¡°Sue?o muchas veces que persigo al terrorista¡±
El urbano Joaqu¨ªn Ortiz regal¨® su gorra al hijo de un polic¨ªa belga que perdi¨® a su madre en el atentado
¡°Cada vez que hablo del tema o que pienso en ¨¦l, por la noche sue?o. O lo persigo durante 20 calles. O me mata ¨¦l o lo mato yo. O lo pillo. O ahora ir¨¦ por aqu¨ª, ahora ir¨¦ por all¨¢. Tampoco es que sean pesadillas pero lo vivo as¨ª. Y si estoy despierto, pienso: Si le hubiera cogido, si hubiera hecho esto o lo otro. Guardo las im¨¢genes frescas como el primer d¨ªa. No es que me lo reproche. No tengo ning¨²n sentimiento de culpa. S¨¦ que hice lo m¨¢ximo que pude. Fuera correcto o no, no perjudiqu¨¦ a nada ni a nadie. Ahora se acerca el aniversario y hay compa?eros que tienen fiesta el d¨ªa 17 y han reclamado trabajar. No porque tenga que haber una r¨¦plica, porque as¨ª ha pasado en otros pa¨ªses, sino porque quieren. A m¨ª me toca. Pero hubiera pedido el cambio.
De Viladecans a La Rambla
Joaqu¨ªn Ortiz (Barcelona, 1973) vive en Viladecans pero se declara un enamorado de La Rambla. "No es que fuera un ramblero pero he criado animales, pajaritos. Y a quien le gustan los p¨¢jaros ha pasado por aqu¨ª", dice. En 1998, empez¨® a trabajar en Viladecans y en 2006 ingres¨® en la Guardia Urbana de Barcelona. Toda su carrera la ha realizado en Ciutat Vella y no piensa cambiar. Antes, volver¨ªa a trabajar en su municipio. "Esta distrito o lo odias o te enamoras", describe. "Y si te enamoras tiempo despu¨¦s te conviertes en dependiente de ¨¦l".
Yo estaba aqu¨¦l d¨ªa en La Rambla con dos compa?eros y acab¨¢bamos de mediar, justo al lado del Caf¨¦ de la ?pera, en una discusi¨®n por unos precios. Cruzamos al tramo central y a la altura del Liceu o¨ªmos por radio hablar primero de atropello y enseguida de atentado. Mir¨¦ hacia adelante y a la furgoneta en marcha y c¨®mo arrollaba a gente que sal¨ªa despedida volando. Sufri¨® una peque?a explosi¨®n y se detuvo sobre el mosaico de Mir¨®. Creo que forz¨® tanto el motor que se le rompi¨®. Vi humo blanco y como el t¨ªo se escapaba. Llevaba una camisa de tonos beige, verdes, pasteles, colores fr¨ªos. Un turista, con su camiseta de colorines, intent¨® agredirle con un pu?etazo y una patada pero no le dio. Luego se fue por la calle Cardenal Casa?as o Boqueria y debi¨® pasar por el pasaje de los jamones hasta el mercado.
¡°Muchos comercios nos pasaron bajo las persianas cajas de agua y fruta¡±
No llegu¨¦ a desenfundar el arma porque un compa?ero ya lo hab¨ªa hecho y entonces el problema fue la marabunta de gente que hu¨ªa hacia nosotros con cara de no entender nada. Ah¨ª perdimos de vista al terrorista. Fuimos hacia la furgoneta sin saber si hab¨ªa algo o alguien m¨¢s dentro. Y ah¨ª te das cuenta que no sirven de nada los cursos, las pr¨¢cticas y los manuales militares de seguridad que te hayan explicado. Me da verg¨¹enza admitirlo pero lo ¨²nico bueno que he sacado es la experiencia. Y espero que no se vuelva a repetir. Primero habr¨ªa que haber asegurado las papeleras, kioskos, mochilas, bolsas. No sab¨ªamos si hab¨ªa m¨¢s explosivos. Pero ya hab¨ªa compa?eros que atend¨ªan a v¨ªctimas recost¨¢ndolas en los laterales del veh¨ªculo. ?Eso est¨¢ fatal! Son errores policiales. Pero: ?C¨®mo dices a alguien, como me pas¨® a m¨ª, que tiene una pierna rota y te se?ala a una se?ora y te das cuenta que ya no vive?
¡°Movimos a pulso coches que la gente abandon¨® y dificultaban el paso¡±
Es un dilema entre optar por la seguridad o el auxilio. Pero si hubi¨¦ramos hecho lo correcto, con el manual en mano, nos habr¨ªan odiado. Nadie hubiera entendido que no hubi¨¦ramos ayudado a cortar una hemorragia o tomado el pulso o hecho tres torniquetes. No s¨¦ con cu¨¢ntas v¨ªctimas habl¨¦ pero fueron muchas. Lo peor fue darme cuenta de la cantidad de personas fallecidas. Tuvimos problemas para despejar los carriles de La Rambla porque hubo gente que abandon¨® los coches y dificult¨® el paso de los servicios de emergencia. Yo aparqu¨¦ sobre la acera dos veh¨ªculos franceses. Estaban llenos de material pero dejaron las llaves puestas. Fue diferente con los espa?oles. Al menos tres los sacamos a pulso. Un espa?ol no deja nunca un coche abierto. Quiz¨¢ s¨ª en un pueblecito de Guadalajara pero no en Barcelona.
No llam¨¦ a casa ni tampoco me llamaron. Si no hab¨ªa noticias era que estaba bien. Pero hubo un momento, cuando corri¨® el rumor de que hab¨ªa un francotirador, que nos metieron a todos en el porche del Liceo. Deb¨ªamos ser unos 50 polic¨ªas. All¨ª envi¨¦ a mi mujer un whatsApp. Me coloqu¨¦ contra una pared y me entr¨® un nudo en la garganta, una congoja y supongo que solt¨¦ la primera l¨¢grima. En cuanto me vio, un compa?ero me dijo: '?Qu¨¦?, ?todo bien?' Y por orgullo, te levantas y tiras. Entonces, me puse en modo organizativo. Fui a la base a buscar pilas, bater¨ªas y folios. Sab¨ªa que iba para largo.
¡°Lo ¨²nico bueno que he sacado es la experiencia. Espero que no se repita¡±
Nadie est¨¢ preparado para esto. Pero recuerdo la entereza de un compa?ero, un polic¨ªa municipal belga que perdi¨® a su mujer. Estaba con sus dos ni?os esperando en la Casa Beethoven e hicimos un parapeto para que no vieran nada. Les acompa?amos hasta su hotel, en Alfons X. No sabes c¨®mo dar el p¨¦same o c¨®mo tratar a un ni?o. Y piensas: '?Y si le regalo mi gorra aunque tenga dos litros de sudor? Dud¨¦ de si era bueno o no que tuviera un recuerdo. Y al final les regalamos dos.
Todo estaba abandonado en los quioscos y nadie rob¨® nada. Y lo digo cuando en este distrito se detiene a veces a la misma persona en una semana. Tambi¨¦n es verdad que no era f¨¢cil: igual hab¨ªa 500 polic¨ªas trabajando. Bueno, yo s¨ª cog¨ª bolis y alg¨²n plano de los quioscos que nos falt¨®. La gente tuvo una reacci¨®n buen¨ªsima. Hac¨ªa mucho calor y dejamos que las tiendas levantaran un poquito la persiana para que corriera el aire. Muchas nos pasaron por debajo cajas con agua y fruta. La gente estuvo horas sentadas en el suelo, en silencio, sin quejarse. Volv¨ª a dar las gracias.
No es un invento lo de los sue?os. Es as¨ª. Lo peor es encerrarte. Lo mejor es no callarse nada¡±.
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