¡°La turismofobia es la queja desesperada de un mont¨®n de gente¡±
Bravo dice que el `low cost? contribuye a un turismo que afecta negativamente a los derechos de los habitantes de los territorios visitados
Pedro Bravo (Madrid, 1972) cuenta en Exceso de equipaje, su nuevo libro que algo estamos haciendo mal cuando nuestras vacaciones se inmiscuyen negativamente en los derechos de los ciudadanos de los lugares a los que visitamos, afectan al derecho a la vivienda, al descanso, al disfrute del espacio p¨²blico, al uso de recursos esenciales como el agua, al medioambiente. "En ese caso no son unas vacaciones justas", explica el autor.
Pregunta. El libro ha salido a la venta casi al mismo tiempo que Venecia ha colocado tornos para los turistas. ?Es esa la soluci¨®n, n¨²meros clausus? ?Limitar el n¨²mero de camas? ?Cobrar una tasa m¨¢s elevada a los turistas?
Respuesta. No est¨¢ claro que haya una soluci¨®n, al menos no una concreta. Pero s¨ª parece evidente que lo de Venecia no lo es, porque ha conseguido molestar a todo el mundo, turistas y locales. Si las autoridades que gestionan el turismo en Venecia quisieran limitar las consecuencias de su masificaci¨®n, limitar¨ªan (o eliminar¨ªan) los cruceros, actuar¨ªan para frenar la multiplicaci¨®n de viviendas de uso tur¨ªstico, frenar¨ªan el aumento de alojamientos hoteleros¡ Es decir, apostar¨ªan por un turismo suficiente y rentable que deje dinero de verdad en la ciudad (y no en manos de multinacionales y fondos, como ocurre ahora) pero sin avasallar y expulsar a sus ciudadanos. Las soluciones, las que sean, deben ir por ah¨ª.
P. ?D¨®nde acaba el turismo razonable y donde empieza el que sobra?
R. El turismo razonable acaba donde empiezan los derechos de los habitantes de los territorios visitados y los derechos del propio territorio. Cuando nuestras vacaciones afectan al derecho a la vivienda, al descanso, al disfrute del espacio p¨²blico, al uso de recursos esenciales como el agua, al medioambiente, etc, no son vacaciones justas. Seguro que ninguno queremos que ir fastidiando por ah¨ª cuando viajamos pero como estamos de vacaciones es f¨¢cil que se nos olvide.
P. D¨ªgame si San Sebasti¨¢n es un ejemplo de ese turismo que ya no es agradable ni beneficioso.
R. San Sebasti¨¢n es una maravillosa ciudad de unos 200.000 habitantes que recibe 2.000.000 de visitantes al a?o, que tiene m¨¢s de 9.000 plazas de hotel (y prev¨¦ la construcci¨®n de muchas m¨¢s) con una ocupaci¨®n media del 70% y unas 7.500 plazas en viviendas de uso tur¨ªstico, y en la que el precio del alquiler convencional sube estrepitosamente, entre otras cosas por el desv¨ªo de la oferta al vacacional. El turismo supone en torno al 13% del PIB. Estos datos retratan un lugar que, si no lo est¨¢ ya, corre peligro de estar saturada. Pero yo no soy qui¨¦n para decirlo, eso lo tienen que decir los habitantes de la ciudad. San Sebasti¨¢n, en cualquier caso, es una ciudad hist¨®ricamente dedicada al turismo, la primera en Espa?a all¨¢ por el XIX, pero este tercer bum tur¨ªstico de estos tiempos es otra cosa, va muy r¨¢pido y mueve miles de millones de gentes. Hay que estar prevenido para que no se desborde un lugar de un a?o a otro.
P. Haga un listado , por favor, de las razones que nos han llevado a los brotes de protesta contra el turismo en Catalu?a, Baleares o San Sebasti¨¢n del pasado verano.
R. La subida de los precios de los alquileres por el desv¨ªo de la oferta al vacacional (no es la ¨²nica raz¨®n para esta subida, pero s¨ª una de las importantes), la tardanza en la regulaci¨®n ante este asunto y la tibieza de las medidas, la barra casi libre para la construcci¨®n de hoteles, la transformaci¨®n de barrios y ciudades que antes ten¨ªan no solo una vida diversa sino una econom¨ªa diversa en lugares solo para los visitantes, el desplazamiento consiguiente de la poblaci¨®n, la falta de planificaci¨®n, las cuestiones de recursos y medioambientales, las invasiones del espacio p¨²blico, las calles convertidas en playas y discotecas¡
?P. Es decir, que usted cree que hay razones objetivas para la turismofobia¡
R. La turismofobia es la queja desesperada de un mont¨®n de gente cuyos derechos han sido obviados para ponerle la alfombra roja a un modelo tur¨ªstico del que, a pesar de lo que cuenta el relato oficial, no siempre la mayor¨ªa se ve beneficiada. ?Razones objetivas? No estoy seguro de que en el siglo XXI existan ni la raz¨®n ni la objetividad, pero creo que cuando muchos vecinos de distintos lugares se quejan por lo mismo, lo menos que se puede hacer es escuchar y tratar de entender.
P. ?Qu¨¦ papel juega el low cost en esta masificaci¨®n de los lugares de moda?
R. Mucho. El mundo es ya por fin un pa?uelo gracias a dos cosas: la tecnolog¨ªa y el precio. Tenemos casi cualquier destino a nuestro alcance en un clic y por relativamente poco dinero. Y, adem¨¢s, tenemos la inquietud viajera transmitida no solo por la publicidad , sino a trav¨¦s de lo que compartimos cada uno en nuestras redes: maravillosos restaurantes, incre¨ªbles puestas de sol, fascinantes dedos de los pies ante una playa¡ Viajar es lo que hay que hacer, es sencillo y es barato, ?c¨®mo no lo vamos a hacer?
P. Pero por otra parte el low cost tambi¨¦n es una manera de socializar los viajes para personas con menos recursos, ?no?
R. Bueno, que las cosas sean m¨¢s baratas posibilita su acceso a m¨¢s gente, claro. En cualquier caso, no estar¨ªa mal recordar que detr¨¢s de cualquier precio low cost suele haber salarios low cost. Y otra cosa: hay mucha m¨¢s gente, no solo en el mundo, tambi¨¦n en nuestro pa¨ªs, que no puede viajar por motivos econ¨®micos. Y much¨ªsima que se ve forzada hacerlo, aunque lo tiene que hacer sin derechos.
P. ?Y las plataformas de internet? ?La masificaci¨®n del turismo en ciertos lugares es culpa de plataformas como Airbnb? ?De la televisi¨®n?
R. Ya lo hemos comentado antes, hay muchos factores: el precio, el acceso a todo que te da la tecnolog¨ªa, la facilidad de nuevas formas de contacto y alojamiento, la publicidad¡ Pero el asunto no es circunstancial, se est¨¢ potenciando el negocio porque, para algunos, lo es. El turismo, aunque es un sector dif¨ªcil de delimitar, es el cuarto mundial. El a?o pasado hubo 1300 millones de movimientos internacionales, r¨¦cord sobre el r¨¦cord de cada a?o anterior, y se prev¨¦ que vaya subiendo mucho m¨¢s.
P. El pasado julio 75.000 turistas subieron a San Juan de Gaztelugatxe. ?C¨®mo se puede parar esa peregrinaci¨®n?
R. No s¨¦, no veo ¡°Juego de tronos¡± as¨ª que no s¨¦ si podr¨ªa encargarse de ello un Lannister¡ La soluci¨®n est¨¢ en ese lugar complejo que respeta los intereses de los habitantes, de los visitantes y de la tierra misma. Ah¨ª deber¨ªan buscarla los que mandan.
P. ?Usted se considera un viajero o un turista?
R. Pues me da un poco de repel¨²s la diferencia. Creo que decirse viajero es ponerse en una situaci¨®n de superioridad moral y eso me aburre. Digamos que soy soltero y residente en Madrid.
P. ?Cu¨¢l es la diferencia? ?Es una cuesti¨®n de actitud?
R. Generalmente, la gente se considera a s¨ª misma viajera y a los dem¨¢s turistas. El infierno son los otros, ya se sabe.
P. Usted deja caer que cada vez hay m¨¢s ciudades en las que sus habitantes se sienten como extras de las pel¨ªculas que hacen los turistas con sus c¨¢maras.
R. S¨ª, as¨ª es. De hecho, que estemos hablando de esto de las consecuencias negativas del turismo es solo porque el turismo de masas ha llegado a las ciudades, que antes eran sobre todo origen, y no destino, de turistas. Ahora, los que sol¨ªamos ir de visita por ah¨ª, vemos algunas de las consecuencias de que vengan millones y nos molesta. Pero esto lleva siendo as¨ª muchos a?os en muchos sitios. Al ocurrir en ciudades donde las formas de ganarse la vida son diversas, hay sociedad civil organizada para protestar y medios de comunicaci¨®n para contarlo, las quejas tienen m¨¢s visibilidad. Pero las ha habido siempre.
P. ?Si pudiera viajar¨ªa a la luna o Marte?
R. Yo soy m¨¢s de ir a la playa o la monta?a con un libro y poca gente alrededor.
P. ?C¨®mo turista o como viajero?
R. Como lector y, a veces, como escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
Archivado En
- Turismofobia
- Turistificaci¨®n
- Escritores
- Pa¨ªs Vasco
- Turismo masivo
- Gentrificaci¨®n
- Econom¨ªa urbana
- Ciudades sostenibles
- Pol¨ªtica urban¨ªstica
- Televisi¨®n
- Turismo
- Desarrollo urbano
- Desarrollo sostenible
- Literatura
- Espa?a
- Pol¨ªtica
- Medios comunicaci¨®n
- Problemas sociales
- Econom¨ªa
- Urbanismo
- Cultura
- Comunicaci¨®n
- Sociedad
- Medio ambiente