¡°Intentamos reflejar el dolor con delicadeza¡±
David Armengou, fot¨®grafo a tiempo parcial, relata c¨®mo tom¨® junto a Marcela Miret las primeras im¨¢genes de los atentados
¡°La verdad es que no sab¨ªamos que iba a pasar: si iba a explotar la furgoneta; si iba a venir otra, si iba a salir un hombre con un fusil. Pero no, no tuve miedo. Nos pusimos en cuclillas, aqu¨ª, en Las Ramblas, justo a la altura de Pintor Fortuny, Marcela Miret, mi compa?era de trabajo, y yo, codo con codo, y cada uno con su c¨¢mara disparamos las fotos. Pam, pam, pam, pam.Una docena de veces. No m¨¢s. Estuvimos 45 segundos o un minuto como m¨¢ximo. La polic¨ªa, con pistolas, empezaba a cercar la zona y no nos dijo nada. Los que estaban atendiendo a uno de los heridos, nos miraron desafiantes como diciendo: '?Tendr¨¢s valor de hacer una foto y no venir a ayudar? ?Ahora? ?Aqu¨ª? ?Tendr¨¢s valor?'.
Un trabajo que vali¨® el Ortega y Gasset
David Armengou, de 52 a?os, de Barcelona, compagina su empleo en una f¨¢brica del sector del metal con la de fot¨®grafo a tiempo parcial. El 17 de agosto se lanz¨® junto a su compa?era de trabajo Marcela Miret, argentina y ahora en su pa¨ªs, hacia La Rambla. Son coautores y sus fotos, firmadas Armengou-Miret fotograf¨ªa, le han valido el Premio Ortega y Gasset. Tiene muchas m¨¢s. No saldr¨¢n a la luz para evitar un dolor innecesario. Se quedar¨¢n en su archivo.
Pero yo soy un fot¨®grafo y un fot¨®grafo lo que hace es comunicar. Quer¨ªamos tomar esas im¨¢genes para enseguida divulgarlas y que todo el mundo supiera lo que hab¨ªa pasado. All¨ª mismo, borre unas fotos de una se?ora que estaba llorando junto a su marido. Me lo pidi¨® y delante de ella las elimin¨¦. Hay muchas que no saldr¨¢n a la luz y se quedar¨¢n en mi archivo. Vimos a seis o siete personas en el suelo. Iba con un tele 200 y no con un gran angular. La furgoneta se intu¨ªa. Fuimos muy selectivos y las miramos con mimo para que dentro del dolor se hiciera con la m¨¢xima delicadeza posible. Las envi¨¦ a Efe casi sin editar.
Todo fue r¨¢pido. Pas¨® a las 17.00 horas de un d¨ªa 17 de 2017. No me parece casual. Era mi primer d¨ªa de vacaciones de mi trabajo en la f¨¢brica y estaba con Marcela haciendo fotos en un hotel para hacer un mailing. O¨ªmos un estruendo, salimos a la calle y vimos como desde La Rambla la gente ven¨ªa corriendo en estampida, a contracorriente. Ella me dijo: 'Vamos, David, vamos'. Y yo: 'No, no, no seas loca'. Pero segundos despu¨¦s ya est¨¢bamos all¨ª. Tras hacer las fotos, entramos en un hotel de las Ramblas y busqu¨¦ desesperado a un directivo para que nos dejara un ordenador. Se neg¨®. Volvimos a otro y esta vez s¨ª. Tengo experiencia en trabajar con ONG para recaudar alimentos y s¨¦ a qu¨¦ departamentos de marketing y log¨ªstica llamar. No conoc¨ªa a nadie y contact¨¦ con gr¨¢ficos de Efe. Las descargamos y a las 18.00 ya las ten¨ªan. Cuando los periodistas llegaban, ya hab¨ªamos acabado.
Por la noche, en mi casa, empez¨® otro episodio. No hab¨ªa asimilado lo que hab¨ªa pasado. Ni entend¨ªa a¨²n porque la gente lloraba y gritaba en los hoteles. Hab¨ªa ido como un cohete. Como salido de ¨®rbita. Pas¨¦ cuatro noches sin dormir. Mi nombre estaba en toda la prensa: unos mensajes en Facebook?me pon¨ªan en la gloria y otros me consideraban el mayor impostor de la Tierra. ?C¨®mo iba a conciliar el sue?o? Lo ve¨ªa todo como en un cine en 3D. Un amigo me dijo que yo tambi¨¦n era una v¨ªctima del atentado. Fui a un psic¨®logo y me diagnostic¨® el shock. Tom¨¦ pastillas para dormir. Estuve dos meses en tratamiento. Tard¨¦ tres meses en volver a La Rambla. Fue por una entrevista.
El atentado marc¨® un antes y un despu¨¦s. En mayo, la vida nos devolvi¨® algo del dolor vivido. Nos dieron el Ortega y Gasset que valor¨® dos cosas: la intuici¨®n y el impulso. La alegr¨ªa fue grande porque nos reconoci¨® el duro trabajo realizado. Nos regalaron una escultura de Chillida que siempre nos lo recordar¨¢. El d¨ªa de la gala, entre los nervios y la emoci¨®n, me sent¨ª volar, flotar. El premio abre puertas y estoy haciendo un nuevo proyecto con mi colaboradora Anahit Karapetyan.
Desde peque?o, la fotograf¨ªa es mi vida. Era el hobby de mi padre y me llevaba a todas parte con ¨¦l. El universo quiso que estuviera en La Rambla... Si soy sincero, lo volver¨ªa a hacer. Y las mismas fotos: era lo que hab¨ªa. No me ha quedado el miedo en el cuerpo. No lo not¨¦. Estoy un poco loco y me he colado en un hotel para hacer fotos en picado colgado desde una planta 26 o en el t¨²nel del Metro para retratar un vag¨®n. Un fot¨®grafo es eso: no son todo son fotos de una alcaldesa inaugurando bibliotecas. Tiene que explicar las cosas. Ah¨ª est¨¢ el Pulitzer con la ni?a de Vietnam con el cuerpo quemado por napalm. ?C¨®mo hubi¨¦ramos sabido lo que hac¨ªan los americanos? El mundo lo supo porque un fot¨®grafo estaba ah¨ª. Y seguro que no fue agradable hacerla".
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