinuoso de caderas. Aprovecha la excelencia de su cuarteto acompa?ante para concederle amplios m¨¢rgenes de digresi¨®n y esparcimiento, pero siempre nos devuelve a la carnalidad con ese timbre suyo tan d¨²ctil, tan natural que parece alcanzable para cualquiera que acertase a agarrar el micr¨®fono.
Freedom chain, la primera incursi¨®n en el reggae, llegar¨ªa a las terceras de cambio, por aquello de honrar la f¨¦rtil herencia de su sangre jamaicana. Pero McFarlane es m¨¢s que una coordenada geogr¨¢fica. Y as¨ª surgi¨® In between worlds, balada fet¨¦n con caricia de saxo incluida, una actualizaci¨®n seria de aquel Smooth operator con el que Sade se erigi¨® treinta y pico a?os atr¨¢s en la reina m¨¢s insospechada de las listas de ¨¦xitos. Justo cuando Zara estaba asomando la cabeza al mundo, ahora que caemos en la cuenta.
Fue poca cosa en comparaci¨®n con la prodigiosa You¡¯ll get me in trouble, de agudos imposibles (?recuerdan a Anita Baker?) y con la que parec¨ªa contabilizarse cada respiraci¨®n en el local. McFarlane apunta a fen¨®meno como ya lo es Gregory Porter en el cuadro masculino. Se entiende mal que nuestra futura diva de ¨¦bano dispusiera un par¨¦ntesis a los tres cuartos de hora de repertorio, m¨¢s cuando la noche (peligrosa costumbre en Clamores) ya hab¨ªa empezado con otros 40 minutos de retraso. Pero ella puede apresar la magia: ser¨ªa un pecado desalojar el barco cuando es Zara quien pilota la traves¨ªa.
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