Eres lo que tuiteas
Tener hoy una cierta relevancia p¨²blica equivale no solo a medir tus palabras actuales sino a revisar todo tu pasado auto-descrito aprovechable por los censores de la vida para descuartizarte los higadillos
Las redes sociales son ya nuestro curr¨ªculum. De poco o nada sirven las experiencias profesionales o las aptitudes personales ante lo que otros recuperan de la cuenta que usamos habitualmente.
Primero fue Facebook la consultada por los departamentos de recursos humanos de las empresas. Muchos candidatos a puestos de responsabilidad eran descartados en el ¨²ltimo tr¨¢mite por una fotograf¨ªa provocativa o una declaraci¨®n indecente, por evocar con los colegas una noche de juerga o por vacilar con los amigos sobre otras situaciones l¨ªmite. Un riesgo que los directivos reconvert¨ªan en una se?al alarmante del aspirante a un cargo destacado. La creciente popularidad de Twitter, Instagram o ahora Snapchat ha ido sumando activos demoledores para los rastreadores de perfiles que han dejado al icono de Mark Zuckerberg frente a sus propios leones descontrolados: sus clientes. Y as¨ª se las ve ahora aquel programador estadounidense que cre¨® su m¨¢s exitosa producci¨®n para poder ligar. Detalle significativo que ayuda a entender algunas cosas.
As¨ª, entre nosotros, mientras Facebook se mantiene como l¨ªder indiscutible en n¨²mero de seguidores ¡ª23 millones¡ª pero retrocede lentamente, Twitter sube y se alza como la red m¨¢s activa y demoledora a pesar de contar con s¨®lo cinco millones de perfiles en Espa?a. A la vista de lo muy activistas que algunos de ellos se han convertido, todo invita a deducir que su influencia es m¨¢s que significativa. Como ejemplo inicial sirva el breve fichaje de Sergi Guardiola por el Bar?a B en 2015. Fue de s¨®lo unas horas. Las suficientes para descubrir que en un mensaje de dos a?os antes y con menos de 140 caracteres hab¨ªa ofendido a cul¨¦s y catalanes en general con la misma incontinencia escrita que m¨¢s de uno lo gritar¨ªa en la barra de un bar o en el banco p¨²blico de la plaza del pueblo.
De aquella an¨¦cdota inici¨¢tica al nombramiento de los ministros del gobierno S¨¢nchez ha pasado el tiempo suficiente para darse cuenta de c¨®mo est¨¢ el patio. En medio, todo lo que se ha dicho de ¨¦ste o de aquel personaje popular, alguno incluso dado falsamente por muerto, o lo que se utiliza como munici¨®n pol¨ªtica para condicionar decisiones o amonestar a disidentes y amenazar a contrarios.
Es cierto que esta parte negativa del uso de las redes sociales contrasta con la buena utilizaci¨®n que se hace de ellas en todos los sentidos. Sin su existencia no se hubieran evitado graves da?os y peores consecuencias de actividades tan perjudiciales a nivel individual como terribles a escala colectiva. Hoy sabemos que un mensaje en el muro puede salvar una vida y un tweet poner en marcha un dispositivo de seguridad.
Lo que se destaca de esas redes no obstante, es lo que Bill Clinton describe en su novela El Presidente ha desaparecido como ¡°gratificaciones instant¨¢neas¡±. ¡°Utilizamos tecnolog¨ªa moderna para volver a formas primitivas de relaci¨®n humana¡±. Y el expresidente norteamericano a?ade: ¡°Con frecuencia la rabia funciona mejor que las respuestas; el resentimiento mejor que la raz¨®n; las emociones triunfan sobre los hechos demostrables. Sueltas con desd¨¦n una frase ingeniosa e hip¨®critamente beat¨ªfica, y por muy falsa que sea, la gente en seguida piensa que hablas claro, mientras que respuestas bien argumentadas se consideran demasiado preparadas, fingidas¡±.
Por eso Twitter delata quien eres en realidad. Lo sabe bien el President de la Generalitat a quien le han atribuido la personalidad que emana de sus mensajes aireados y que condicionan tanto su trabajo como su credibilidad. Y que por mucho que se esfuerce en insistir que el suyo ser¨¢ el govern de todos los catalanes, el recelo provocado por sus intemperancias anteriores incita a la mitad del pa¨ªs a dudarlo cuando no a mostrarse esc¨¦ptico o insensible. Por lo menos de momento.
Y qu¨¦ decir de la campa?a del independentismo a trav¨¦s de las redes contra Josep Borrell, con Puigdemont a la cabeza, o la iniciada por los cr¨ªticos reactivos en el mismo instante de conocerse su acceso al Ministerio de Cultura de M¨¤xim Huerta incidiendo tanto en su vida televisiva como en sus arranques tuiteros o su desconocimiento del deporte.
Es obvio que vivimos una suerte desigual. Tener hoy una cierta relevancia p¨²blica equivale no solo a medir tus palabras actuales sino a revisar todo tu pasado auto-descrito aprovechable por los censores de la vida para descuartizarte los higadillos. La mayor¨ªa de las veces desde la impunidad que da la coraza del pseud¨®nimo. Eso tendr¨ªa la misma importancia que las cartas an¨®nimas de anta?o, ninguna, si no fuera por la amplificaci¨®n que se obtiene a trav¨¦s de algunos medios de comunicaci¨®n digitales que han obligado a actualizar su mirada a los convencionales que acaban jugando con lo que los acad¨¦micos llaman "falsa equivalencia". Eso es, que la fortaleza de una monta?a se compensa con un grano de arena. El grano que mata.
Josep Cun¨ª es periodista.
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