Basta de historia y de cuentos
Por lo visto, en Catalu?a decir en p¨²blico lo que uno piensa y dice en privado, es una provocaci¨®n, altera la convivencia
Se dice que en Catalu?a la sociedad est¨¢ dividida en dos mitades de similar magnitud: los que son independentistas y los que no lo son. Ello tiene parte de verdad, pero no describe la realidad de manera exacta. A?adir¨ªa un matiz. Hay un tercer sector no cuantificado hasta ahora: el de los callados.
A estos callados los describe perfectamente en su libro El sanatorio la escritora N¨²ria Amat: son aquellos que sin ser independentistas callan y, de hecho, asienten por miedo o por un exceso de prudencia. La influencia de estos callados ha sido esencial para que las cosas hayan llegado adonde han llegado, han resultado ser los c¨®mplices necesarios para que los activistas de la independencia lograran en muchos momentos dar la sensaci¨®n de que todos los catalanes ¡ªexcepto una extravagante minor¨ªa¡ª ¨¦ramos nacionalistas.
Es un antiguo fen¨®meno actualmente denominado ¡°la espiral del silencio¡±, debido a la amplia repercusi¨®n de la obra del mismo nombre escrita por la soci¨®loga alemana Elisabeth Noelle Neumann. En su an¨¢lisis emp¨ªrico sobre diversas elecciones alemanas, la autora concluye que las opiniones individuales de cada uno est¨¢n en buena parte determinadas por la opini¨®n mayoritaria, el mainstream dominante. Es decir, las ideas que predominan en el ambiente social, especialmente las que m¨¢s se difunden a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n, influyen decisivamente en las opiniones individuales ya que no es f¨¢cil discrepar de lo que se considera opini¨®n mayoritaria. ¡°Si todos piensan de una determinada manera ¡ªcavila el ciudadano medio¡ª aunque yo crea lo contrario debo estar equivocado y son los dem¨¢s quienes tienen raz¨®n. Por tanto, paso a opinar como los dem¨¢s, no quiero distinguirme de ellos¡±. Una de las estrategias para alcanzar y conservar el poder consiste en formar esta espiral del silencio: acallar a los discrepantes y hacer que se escuche una sola voz.
En Catalu?a, este fen¨®meno ha sido muy visible en las ¨²ltimas d¨¦cadas y se ha intensificado en los ¨²ltimos a?os. Si se inundaban las calles del centro de Barcelona bajo lemas oficiales alusivos a la independencia era para dar la sensaci¨®n de que todos los catalanes opinaban igual. Con la misma finalidad se instalaron pancartas de semejante signo en las entradas de las ciudades y pueblos catalanes o se orquestaron campa?as en internet. El efecto era, en todos los casos, producir una espiral del silencio.
Esto cambi¨® decisivamente el 8 de octubre pasado tras el golpe contra la Constituci¨®n ocurrido hoy hace un a?o, en el Parlamento de Catalu?a, el asedio a la Consejer¨ªa de Econom¨ªa poco m¨¢s tarde y el simulacro de refer¨¦ndum del 1 de octubre. En efecto, el domingo 8 de octubre los ciudadanos, alarmados ante la desobediencia sistem¨¢tica al orden constitucional por parte de las autoridades de la Generalitat, salieron a la calle sin complejos y desbordaron el centro de Barcelona. Los que por falsa prudencia mandaban callar desde hac¨ªa a?os, por ejemplo la direcci¨®n de los socialistas catalanes, se quedaron pasmados: ?De d¨®nde sal¨ªa tanta gente?, ?qui¨¦nes eran?, ?todos eran ¡°fachas espa?olistas¡±?, ?tambi¨¦n Josep Borrell, el m¨¢s aplaudido? En sus filas cundi¨® el desconcierto.
Ahora ha sucedido lo mismo con la pol¨¦mica de los lazos amarillos, el s¨ªmbolo acusatorio de que en Espa?a hay presos pol¨ªticos. Los argumentos de los instigadores del silencio han sido pat¨¦ticos: inundar de lazos amarillos los edificios institucionales ¡ªa ambos lados de la plaza de Sant Jaume, por ejemplo¡ª, las calles, las plazas, las playas y todo tipo de espacios p¨²blicos, estaba justificado en virtud de la libertad de expresi¨®n pero quitar estos lazos era vulnerar esta libertad y, sobre todo, era una provocaci¨®n que contribu¨ªa inaceptable e interesada para aumentar peligrosamente la conflictividad social.
Quienes as¨ª han opinado son, simplemente, c¨®mplices de la espiral del silencio. Poner lazos estaba bien, quitarlos estaba mal. Pura arbitrariedad. En definitiva, como siempre, callar era lo correcto. El Defensor del Pueblo les ha dado una lecci¨®n. Por lo visto, en Catalu?a decir en p¨²blico lo que uno piensa y dice en privado, es una provocaci¨®n, altera la convivencia. Por eso hemos llegado adonde estamos: por la ineptitud o cobard¨ªa de los callados. Espero que en las pr¨®ximas semanas los ciudadanos hablen, salgan de su silencio como el a?o pasado para decir, una vez m¨¢s, con el poeta, que nosotros somos quienes somos, basta de historia y de cuentos.
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