Crudo y rutilante
El guitarrista y cantante de Texas brinda en el Bot¨¢nico una noche adusta, esencial y, en el mejor sentido, muy seria
Dos de los cuatro ¨¢lbumes principales que ocupan por ahora la discograf¨ªa de Gary Clark Jr. son entregas en vivo, lo que da idea de la querencia de este mozalbete texano por los escenarios. Esa prestancia resulta a¨²n m¨¢s incontestable, por lo visto este mi¨¦rcoles en las Noches del Bot¨¢nico, si como primer plato se sirve una lectura soberbia de Come Together, aquel trallazo furibundo del inmortal gafotas de Liverpool. Durante una hora larga, hasta acariciarle el lomo a la medianoche, Clark ejerci¨® su fabulosa piroman¨ªa de bluesman de muchos quilates. Abrumador en el dominio de esas seis cuerdas que estremece con unos dedos como l¨¢tigos, pero cuidadoso siempre de que los ¨¢rboles no nos impidan ver el bosque: la t¨¦cnica al servicio del pellizco el¨¦ctrico, de la herida y la llaga; nunca de la floritura.
De los entremeses se hab¨ªan encargado los madrile?o-pucelanos Corizonas, injerto afortunado de hard-rock sure?o con algunas incursiones en el ¡®americana¡¯ o el sonido cl¨¢sico del pop espa?ol de hace medio siglo. Qu¨¦ esperar de ese hatajo de melenudos con tres guitarristas en sus filas, la soberbia base r¨ªtmica Loza-Vacas y un trompetista ?ucraniano! que remite siempre a la frontera o a los Love de Forever changes. Pero el gran Gary Lee Clark aceler¨® las pulsaciones, las del metr¨®nomo y las card¨ªacas. Crudo y rutilante, due?o de un sonido esencial y pantanoso. Y sobrado de argumentos, junto a una banda escueta (segunda guitarra, bajo y bater¨ªa), para erizarle el vello a las 2.700 almas que volvieron a hacer multitud en esta explanada arb¨®rea de la Complutense.
La noche, como mencion¨¢bamos, ya la hab¨ªa comenzado bien el de Austin, pero fue con los diez minutos de When My Train Pulls In cuando adquiri¨® dimensiones may¨²sculas. En alg¨²n lugar entre Hendrix y aquel Eric Clapton de Cream, referencias ante las que solo cabe la posici¨®n de firmes. Enriqueci¨® Clark ese blues con dos solos estratosf¨¦ricos, por efectivos y nada pedantes; a ratos una sola nota, con distinto pulso e intensidad, le basta para adentrarse en nuestros espinazos.
A?adamos sus posteriores incursiones en el soul con falsete (Our Love, Cold Blooded) para comprender que lo de este espigado caballero del sombrero es una cosa muy seria. El aliento soul sigui¨® presente en la a¨²n in¨¦dita (y pegadiza) When I¡¯m Gone o en el falsete extremo de Walk Alone, con vistas al universo de Prince. Clark es un tipo adusto y parco sobre las tablas, pero parece evidente que la guitarra ya ejerce, en su caso, las veces de portavoz.
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