Proletarios
La pol¨¦mica en la que se ha visto envuelta la c¨²pula de Podemos tiene m¨¢s de controvertida por lo dicho que por lo hecho
"Proletarios del mundo, un¨ªos" clama Karl Marx desde su pedestal en el centro de Mosc¨². Y los ciudadanos pasan de largo para ir a comprar a las tiendas m¨¢s exclusivas de la zona, compendio de las marcas m¨¢s simb¨®licas del capitalismo m¨¢s consumista en la ciudad m¨¢s ferozmente reconvertida. A unos cien metros, la hist¨®rica sede de la KGB, el ojo que todo lo ve. Aquello y esto. Imagen y descripci¨®n de un momento en el que pocos quieren saberse proletarios y quienes dicen luchar por ellos y por sus derechos acaban preguntando a sus bases si pueden sellar el trato hipotecario que les permite acceder a un chalet con piscina en la sierra. Pablo Iglesias e Irene Montero. Falsa consulta.
Todo quedar¨ªa en mera an¨¦cdota contradictoria, como contradictorios han sido algunos de los l¨ªderes comunistas entre nosotros y contradictorio el comportamiento del comunismo hist¨®ricamente, si los que se han cre¨ªdo que tienen poder de decisi¨®n les hubieran negado el beneficio inmobiliario. Pero no. Se lo han concedido, como supuestamente se lo conced¨ªan a los miembros de la Nomenklatura sovi¨¦tica, porque defender al pueblo unido requiere de una dosis de representatividad que exige un determinado nivel. De una imagen de liderazgo que obliga a un m¨ªnimo de obligaciones que hay que cumplir aunque no gusten. Una especie de sacrificio para y por la causa. Un engorro, supuestamente.
As¨ª se hubiera defendido en otras ¨¦pocas y otros lugares donde la idolatr¨ªa al l¨ªder fue una constante incoherencia con la norma ideol¨®gica que lo prohib¨ªa. Pero ahora las cosas se ven de manera distinta. De entrada porque anhelar un estadio superior es motor de productividad, pertenecer a la clase media es sin¨®nimo de ascenso social y tener un apartamento en la playa o un segundo piso adquirido como inversi¨®n para complementar la magra pensi¨®n de jubilaci¨®n, un martilleo constante de publicidad y propaganda que ha hecho mella en la poblaci¨®n de la que m¨¢s del 60% se considera de clase media. Y que as¨ª quiere disfrutarlo desde los tiempos en los que el apartamento en Torrevieja, Alicante, era uno de los alicientes del "Un, dos, tres".
Proletario. Ya ni la palabra describe lo que realmente significa. Porque un joven inform¨¢ticamente preparado que trabaja como aut¨®nomo, creando aplicaciones o facilitando servicios a las empresas ?se considera a s¨ª mismo un proletario? S¨ª, de acuerdo, arrienda la fuerza de su conocimiento, su capacidad t¨¦cnica, pero lo hace con unas herramientas que le son tan propias mec¨¢nicamente como por pertenencia.
Puestos a revisarlo todo, ahora sabemos que ni siquiera Karl Marx predic¨® con el ejemplo. Casado con una hija de la aristocracia, la pobreza le acorralaba con frecuencia porque viv¨ªa m¨¢s de las apariencias que de sus posibilidades. Una vida burguesa de escaparate que manten¨ªa gracias a las fluidas ayudas econ¨®micas de su amigo Frederick Engels, industrial acomodado. Tan dominador era el padre de El Capital, que ejerc¨ªa una absoluta voluntad de control sobre su familia hasta el extremo de negarle a una de sus hijas una relaci¨®n sentimental con un comunero franc¨¦s. Quer¨ªa para ella a alguien con mejor posici¨®n. La chica no le hizo caso y se march¨® para poder ser feliz con el hombre que quer¨ªa pero la larga mano de la madre convirti¨® en amor frustrado lo que pretend¨ªa ser un amor vivido. (Gared Stedmasn Jones. Karl Marx. Ilusi¨®n y grandeza).
?Fue eso lo que inspir¨® a los comunistas espa?oles durante la guerra a negarle a Dolores Ib¨¢rruri la posibilidad de divorciarse del hombre al que detestaba para compartir su vida con el joven al que realmente deseaba? Por separado les mandaron al exilio de Mosc¨² con la voluntad de mantener el icono de La Pasionaria como la virgen laica que no quer¨ªa ser. Iron¨ªas del destino, como se?alaba Almudena Grandes en su aplaudida In¨¦s y la alegr¨ªa.
Es evidente que la pol¨¦mica en la que se ha visto envuelta la c¨²pula de Podemos tiene m¨¢s de controvertida por lo dicho que por lo hecho, por lo recriminado a los otros que por lo practicado por ellos mismos. Tan evidente, como que este ser¨¢ a partir de ahora su tal¨®n de Aquiles en los debates parlamentarios y televisivos. Porque la incoherencia, o lo que se entiende por ella, es siempre la paja en el ojo ajeno. La artiller¨ªa que la derecha sabe usar sin contemplaciones y la izquierda con remilgos. Lo veremos y escucharemos en la sesi¨®n de moci¨®n de censura de los pr¨®ximos d¨ªas. Est¨¢ cantado. Como lo est¨¢ la progresiva puesta en duda del papel adecuado de la justicia por parte del PP ahora que la sentencia G¨¹rtel ha desnudado sus intereses m¨¢s interesados. Ya se lo ha preguntado la Sra. Cospedal: ?los jueces son infalibles? Ella, que como devota deber¨ªa saber que ya ni el Papa lo es.
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