Oda a la vida descomplicada
Nadie hoy como estos franceses para una org¨ªa ¡®cantabile¡¯ que sedujo a 3.500 euf¨®ricos aficionados

Tiene su gracia: el sexteto proviene de Par¨ªs, pero canta en ingl¨¦s, alude en su nombre a una ciudad estadounidense y ha escogido como t¨ªtulo para su m¨¢s reciente disco, Ti amo, un italiano casi com¨²n al espa?ol. Y todo ello para promover el credo del baile desaforado, el m¨¢s universal y corp¨®reo de los lenguajes no verbales. Phoenix no se han prodigado al sur de los Pirineos, quiz¨¢ porque la demanda de sus servicios les llega desde medio mundo, pero su luminosa visita de este jueves a las Noches del Bot¨¢nico sirvi¨® para limar, si la hubiese, cualquier aspereza. Son divertidos, explosivos, coloristas, desenfadados, fulminantes. Todo lo que no siempre se espera de unos vecinos a los que art¨ªsticamente solemos ubicar en los postulados de la seda y la languidez.
Tal que si ejercieran como alternativa gala de Coldplay, los chicos de Phoenix tambi¨¦n se han abonado a la vida en tecnicolor. El aviso de que su irrupci¨®n es inminente se produce al son de Controversy, de Prince, para que algunas coordenadas queden claras: traslad¨¦monos a los primeros ochenta, la escandalera de teclados, la sensualidad, el hedonismo. Y la batida inicial, con J-Boy, Lasso, Entertainment y Lisztomania en sucesi¨®n ininterrumpida, incide en claves est¨¦ticas parejas, desde los colores chillones a los estribillos incontrolados y los m¨²sicos convertidos en estilosas siluetas. Pop tan descarado y desinhibido que habr¨ªa vuelto locos a los creativos de aquellos viejos anuncios de la Mirinda.
No se hab¨ªa visto en los dominios complutenses, a lo largo de todo el mes, semejante despliegue de adrenalina, tanto alboroto en la explanada ni una efervescencia remotamente parecida a la hora de reponer cervezas y dem¨¢s bebedizos. Thomas Mars es un jefe de operaciones muy parco en palabras, pero genera entre la parroquia (?3.500 personas!) una euforia tan poco discreta como esa camisa, roja y azulona, que le serv¨ªa de atav¨ªo.
Phoenix funciona como una sofisticada ametralladora de ¡®singles¡¯, con ¡®Long Distance Call¡¯, ¡®Rally¡¯ o la salvaje bater¨ªa marcial de ¡®Girlfriend¡¯ en calidad de ejemplos pluscuamperfectos de su viralidad. En este mundo desquiciado (o, seg¨²n la terminolog¨ªa de moda, dist¨®pico), llega Mars y ejerce el derecho a la evasi¨®n, el escapismo y la vida descomplicada. Y esta oda manifiesta al achuch¨®n, los ba?os de sol o el ¡®dolce far niente¡¯ -ya que and¨¢bamos a vueltas con los idiomas- se materializa durante 85 minutos en que los estribillos nos anegan como en aluvi¨®n y el flequillo lacio de Thomas acaba balance¨¢ndose entre la multitud durante una ardorosa, casi espasm¨®dica lectura de ¡®Rome¡¯. Y no digamos en la coda, ¡®Ti Amo di Piu¡¯, cuando alcanza incluso el grader¨ªo y regresa en volandas, de mano en mano sobre el p¨²blico.
Ni los minusvalorados Tahiti 80 ni los medi¨¢ticos M83 llegaron tan lejos entre nuestros vecinitos del norte. Porque nadie, salvo quiz¨¢ The Kooks, garantiza hoy semejante org¨ªa ¡®cantabile¡¯. Ya lo ven: hay noches en que el italiano se nos sube a la cabeza casi por puro instinto.
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