Es Cruce, comida de multitudes
All¨ª se va a ¡®berenar/merendar¡¯ por la ma?ana (el desayuno y la hora del bocadillo, en clave continental), tambi¨¦n a comer, cenar o tapear, r¨¢pido y econ¨®mico, o a llevarse en 'tupper' o bandejas las referencias estrellas dom¨¦sticas: caracoles, frito, lechona/porcella
La realidad de un negocio transformada en fen¨®meno social sostenido a lo largo de varias d¨¦cadas la explica y verifica el medio mill¨®n de personas que al a?o ¡°va¡± a Es Cruce de Vilafranca. Est¨¢ al paso, en una rotonda y aparcamientos ad hoc y bajo sospecha judicial, con un decorado p¨²blico de esculturas de espanto e infraestructuras de despilfarro, de la ¨¦poca Munar/Matas, hoy presos corruptos ex ilustres.
Otros pol¨ªticos de segunda fila, empresarios, ejecutivos y vigilantes de las obras de la carretera a la mallorquina Palma-Manacor ¨Cy el due?o del restaurante¨C est¨¢n pendientes desde hace una d¨¦cada de un juicio (con jurado popular), el caso peaje, de supuesta corrupci¨®n. Este asunto de posibles prebendas, pillajes y regalos, un tema lateral, no ha alterado el cr¨¦dito de la casa ni el flujo de p¨²blico.
A Es Cruce se va a ¡®berenar/merendar¡¯ por la ma?ana (el desayuno y la hora del bocadillo, en clave continental), tambi¨¦n a comer, cenar o tapear, r¨¢pido y econ¨®mico, o a llevarse en tupper o bandejas las referencias estrella dom¨¦sticas: caracoles, frito, lechona/porcella asada. Ah¨ª, en este plato at¨¢vico insular, el cerdito asado, el enclave de Vilafranca compite con amistad con el emporio de ses Torres/Binicomprat/Son Sant Mart¨ª y hasta ahora el hip¨®dromo de Son Pardo. Los hermanos de ses Torres que iban e ir¨¢n a todas las comilonas electorales de los conservadores rurales, con sus 2.000 lechonas criadas al mes en sus granjas. Negocio vertical.
El p¨²blico aficionado a comer al lado de la carretera es turismo interior, actividad principal de ocio y festejos familiares de ciertas clases populares y ociosas. Los ciclistas aficionados acuden a este y otros lugares de paso y descanso, en una costumbre contradictoria con su actividad saludable. Muchos jubilados, payeses y rentistas retan los an¨¢lisis y las prescripciones m¨¦dicas.
Mirar, fisgar en el panorama cambiante en decenas y decenas de mesas y mesas y gente bulliciosa, es participar en un curioso espect¨¢culo no programado pero s¨ª controlado por el ritmo de la caja y los fogones. Una factor¨ªa de arroces bruts, sepias, conejos, costillas o codornices ¨Cmuchas¨C a la plancha, presentados sobre pan con aceite y tomate, (pa amb oli), se exhiben al paso, la avecilla sobre el bocata es un artefacto para curiosos de las rarezas.
La inmersi¨®n de un extra?o, un comedor reticente, invita a mirar, escuchar y atender a la rutina de los platos, vasos, tenedores y botellas. Las conversaciones no se entienden entre el bullicio y voces altas, se supone que se narran curiosidades intrascendentes y se cierran negocios cl¨¢sicos y ocultos. Parte de la piel agr¨ªcola y urbana ha mudado de manos all¨ª o se han maquinado planes inconfesables.
Un desfile de coros de ancianos renqueantes, siguiendo a los ciclistas empapados y payeses adustos o barrigones. A veces acuden, an¨®nimos, millonarios de rango que saborean lo olvidado y prohibido en sus cocinas de grandes chefs y diet¨¦tica. Un abanico con minor¨ªas tan dispares invita a la reflexi¨®n. ¡°Fes cas no costa res¡± fue la doctrina fundacional traducible ¡°atender bien a la gente sale gratis¡±.
Cruzar medio Mallorca para ir a merendar o alimentarse se detalla en el tr¨¢fico de ritual de curiosos y peregrinos repetidores, enganchados y obsesos de un ambiente populoso del sabor t¨ªpico, local, barato.
La moda de dependencia se ve los fines de semana cuando las colas de espera para lograr mesa ¨Co recoger comida para llevar (caracoles o porcella)¨C rodean las naves centrales. Ahora la sala de espera, para cubrirse de las inclemencias, es una gran nave tecnol¨®gica de prefabricados con mesas y sillas.
El templo sin estrellas ¨Cun enorme negocio familiar de los Gar¨ª/Barcel¨®) sin pretensiones gastron¨®micas¨C naci¨® hace medio siglo bajo un emparrado de varias ramas de pinos, sin luz, agua corriente ni cocina, donde vend¨ªan melones y ajos de su huerto de tierra blanca del llano de Mallorca. Aquella esquina engrandecida ha definido una moda en el turismo interior. Media Mallorca ha ido a Es Cruce, otra media no quiere ir o duda.
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