Nombren a un presidente, y que sea Honorable
Hay que elegir a alquien que pueda entrar en cualquier sala de Palau, sentarse en el despacho presidencial, formar gobierno y representar a los catalanes con dignidad
Catalu?a est¨¢ agotada, furiosa, avergonzada, mareada, a punto de suicidarse o hasta las narices. Pueden escoger su estado de ¨¢nimo o a?adir un nuevo adjetivo que lo defina mejor. Y no me hablen de los presos ¡ªtema doloroso que habr¨¢ que resolver¡ª, porque ahora toca saber qui¨¦n manda y gobierna en lo que m¨¢s que un pa¨ªs parece un parque de atracciones. Vivimos la recta final de unos meses agotadores, en los que nos han presentado innumerables nombres ¡ªimposible recordarlos a todos¡ª para la Presidencia de la Generalitat. Y lo que asusta es escuchar a muchos catalanes decir que, con tal de poder gobernar y salir de la casa del terror, cualquier presidente nos vale. Aunque sea de barro, aunque sea un sof¨¢, da igual que no tenga m¨¦ritos para el cargo. Siento no estar de acuerdo. Creo que Catalu?a y sus instituciones merecen un presidente de verdad.
Tras el camino andado (que seguimos sin saber a d¨®nde nos lleva), gran parte de los ciudadanos de Catalu?a, como nos llam¨® al llegar de su exilio el president Josep Tarradellas, padecemos v¨¦rtigos cr¨®nicos. Necesitamos bajar de la noria pol¨ªtica, dejar de dar vueltas envueltos en lazos amarillos o rojigualdas y conseguir desactivar el 155; volver, aunque sea provisionalmente, a la gobernabilidad. Sabemos todos, incluso los m¨¢s creyentes independentistas o los nacionalistas de cualquier nueva rama ultraliberal, que Puigdemont no puede gobernar el pa¨ªs desde su cambiante exilio europeo. Solo puede, y consigue, hacer ruido y buscar el apoyo internacional. Sin embargo, su sombra acaba siempre por aparecer tras cualquier candidato, hombre o mujer, impidiendo tomar posesi¨®n a un pol¨ªtico (y alguno habr¨¢) suficientemente preparado.
Confieso que llevo d¨ªas so?ando que alguien aprieta el bot¨®n rojo de la noria ¡ªantes, todas las atracciones lo ten¨ªan¡ª y nos dejan, finalmente, bajar. Cuando era peque?a, subida en el arcaico artefacto de los feriantes que aparec¨ªan en las fiestas de Castelldefels, pensaba que mucho peor que caer al vac¨ªo ser¨ªa seguir para siempre en las alturas, sin avanzar hacia ninguna parte, meci¨¦ndome en la cestita.
Parece que ERC tambi¨¦n ha cre¨ªdo que convocar nuevas elecciones, d¨¢ndole una vuelta de tuerca m¨¢s a esta insufrible rueda, no iba a ayudar a nadie, ni siquiera a los presos y sus familias. Los que siempre fueron de izquierdas y republicanos han reclamado, y se disponen a pactar, un nombre que pueda ser investido para gobernar. ¡°Hasta aqu¨ª hemos llegado¡±, piensa una buena parte de los viejos o nuevos convergentes. Empieza a ser obvio que el soberanismo no va a querer jugar a la ruleta rusa y acabar peg¨¢ndose un tiro en el pie. Ser¨ªa lamentable, incluso rid¨ªculo. Si lo hacen, dif¨ªcilmente ampliar¨¢n la base social independentista actual (unos dos millones de personas); lo m¨¢s probable es acabar entregando m¨¢s votos a Ciudadanos en las siguientes elecciones.
Mientras escribo estas l¨ªneas falta poco para un desenlace que llega envuelto en decisiones judiciales y declaraciones pol¨ªticas a cual m¨¢s interesada. En medio de tanto, tanto ruido, solo cabe esperar que la mayor¨ªa del Parlament, que es quien tiene esa responsabilidad, consiga nombrar una persona con experiencia y m¨¦ritos para presidir el pa¨ªs. Alguien que pueda entrar en cualquier sala de Palau, sentarse en el despacho presidencial, formar gobierno (que no sea en la sombra) y representar a los catalanes con dignidad en Catalu?a y fuera de ella. No sirven figuras de cera. Como dec¨ªa Josep Tarradellas, ¡°hay que gobernar con autoridad¡±. Bien es cierto que su gobierno dur¨® poco, de 1977 a 1980, ya que los partidos catalanes de la transici¨®n ¡ªcon Jordi Pujol a la cabeza del nacionalismo conservador¡ª no aceptaron que liderara una candidatura conjunta en las primeras auton¨®micas de la democracia.
En esta encrucijada, cuando se han cumplido 40 a?os de la llegada de Tarradellas, es importante recordar a ese hombre de agudo sentido del humor y formas impecables. Tras 38 a?os de exilio, lleg¨® en junio de 1977 a Barajas, dispuesto a recuperar la Generalitat. Sali¨® del avi¨®n sonriente, de traje y corbata, dispuesto a hablar y pactar la restauraci¨®n de la Generalitat con Adolfo Su¨¢rez, centrista y ex falangista (¨¦se, s¨ª). Lo consigui¨®, ante el asombro y la admiraci¨®n de todos los espa?oles. La entrevista fue un desastre; a la salida, cuando los periodistas le preguntaron c¨®mo hab¨ªa ido, el pol¨ªtico catal¨¢n respondi¨®: ¡°Ha sido muy cordial, muy agradable¡±.
No consigui¨® que, en el comunicado de su llegada a Espa?a, le presentaran como presidente de la Generalitat, pero aceptaron que su nombre fuera precedido por la palabra ¡°Honorable¡±. Y todos los catalanes lo entendimos. Nos hab¨ªa devuelto Catalu?a. Hagan el favor, nombren a un presidente, pero que sea Honorable.
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