M¨¢s all¨¢ del transporte p¨²blico
Hay buenas formas de organizar el transporte alternativo al tradicional. Alquiler y la electricidad han de ser bienvenidos
El transporte urbano p¨²blico cl¨¢sico ¡ªautob¨²s y metro¡ª se estanca o declina en muchas ciudades de los pa¨ªses ricos. En Espa?a, en 2017 baj¨® el urbano, aunque el interurbano subi¨® (Estad¨ªstica de transporte de viajeros, 2017, INE). Lo mismo ocurri¨® en Londres o en Par¨ªs. En la ciudad, la gente usa menos el metro o el autob¨²s. Tiene nuevas alternativas.
En Barcelona, el exasperado (y exasperante) conflicto veraniego de sus taxis ha sido solo el s¨ªntoma de un cambio profundo que est¨¢ eliminando las fronteras de la vieja distinci¨®n entre transporte p¨²blico y privado. El cambio tiene tres componentes: el primero es la emergencia del alquiler de veh¨ªculos (a costa de la propiedad); el segundo, las plataformas globales de internet (a costa de taxis y l¨ªneas de autobuses y metros) que llegan en un instante y en todo el mundo a los usuarios din¨¢micos (a costa de los desconectados); y el tercero, los motores el¨¦ctricos (a costa de los de combusti¨®n interna), con su diversidad infinita de tama?os y usos. Por ejemplo, Honda ya ofrece un dispositivo que le ayuda a usted a caminar mejor si tiene dificultades para hacerlo (Honda Walking Assist Device).
Motores el¨¦ctricos min¨²sculos nos facilitan subir las cuestas de Barcelona montando una bici el¨¦ctrica o rodando (demasiado) deprisa sobre patines de mil especies. Y, en el centro, dominan las motos y los coches el¨¦ctricos de alquiler. El producto de estos tres componentes ha diversificado y dinamitado categor¨ªas que parec¨ªan intocables hace diez a?os. Para colmo, los costes privados de circular disminuyen: los coches son cada vez m¨¢s limpios, m¨¢s sigilosos, m¨¢s eficientes, m¨¢s baratos. Usted alquila uno por internet, lo recoge en una calle cercana y lo deja luego aparcado en otra distinta. Y hace lo mismo con una moto o con una bici. Los j¨®venes de Arran, airados y confusos, arrean con las bicicletas de alquiler porque barruntan que el cambio se va a llevar por delante a trabajadores cuyo oficio desaparecer¨¢ como les ocurri¨® a los arrieros (olvidan sin embargo los nuevos oficios). Intuyen tambi¨¦n que los monopolios de las plataformas globales de alquiler abusan de su posici¨®n, como todo monopolio (tambi¨¦n los p¨²blicos, por supuesto, pero esto no lo dicen). Mas el alquiler de veh¨ªculos cuyo uso podemos compartir ha llegado para quedarse. Un ayuntamiento avispado subir¨ªa el impuesto de circulaci¨®n de los veh¨ªculos que ruedan todo el d¨ªa por las calles de la ciudad, los regular¨ªa mejor o peor, pero no los prohibir¨ªa, que no ser¨ªa ninguna buena idea, pues un veh¨ªculo el¨¦ctrico ¡ªo a pedal¡ª y compartido siempre es mejor para el aire de la ciudad que otro individual e impulsado por el venerable motor de combusti¨®n interna.
La multiplicaci¨®n de los medios de transporte se proyecta sobre los carriles reservados de nuestras calles, proyectados para uno o dos medios de transporte y que ahora son recorridos por media docena. Piensen en el carril bici: el Ayuntamiento de Barcelona quer¨ªa habilitar 303 kil¨®metros de carril bici para finales de su actual mandato, el a?o que viene. No lo va a conseguir, pero ha hecho mucho por lograrlo (quiz¨¢s acabemos 2018 con 233 km) y merece aplauso. Pero hoy usan el carril bici los due?os de bicicletas, quienes las alquilan a operadores varios, concesionarios del ayuntamiento o empresas privadas, quienes alivian sus piernas y su coraz¨®n con el motor de una bicicleta el¨¦ctrica (propia o tambi¨¦n de alquiler) o quienes ruedan sobre un pat¨ªn de ruedas o un patinete tambi¨¦n el¨¦ctricos.
Las pol¨ªticas municipales suelen ser caseras, gremiales y conservadoras, tienden a parar todo lo nuevo. Por definici¨®n, en las elecciones municipales votan los vecinos de la ciudad y no, por ejemplo, quienes sin serlo vienen de fuera a trabajar en ella. Esto introduce un sesgo local, pero olvida que los medios alternativos y electrificados triunfan en las distancias cortas, las urbanas, m¨¢s a¨²n en ciudades de clima templado, como Barcelona. Hay buenas maneras de organizar el transporte alternativo al p¨²blico y al privado tradicionales. El alquiler y la electricidad deben ser bienvenidos y mejor regulados, nunca prohibidos. Por ¨²ltimo, no se puede olvidar el buen servicio de los transportes p¨²blicos cl¨¢sicos: en ellos viajan quienes son demasiado viejos o demasiado j¨®venes para montarse en una bicicleta, viajan quienes entran y salen de la ciudad cada d¨ªa. Viajan nuestros visitantes. Y viajamos los torpes como yo, admiradores siempre del ciclista en la ciudad, de la patinadora urbana.
Pablo Salvador Coderch es catedr¨¢tico de Derecho Civil de la Universidad Pompeu Fabra.
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