El asesino que se chupa el dedo cuando est¨¢ nervioso
Los forenses describen al principal acusado por la muerte de Martin Verfondern como un hombre con retraso leve, influenciable y explosivo, que distingue el bien del mal pero no calcula las consecuencias
Sentado detr¨¢s de su cayado y sus gafas de culo de vaso, Manuel Rodr¨ªguez observaba el territorio de Santoalla, del que se sent¨ªa amo y se?or, desde su altar invisible de "jefe del clan". As¨ª se lo describ¨ªa a una amiga Martin Verfondern antes de morir supuestamente a manos de alguno de los hijos de Manuel: "Son un clan y El Gafas es el jefe del clan". "Era un hombre muy viejo que estaba un poco loco", recuerda ahora en el juicio por la muerte del holand¨¦s de Pet¨ªn su viuda Margo Pool. A Manuel, recientemente fallecido de muerte natural, la v¨ªctima sol¨ªa definirlo como "fascista", "Sadam" o "peque?o Gadafi" y clamaba a los cuatro vientos, sin que las autoridades le hicieran caso, contra el "terrorismo rural" que impon¨ªa el anciano nativo en la remota aldea que compart¨ªan. Manuel y Jovita, ahora tambi¨¦n difunta, eran los padres de cuatro varones, entre ellos Juan Carlos y Julio Rodr¨ªguez, los dos acusados por el asesinato de Martin Verfondern en enero de 2010. En octubre de 2014, Juan Carlos cont¨® en un paseo en coche con la Guardia Civil que ¨¦l hab¨ªa disparado: "Cog¨ª la escopeta. Bum, Bum. Me escond¨ª y que me busquen". En sus ¨²ltimos meses de vida, Verfondern intu¨ªa que su pleito judicial contra O Gafas por los derechos del monte comunal iban a precipitar su fin. Y que la muerte le iba a llegar de la mano de Carlos. En septiembre de 2009, el asesinado relataba a EL PA?S: "Tiene el cerebro de un ni?o de 10 a?os, cuando se pone nervioso grita 'voy a coger el rifle".
Una d¨¦cada antes, O Gafas hab¨ªa impuesto su veto a unos cazadores con los que hasta aquel momento ten¨ªa una relaci¨®n cort¨¦s. El grupo sol¨ªa ir los domingos alternos a Santoalla (Pet¨ªn, Ourense), y en una de las visitas Manuel Rodr¨ªguez les neg¨® el saludo. Uno de ellos se acerc¨® a preguntarle qu¨¦ le pasaba. Y el anciano se?or de la monta?a le respondi¨®: "Buena la hiciste". Lo acusaba de haberle frustrado la venta de una propiedad en la comarca de Valdeorras. El hombre solamente le hab¨ªa recomendado al comprador que antes de firmar se asegurase de que la vivienda estaba libre de cargas. "Resulta que ten¨ªa tres hipotecas", ha explicado en el juicio del crimen de Pet¨ªn el cazador. A los pocos d¨ªas de aquel ¨¢spero encuentro, Juan Carlos, el hijo menor y discapacitado de O Gafas, se le apareci¨® repentinamente en el monte al cazador y le puso la escopeta en el pecho. A pesar de que hab¨ªan comprado una caba?a en el lugar, ni ¨¦l ni sus tres amigos volvieron por la aldea.
Desde diciembre de 2014, tras aparecer en un solitario pinar los huesos de Verfondern y confesar el crimen, Juan Carlos Rodr¨ªguez cumple prisi¨®n provisional en la c¨¢rcel ourensana de Pereiro de Aguiar. Su hermano mayor, tambi¨¦n implicado en el suceso, sigue libre a la espera de la sentencia. Atendiendo a su "retraso leve", una discapacidad del 65%, el fiscal pide para el primero 17 a?os. Para el segundo, Julio, ofrece dos opciones: o bien fue encubridor y solo se encarg¨® de esconder el cad¨¢ver, o bien orquest¨® el plan y aleccion¨® a su hermano previamente para que disparase al holand¨¦s aquel 19 de enero de 2010. El abogado de Julio basa su defensa en la supuesta incapacidad de Carlos de recordar y cumplir encargos hechos el d¨ªa anterior. Y hoy, en la tercera sesi¨®n del juicio, han participado forenses y psic¨®logos, adem¨¢s de terapeutas de una ONG que trabaja en la prisi¨®n, para dibujar el alma del preso de Santoalla ante el jurado popular. Los especialistas creen que el hermano menor "no tiene esa capacidad de planificaci¨®n" que requerir¨ªa el haber matado a Martin Verfondern "por encargo", pero puntualizan: "Eso no quita que no estuviera condicionado" para cometer el crimen.
Juan Carlos tiene un cociente intelectual de 64, la psic¨®loga del Imelga (Instituto de Medicina Legal de Galicia) ha explicado que le falta un punto para llegar a "border line". Es retra¨ªdo, apenas acierta a hilvanar las frases y cuando siente temor, timidez o nerviosismo puede, seg¨²n los terapeutas de la c¨¢rcel, buscar protecci¨®n en quien conf¨ªa y "chuparse el dedo". En otros momentos, sin embargo, seg¨²n los forenses judiciales ante situaciones que no controla puede tomar decisiones "impulsivas" e "inmediatas". Y pese a distinguir "el bien del mal" puede acabar "explotando" sin "premeditar" ni "calcular las consecuencias de sus actos".
Carlos es, adem¨¢s, muy "influenciable" por las personas a las que tiene como "referentes", principalmente su familia m¨¢s pr¨®xima, su padre y su madre, con los que viv¨ªa desde la infancia en aquella aldea aislada a la que en 1997 arribaron unos vecinos, el matrimonio holand¨¦s, para quedarse. Aunque puede tomar "decisiones a bote pronto", normalmente "act¨²a guiado" y es capaz de aprender trabajos con la repetici¨®n. Pero "estas personas no tienen capacidad para entender las met¨¢foras", han advertido tambi¨¦n los m¨¦dicos Julio Jim¨¦nez y Manuel Avenda?o: frases como "hay que matarlo" pueden "entenderlas de forma literal".
Aunque no ten¨ªa licencia, el hijo peque?o de O Gafas estaba acostumbrado a las armas, m¨¢s de una docena en su familia. Se le o¨ªa a lo lejos pegar tiros y paseaba con una escopeta al hombro. Para estos m¨¦dicos que firman el informe pericial del sumario, la muerte que se le imputa es perfectamente compatible con su minusval¨ªa ps¨ªquica "leve":? "Su disfunci¨®n intelectual le permite comprender un hecho, la maldad de ese hecho, y ejecutarlo". "Cualquier persona normal sopesa y sabe lo que puede pasarle" si reacciona violentamente, pero Juan Carlos Rodr¨ªguez no. "Da igual que viva en Santoalla" sin relacionarse y sin est¨ªmulos adecuados, que "en la capital de Ourense, en Madrid o en Massachusetts", han zanjado los forenses del Imelga ante las reiteradas preguntas de las partes y del presidente del tribunal: "La impulsibilidad va a estar presente en cualquier ambiente".
No obstante, en el certificado de discapacidad emitido por la Xunta de Galicia sobre el acusado del disparo que acab¨® con la vida de Verfondern a su minusval¨ªa del 58% se le suman otros siete puntos porcentuales, hasta el 65%, por su "entorno social". Los terapeutas que trabajan con ¨¦l cada jueves en el centro penitenciario lo describen como "infantil" y retra¨ªdo, pero capaz de "aprender y evolucionar", de tal manera que ahora se encarga ¨¦l solo de "regar el peque?o jard¨ªn de la enfermer¨ªa de la prisi¨®n", donde sigue interno desde el principio. "Cuando decid¨ª que participase en un grupo, el contacto con los otros presos lo puso nervioso", ha contado el voluntario de la ONG que m¨¢s trabaja con ¨¦l. "Se arrimaba a m¨ª y se chupaba el dedo".
"?Pero si ustedes le insisten a diario en que tiene que ponerse una camiseta roja, ¨¦l la pone?", le ha planteado a los terapeutas el fiscal, Miguel ?ngel Ruiz, aprovechando que el recluso acud¨ªa hoy al juicio vestido de ese color. "?Y si est¨¢ acostumbrado a que le insistan en que 'hay que disparar, hay que disparar', y esta es una actividad mec¨¢nica que controla, ¨¦l puede hacerla?".
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