Arrancar la palabra del Otro
Ciudadanos consigui¨® sacar a la calle al espa?olismo en Catalu?a, pero ?qu¨¦ pretende ahora? ?Echar a los dem¨¢s?
Albert Rivera e In¨¦s Arrimadas arrancando lazos amarillos, 80 encapuchados en nocturna operaci¨®n de limpieza de tan ofensivo emblema. Los jefes bajan a la calle, los m¨¢s aguerridos de sus bases se erigen en comando patri¨®tico. Dicen que lo hacen por desidia del gobierno. Es decir, en suplantaci¨®n de una autoridad que estar¨ªa eludiendo su responsabilidad. O sea que le piden al gobierno que restrinja la libertad de expresi¨®n. Albert Rivera no ha resistido la presi¨®n de los que, en su entorno medi¨¢tico, buscan aureola de h¨¦roes magnificando las amenazas de sectores del independentismo que en buena parte viven de la publicidad que les dan sus enemigos. Rivera ha acabado bajando a la calle y colocando a los suyos en orden de pelea.
Uno de los problemas de este conflicto es la enorme sensibilidad de cada una de las partes al ruido que generan sus entornos m¨¢s radicales. Y, en este sentido, Rivera ha actuado como Puigdemont cuando no se atrevi¨® a convocar elecciones porque le llamaban traidor o como los l¨ªderes soberanistas que reconocen en privado los l¨ªmites del envite pero siguen alimentando el fuego sagrado con sus discursos y sus amenazas. Una dependencia que revela falta de autoridad.
Con los movimientos de estos ¨²ltimos d¨ªas, la estrategia de Ciudadanos ha quedado clara: la confrontaci¨®n. Hay que conseguir que el independentismo caiga en las provocaciones para poder marcarlo definitivamente con el estigma de la violencia. Y evitar as¨ª que el conflicto se abra y aparezcan nuevas alianzas y adquieran protagonismo otros actores. Es el mismo p¨¢nico que siente Puigdemont. Ciudadanos necesita la estrategia frentista, sin espacio para la complejidad y para el reconocimiento real del problema. Hacer del adversario el enemigo, estigmatizarlo como retr¨®grado, antidemocr¨¢tico y violento. Y es preocupante la complicidad que encuentra en gran parte de los medios de comunicaci¨®n. Y la ausencia de voces ajenas al independentismo advirtiendo de los peligros de una estrategia alimentada con la perversa doctrina de que solo la confrontaci¨®n puede evitar la dictadura (sospechosa idea en tiempos en que Europa vira hacia el autoritarismo postdemocr¨¢tico).
Ciudadanos ha recibido un golpe fuerte. La soberbia ¡ªestigma de los d¨¦biles¡ª nubl¨® la raz¨®n a Albert Rivera y la moci¨®n de censura y la crisis del PP le han pillado en fuera de juego. Se ve¨ªa presidente del Gobierno y vio c¨®mo su espacio se estrechaba de la noche a la ma?ana. Casado es un adversario m¨¢s dif¨ªcil que Rajoy para Rivera porque el argumento generacional ya no cuenta y porque ha asumido la deriva de la derecha europea, que Ciudadanos traslad¨® aqu¨ª al desplazarse a la extrema derecha. Bajar a la calle es un gesto con doble objetivo: apostar por nuevas medidas de excepci¨®n para acorralar a S¨¢nchez y desafiar a Pablo Casado en la lucha por el t¨ªtulo de Salvini espa?ol. El silencio de tantas voces liberales o progresistas asusta. No todo vale contra el demonio independentista
Est¨¢ en juego la libertad de expresi¨®n. La cr¨ªtica y cuestionamiento de las instituciones y de las decisiones que desde ¨¦stas se toman es un derecho esencial en democracia. Como lo es la natural iconoclastia contra s¨ªmbolos y representaciones del Estado. Una sociedad que no es capaz de generar su propia negatividad est¨¢ adocenada. Expresar a trav¨¦s de un s¨ªmbolo ¡ªlos lazos amarillos¡ª la indignaci¨®n que amplios sectores de la sociedad catalana sienten contra la situaci¨®n de los presos soberanistas puede ser cursi, pero es un ejercicio perfectamente leg¨ªtimo de libertad de expresi¨®n. Cualquiera que est¨¦ disconforme puede montar cuantas campa?as y movilizaciones crea necesario para combatirla. Pero no destruir los signos con que se expresa el adversario. Arrancar la palabra del Otro es una agresi¨®n. Sorprende que sectores tan sensibles a cualquier exceso del independentismo sean tan ben¨¦volos con Ciudadanos y su estrategia de la tensi¨®n. Y contribuyen a ampararle en un legalismo de v¨ªa estrecha que confunde la realidad con la ley.
Se habla de la neutralidad del espacio p¨²blico. No, no es neutral, es de todos que es muy distinto. El espacio p¨²blico es el ¨²nico al que accedemos en igualdad de condiciones sin pagar peajes. Es el lugar natural de la expresi¨®n libre. Y el que quiere expresarse que lo haga: con sus propias banderas, no arrancando las de otros. Ciudadanos consigui¨® sacar a la calle al espa?olismo en Catalu?a, pero ?qu¨¦ pretende ahora? ?Echar a los dem¨¢s?
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