Patriotismo del bueno

El poder no cuenta con un muestrario muy amplio de colores. El hecho de ostentarlo imprime una suerte de car¨¢cter sacramental, que se resume en el recurso a la autodefensa a ultranza y al rodillo parlamentario para negarle el pan y la sal a la oposici¨®n. Hasta que el pujolismo perdi¨® sus mayor¨ªas absolutas, no se crearon comisiones de investigaci¨®n, algo que recuerda extraordinariamente la postura mantenida por el PP hasta esta legislatura. Esta actitud mim¨¦tica alcanza a la vida social y a la solidaridad grupal entre quienes ejercieron el poder. El reciente y entra?able homenaje de unas 300 personas al defraudador confeso Jordi Pujol retrotrae a mediados de los noventa, cuando el socialista Jos¨¦ Barrionuevo, que fuera ministro de Interior, era objeto de cenas de reconocimiento, tributadas por sus compa?eros de partido, cuando esperaba ser juzgado por su relaci¨®n con el terrorismo de Estado.

Cuando ETA golpeaba sin piedad, era de mal dem¨®crata criticar la existencia de torturas, malos tratos o terrorismo de Estado. Quienes levantaban la voz contra tales vulneraciones hac¨ªan el juego a los etarras. Hab¨ªa que cerrar filas con el Estado y parece que esa sigue siendo la prioridad. El a?o pasado, la Operaci¨®n Catalu?a ¡ªque salpic¨® a un ministro, a un responsable de la Oficina Antifraude de Catalu?a y a diversos mandos policiales¡ª, constituy¨® un buen ejemplo del uso torticero de recursos p¨²blicos para destruir al independentismo catal¨¢n por medios no ajustados a derecho.

En el terreno parlamentario y m¨¢s recientemente, no se exigieron responsabilidades, reprobaciones o por lo menos comparecencias a quienes ordenaron las cargas policiales contra los ciudadanos que votaron en la consulta del 1 de octubre en Catalu?a, tal como decidieron las tres grandes fuerzas mayoritarias (PP, Ciudadanos y PSOE) en el Congreso. A ello hay que a?adir, seg¨²n Amnist¨ªa Internacional, la ¡°obstrucci¨®n, falta de colaboraci¨®n o desinter¨¦s¡± con los tribunales por parte de la Fiscal¨ªa y del Ministerio de Interior para investigar los ¡°abusos¡± de las fuerzas de orden p¨²blico el 1-O.

En el extremo catal¨¢n del tablero, Junts per Catalunya, Esquerra y la CUP vetaron a principios de mayo la creaci¨®n de una comisi¨®n de investigaci¨®n sobre espionaje a opositores y sospechosos habituales por parte de los Mossos d¡¯Esquadra con el argumento de que ello alimentar¨ªa la guerra sucia contra la polic¨ªa catalana. Toda la oposici¨®n, desde el PP hasta Catalunya en Com¨², pasando por Ciudadanos y el PSC, quiso conocer ¡ªen vano¡ª qu¨¦ hab¨ªan investigado los Mossos. No se consider¨® oportuno. Deben ser cuestiones de Estado. O de estructuras de Estado.

Los hechos se desencadenaron cuando la Polic¨ªa Nacional se incaut¨® el pasado mes de octubre de 36 cajas con documentaci¨®n que los Mossos d¡¯Esquadra conduc¨ªan a la incineradora de Sant Adri¨¤ de Bes¨°s para ser destruidas. Los papeles en cuesti¨®n evidenciaban la actividad de los servicios de inteligencia de la polic¨ªa auton¨®mica: tareas de vigilancia, seguimientos, informes y an¨¢lisis de partidos pol¨ªticos, abogados o periodistas no afectos al proc¨¦s. Esos textos formaban parte de un fondo documental iniciado en 2011, cuando se intent¨® articular una especie de polic¨ªa patri¨®tica catalana.

En pleno apogeo del movimiento del 15-M, el entonces consejero Felip Puig cre¨® la Comisar¨ªa General de Informaci¨®n que comenz¨® centrando sus esfuerzos en los radicales habituales ¡ªanarquistas y movimientos sociales¡ª y acab¨® de afinarse con el proc¨¦s, ya que los documentos incautados llegan hasta 2017. En el informe remitido por la Polic¨ªa Nacional a la jueza Carmen Lamela se citan nombres y circunstancias cuya lectura no resulta precisamente edificante.

Cuando lleg¨® el tsunami del proc¨¦s, el discurso independentista sosten¨ªa que est¨¢bamos ante un movimiento que part¨ªa de abajo, sin l¨ªmites pol¨ªticos. Se trataba, seg¨²n el relato oficial, de pasar p¨¢gina de la transici¨®n y de que fuera el pueblo de Catalu?a el que escribiera lo que quisiera en la p¨¢gina en blanco de la independencia. La realidad ha sido muy distinta. La suspendida ley de Transitoriedad Nacional daba alas a un complejo y discutible sistema de elecci¨®n de jueces que no era un ejemplo de separaci¨®n de poderes.

El nacionalismo tiende a anatemizar al disidente, a quien pone en duda grandes verdades. En Catalu?a, no resulta tranquilizador ¡ªpor decir algo¡ª la visi¨®n supremacista y de tintes xen¨®fobos que acredita la trayectoria de Quim Torra, ungido por Carles Puigdemont para sucederle al frente de la Generalitat. Con estos mimbres, si la independencia llegara no faltar¨ªan voluntarios dispuestos a construir las cloacas de nuestro Estado propio. Ese ser¨ªa patriotismo del bueno.