Censura y declaraci¨®n de ruina
En la delicada situaci¨®n que vive Espa?a, con un nivel importante de malestar social, ?puede seguir Rajoy ah¨ª como si no hubiera pasado nada?
Con la primera sentencia del caso G¨¹rtel, ya nadie puede negar la evidencia: Espa?a vive una profunda crisis pol¨ªtica. La corrupci¨®n y la cuesti¨®n catalana han dejado la agenda en manos de los jueces. Es lo que ocurre cuando la pol¨ªtica no funciona. Doce horas dur¨® el alivio del PP por haber salvado los presupuestos. Hoy ya nadie se acuerda. Se ha vuelto a encender la cruz que Rajoy lleva sobre sus espaldas desde la explosi¨®n del caso B¨¢rcenas en 2013. La corrupci¨®n llegaba al coraz¨®n del partido de la mano de su tesorero, en tiempos en que Rajoy era su jefe directo, primero como secretario general, despu¨¦s como presidente. Nunca asumi¨® la responsabilidad pol¨ªtica. En aquel momento se dijo que, con Espa?a en v¨ªas de intervenci¨®n por la crisis econ¨®mica, una crisis pol¨ªtica s¨®lo podr¨ªa agravar las cosas. Pero Rajoy qued¨® marcado para siempre, y el partido perdi¨® cualquier credibilidad en la lucha contra la corrupci¨®n. Ahora, la sentencia G¨¹rtel es la declaraci¨®n de ruina del edificio PP.
¡°Corrupci¨®n institucional¡± del partido, financiaci¨®n ilegal durante d¨¦cadas, estructura de colaboraci¨®n estable entre Correa y el PP ¡°con dominio de hecho sobre la contrataci¨®n p¨²blica¡±, donaciones a cambio de adjudicaciones, sobresueldos, son algunas de las conclusiones de una sentencia que, adem¨¢s, pone en duda la credibilidad de la declaraci¨®n de Rajoy como testigo y pronuncia la condena judicial del partido. Rajoy toca fondo: de la mayor¨ªa absoluta hasta aqu¨ª el balance es estremecedor. Se ha cargado al PP: pasando de una indiscutible hegemon¨ªa pol¨ªtica e ideol¨®gica a ver seriamente amenazada su condici¨®n de primera fuerza de la derecha. Ha sido incapaz en cinco a?os de resolver pol¨ªticamente la crisis catalana, en un ejercicio doble de dejadez: inacci¨®n pol¨ªtica y subrogaci¨®n de responsabilidades en los juzgados sin reparar en el deterioro institucional que pod¨ªa producirse. Ha tenido el triste honor de ser el primer presidente en recurrir al art¨ªculo 155 de la Constituci¨®n para contener un problema que no supo afrontar. Y ha ido desapareciendo de la escena europea colocando a Espa?a en un papel perfectamente secundario. La sentencia de la G¨¹rtel confirma todas las sospechas sobre corrupci¨®n del PP. Y s¨®lo es el comienzo. Papeles de B¨¢rcenas, reforma de la sede de G¨¦nova, visita del Papa en 2006, P¨²nica, Lezo, Pokemon, Rato y un largo etc¨¦tera de casos que ser¨¢n noticia judicial en los pr¨®ximos meses.
En la delicada situaci¨®n que vive Espa?a, con un nivel importante de malestar social, con se?ales de deterioro democr¨¢tico y con un conflicto territorial que requiere autoridad y reconocimiento para encauzarlo, ?puede seguir Rajoy ah¨ª como si no hubiera pasado nada? La respuesta la tendr¨ªa que dar el propio presidente asumiendo su responsabilidad y dando paso a otras personas. Y dado que la ley permite presentar candidatos a la presidencia del gobierno que no sean parlamentarios, igual el PP encontraba fuera un mirlo blanco que, ante la debilidad de sus adversarios, la diera una ¨²ltima oportunidad. Pero lo m¨¢s probable es que Rajoy no se mueva, es su car¨¢cter.
El caso G¨¹rtel y el gobierno por lo menos se tocan en tres puntos: el gobierno es del partido que, seg¨²n da por probado el tribunal ten¨ªa una estructura financiera y contable paralela a la oficial; su presidente ya era jefe cuando ocurrieron los hechos; y los jueces consideran que el testimonio de Rajoy no es veros¨ªmil, condicionado por el miedo al reproche social. ?Les parece poco?
Pedro S¨¢nchez, anticip¨¢ndose a todos, ha dado el paso: el PSOE presenta la moci¨®n de censura. Abandona as¨ª el ominoso papel subalterno que le hab¨ªa convertido en invisible. Podemos ya ha anunciado que le apoyar¨¢. Al PSOE la ca¨ªda del cielo una oportunidad y es de buen sentido intentar aprovecharla. Ser¨ªa penoso que el paso se diera pensando en que no prospere, estricto gesto testimonial para dejar en evidencia a los dem¨¢s. Ganarla, con un soporte parlamentario precario e inestable, es un riesgo, pero es en estas circunstancias que los l¨ªderes demuestran su talla. Albert Rivera tiene que dejar de lado la frivolidad patriotera en la que tanto se gusta, para demostrar su sentido institucional. Pero dudo de que Ciudadanos deje al PP s¨®lo, la solidaridad de la derecha nunca falla. Y es previsible que se acojan a la crisis catalana para salvar una vez m¨¢s al descalabrado presidente. Pero esta vez no hay coartada que valga.
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