?Es posible negociar?
En Catalu?a si hay alguna autoridad moral para un repliegue ordenado est¨¢ en la c¨¢rcel
Desde que Pedro S¨¢nchez alcanz¨® la presidencia se habla mucho de negociaci¨®n. La salida del PP del gobierno -es decir, de la indolencia de Rajoy y de la arrogancia de sus portavoces- y el descoloque de Ciudadanos -que se ha quedado mudo despu¨¦s de que el actual presidente les rompiera la cintura con el regate de la moci¨®n de censura- ha hecho que bajaran los decibelios en la escena pol¨ªtica y cundiera la idea de oportunidad para el di¨¢logo y la negociaci¨®n.
Afortunadamente, hay conciencia de la dificultad: el propio presidente S¨¢nchez ha advertido que es una cuesti¨®n de a?os o incluso de una d¨¦cada. Y cualquiera que observe el panorama con m¨ªnima objetividad sabe que el camino est¨¢ lleno de obst¨¢culos como muros. Est¨¢n evidentemente las prisiones: todo el mundo sabe que no es f¨¢cil promover atajos en la v¨ªa judicial y est¨¢ claro que si hay en Catalu?a un sentimiento transversal, que trasciende el eje soberanismo-constitucionalismo, es la sensaci¨®n de que es injusto que los dirigentes independentistas est¨¦n en la c¨¢rcel. Y est¨¢ la enorme dificultad de aterrizaje del independentismo despu¨¦s de que pretendiendo ir m¨¢s all¨¢ de sus posibilidades se estrellar¨¢ en una proclamaci¨®n de la Rep¨²blica que no dur¨® ni el tiempo de anunciarla.
El origen de cada una de los interlocutores tampoco lo pone f¨¢cil, pero al mismo tiempo dar¨ªa legitimidad a un acuerdo. El gobierno de Pedro S¨¢nchez viene del grupo promotor de la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 y acompa?¨® en todo el proceso al expresidente asumiendo la estrategia de judicializaci¨®n del proceso. El gobierno de Torra -aunque cada d¨ªa con la boca un poco m¨¢s peque?a- pretende asentar su legitimidad en la figura de Carles Puigdemont. Y presa de su propia estrategia de alimentar ilusiones que no estaban a su alcance -la Rep¨²blica- mantiene apelaciones permanentes al mandato del 1-O que es un gran icono del independentismo pero no es fuente de legitimidad real.
Por lo dem¨¢s, las dos estrategias del independentismo: la que asume los l¨ªmites y la que sigue siendo partidaria de la confrontaci¨®n a la espera que un nuevo hito conduzca al salto definitivo, conviven a trancas y barrancas evocando el programa de m¨¢ximos para mantener encuadrados a los sectores m¨¢s radicales. Y aunque el PP -que al perder al poder se ha visto que estaba desnudo- y Ciudadanos -que est¨¢ despertando del susto de la moci¨®n de censura- ahora est¨¢n m¨¢s bien calladitos, volver¨¢n al ruido r¨¢pidamente. Ciudadanos porque no le queda otra que retomar el discurso que le dio vida: vanguardia intransigente contra el soberanismo catal¨¢n. Y el PP porque cuando salga del desbarajuste tendr¨¢ prisa por poner las cosas dif¨ªciles al PSOE.
El presidente S¨¢nchez insiste en su actitud de no buscar motivos para la confrontaci¨®n y el presidente Torra apela a la negociaci¨®n sin condiciones, aunque a continuaci¨®n despliega el discurso de los fundamentales. ?Es realmente posible una negociaci¨®n entre el gobierno catal¨¢n y el gobierno espa?ol? Aunque digan que se puede hablar de todo, S¨¢nchez y Torra han marcado sus l¨ªneas rojas. El presidente espa?ol dice que el l¨ªmite es la Constituci¨®n, el presidente catal¨¢n habla de un refer¨¦ndum pactado. La Constituci¨®n es reformable por definici¨®n y el refer¨¦ndum si realmente hay voluntad de pactarlo no predetermina ni el momento, ni el contenido. Si estos fueran realmente los l¨ªmites de partida, habr¨ªa margen.
Pero tengo para m¨ª que el problema no est¨¢ en los l¨ªmites: est¨¢ en la autoridad. Entrar en una negociaci¨®n de verdad significa que el gobierno espa?ol reconoce al independentismo y que el gobierno catal¨¢n acepta que su programa de m¨¢ximos no est¨¢ en el orden del d¨ªa. Negociar es hacer transacciones y tener autoridad para que los tuyos las acepten. Desde luego, en Catalu?a si hay alguna autoridad moral para un repliegue ordenado est¨¢ en la c¨¢rcel (no tengo reparo en ponerle nombres: Oriol Junqueras o Jordi S¨¢nchez) Y por el lado del gobierno espa?ol, que en tanto que es el m¨¢s fuerte es quien tiene la responsabilidad principal para buscar un acuerdo, cuesta imaginar que el presidente S¨¢nchez tenga autoridad suficiente para encuadrar a los dem¨¢s partidos en torno suyo. Y, sin embargo, me resisto a asumir el fatalismo de los que piensan que es necesario que siga subiendo el fango para que unos y otros decidan arremangarse. Por el camino, todo es susceptible de empeorar.
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