Al gato y al rat¨®n con los turistas de fondo
La venta ilegal en las playas de Barcelona se intensifica. Los vendedores se sienten ¡°perseguidos¡±
Media hora en la playa de la Barceloneta da para mucho, y no hace falta darse un chapuz¨®n. Con estar solo treinta minutos tumbado en la arena, uno puede tener acceso casi sin moverse a pareos, cerveza, agua, refrescos, mojitos, masajes, coco... La actividad comercial en la playa es constante, y los turistas no se lo piensan dos veces ante los bajos precios, que tienen en alerta a los comerciantes y restauradores del lugar. A pesar de la presi¨®n pol¨ªtica y medi¨¢tica, la realidad de la venta ambulante en las playas no ha cambiado con respecto a los ¨²ltimos veranos. Es m¨¢s, cada vez es m¨¢s intensa la oferta de productos ilegales y cada verano aparecen nuevas ideas: la ¨²ltima, el alquiler ilegal de sombrillas, a seis euros la hora.
En la playa, la lata de cerveza cuesta un euro, puedes tomarte un mojito de menta o de frutas por solo dos euros, y un pareo cuesta 15 euros, diez despu¨¦s de regatear unos minutos. No importa de d¨®nde salen los ingredientes, d¨®nde se guardan cuando aparece la polic¨ªa o cu¨¢les son las condiciones en las que trabajan los vendedores, que pasan todo el d¨ªa bajo el sol con peque?as pausas para comer o hidratarse. ¡°La verdad, no tengo ganas de ir al supermercado a comprar cerveza si me la traen aqu¨ª¡±, reconoce Emily, una turista de Inglaterra que toma el sol cerca del espig¨®n.?
Por casi cada minuto que pasas tomando el sol hay una oferta diferente, especialmente en la playa propiamente de la Barceloneta, donde se concentran m¨¢s turistas que en las playas de Sant Miquel y Sant Sebasti¨¤, cercanas al Hotel W (conocido como el Vela). La incesante actividad de los vendedores ambulantes tiene su respuesta en la vigilancia de la Guardia Urbana. La oposici¨®n a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, critica la inacci¨®n del cuerpo de seguridad ante la venta ambulante, pero lo cierto es que lateros y urbanos juegan al gato y al rat¨®n constantemente. ¡°Mira, ya vienen los ladrones¡±, dice se?alando a una patrulla un paquistan¨ª, que no quiere revelar su identidad. El vendedor explica su versi¨®n: "Es injusto que nos quiten el dinero que conseguimos vendiendo, parece que vayamos a medias con la polic¨ªa".
Este vendedor, que en una mano lleva una bandeja con dos mojitos con los hielos ya derretidos, saca de su bolsillo una multa que le han impuesto en la misma ma?ana. 65 euros de multa si se paga inmediatamente, y 20 euros incautados. ¡°Hacemos esto porque necesitamos trabajar, estamos haciendo algo, peor ser¨ªa coger las cosas de los turistas y llev¨¢rnoslas, vendemos para no robar¡±, argumenta.
A su lado, Sajjadali, otro paquistan¨ª, vende pareos a 15 euros cada uno. Lleva en esto desde que empez¨® el verano, y cada d¨ªa puede llegar a vender hasta 15 prendas: m¨¢s de 200 euros al d¨ªa. A ¨¦l tambi¨¦n le han puesto una multa, de 65 euros, y le han incautado 70 euros. ¡°Es verdad, estamos haciendo algo ilegal, pero hay un porqu¨¦, tenemos que trabajar, y nos persiguen como a animales. Hay que encontrar una soluci¨®n¡±, dice.
Al final del d¨ªa, tras muchas horas bajo el sol, la mayor¨ªa vuelve a sus casas, casi siempre ocupadas y normalmente el mismo sitio donde preparan las bebidas y la mercanc¨ªa.
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