L¨¢nguido romanticismo de multitudes
Lana del Rey deshoj¨® en el Sant Jordi la margarita de su repertorio en un concierto muy sosegado de su gira ¡®Lust for life'
Un escenario que evocaba la selva. En su superficie exist¨ªa la orilla de una playa, y el mar iba y ven¨ªa gracias a los efectos de luz, creando un efecto s¨®lo perceptible desde las gradas. Un ambiente poco sofisticado para una estrella que ha hecho de la sofisticaci¨®n uno de sus se?as de identidad. Y en consonancia con ello apareci¨® ataviada sin particular originalidad, en tonos tierra, un poco como podr¨ªa imaginarse a Wilma Picapiedra tras una sesi¨®n de apresurado estilismo. Falda corta, botas por encima de la rodilla y cabello lacio y negro flanqueando el rostro.
Lana del Rey en plan reina t¨ªmida de la selva, con ese posado tan l¨¢nguido de estrella de otro tiempo, de cuando no hab¨ªa prisas y el tiempo no se fund¨ªa. Eran las 21,30 horas de la noche.
Con el Sant Jordi acotado en su aforo, unas 10.000 personas atestiguaron que quien iba a comerse el mundo se ha comido un trocito. Igual es que desea hacerlo como los nutricionistas aconsejan, poco a poco, varias ingestas diarias no muy copiosas para evitar indigestiones. Y dado que Lana no es el dinamismo personificado, sino m¨¢s bien una cari¨¢tide milagrosamente en movimiento, todo cuadra, incluso el ritmo de su ¨¦xito. Armada s¨®lo por su figura y una voz que pareci¨® reforzada por la magia digital, atac¨® en el inicio de su concierto piezas de su nuevo disco como Cherry o White Mustang con entreverados de sus triunfales inicios como Born To Die, saludada por un agudo griter¨ªo. Jugaba en casa, y para agradecer el apoyo de sus seguidores, en Blue Jeans baj¨® del escenario para repartir unos escogidos besos en la primera fila. M¨¢s tarde, y a petici¨®n popular, cantar¨ªa un Carmen no previsto en el repertorio. Reflejos.
Su aire de diva fr¨¢gil de belleza a?eja sintoniz¨® perfectamente con su repertorio, que pese a tener toques contempor¨¢neos que lo acercan al rhythm and blues o al hip-hop, mantiene una recia ra¨ªz en el pop barroco, algo mayest¨¢tico. Es precisamente ese aire de mujer de otro tiempo, de esas que los norteamericanos pintaban en la nariz de sus bombarderos cuando descargaban fuego sobre Alemania, uno de los activos de Lana del Rey.
No es simplemente que sea bien parecida y juegue con ello, es que construye una imagen compacta con tantas referencias en la memoria colectiva que s¨®lo le falta rematarla con su deambular un punto triste y melanc¨®lico, un punto cursi. Y lo dicho, su forma de entonar suave, sin estridencias y pausada tambi¨¦n encaja con un repertorio sin premuras r¨ªtmicas basado en los medios tiempos. Incluso en temas como Lust for life, parecer¨ªa que sus palabras ca¨ªan en el Sant Jordi como rasgadas cortinas de tenue lluvia.
Amor odio
En consecuencia, Lana del Rey es objeto de amores incondicionales o de odios facilitados por una propuesta sin dobles sentidos aunque no plana, la de esas personas que quieren parecer ingenuas a¨²n sabiendo que sus actos evidencian que probablemente no lo son.
S¨®lo ver como en Change ella cerraba los ojitos mientras un ventilador mov¨ªa su melena se pod¨ªa intuir que el Sant Jordi titilar¨ªa en la pantalla de miles de m¨®viles encendidos. Lo hizo. Uno de los momentos singulares de un concierto en que m¨²sica e imagen, proyecci¨®n personal y canciones, personaje y artista sellan una alianza que iba a comerse todo el mundo. Cerr¨® con Off the races y se despidi¨® para seguir batallando con la ense?a de su exagerado candor.
Del Rey lleg¨® a Barcelona tras pasar por B¨¦lgica, y hoy viajar¨¢ y actuar¨¢n en Madrid, en Rep¨²blica Checa podr¨¢ verse el 29 de junio y en Hungr¨ªa el 10 de agosto.
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