Sergi P¨¤mies: ¡°La autoficci¨®n es onanista; el autorretrato, implacable¡±
El escritor disecciona el impacto de las ausencias familiares en los 13 relatos de ¡®L¡¯art de portar gavardina¡¯
M¨¢s que en ninguno de la decena de sus libros anteriores, a Sergi P¨¤mies (Par¨ªs, 1960) le han llamado amigos y familiares para saber si estaba bien tras leer su ¨²ltimo compendio de relatos, L¡¯art de portar gavardina (Quaderns Crema), 13 textos ¡°especialmente tristes¡± que, como buena parte de su obra anterior, en particular desde L¡¯¨²ltim llibre de Sergi P¨¤mies (2000), refleja t¨¢citamente su bar¨®metro vital. Si bien esa reacci¨®n lo considera ¡°una victoria de la ficci¨®n¡±, estos ¨²ltimos cinco a?os han sido ¡°el momento de dos ausencias y media: la de la muerte de mis padres; la de una larga historia de amor que se acaba y el distanciamiento natural con los hijos que se han hecho mayores¡±. Todo ello pespunteaba ya Si menges una llimona sense fer ga?otes (2006), La bicicleta est¨¤tica (2010) o Can?ons d¡¯amor i de pluja (2013), pero ahora ¡°est¨¢ el a?adido no previsto de la administraci¨®n de un legado por la dimensi¨®n p¨²blica de mis padres [la escritora Teresa P¨¤mies y el hist¨®rico dirigente del PSUC Gregorio L¨®pez Raimundo] y esas tres patas que te llenaban la personalidad y la agenda ya no est¨¢n¡, pero est¨¢n. Y de eso va la cosa¡±.
Cada vez los libros de P¨¤mies son m¨¢s sinceros y autobiogr¨¢ficos, hasta rozar aqu¨ª la pura cr¨®nica. ¡°Es fruto de la p¨¦rdida absoluta de prejuicios: aspiro a la m¨¢xima libertad literaria y hoy la ficci¨®n moderna tolera bien esa mezcolanza¡±. En esta alquimia, ha roto con su sagrado prejuicio de usar los m¨ªnimos adjetivos y adverbios, liofilizaci¨®n de la que hab¨ªa hecho se?a de identidad. ¡°Esta vez sin ponerlos no funcionaba, quiz¨¢ por el componente de la emoci¨®n¡±. En cualquier caso, reh¨²ye el t¨¦rmino autoficci¨®n. ¡°La autoficci¨®n es una etiqueta de la industria, no de los creadores; yo he utilizado la t¨¦cnica del autorretrato, que tiene dos reglas: primero, la decisi¨®n de que uno saldr¨¢, de que ser¨¢ sujeto literario, y la segunda, que nunca es complaciente, favorecedor; si es bueno, te ha de presentar con un punto grotesco, perverso, turbulento¡¡±.
Tomada la decisi¨®n de participar, P¨¤mies se pas¨® dos ma?anas en el MNAC analizando las t¨¦cnicas del autorretrato en pintores y fot¨®grafos. Porque ¡°siempre ha habido, y en especial en la historia de la ficci¨®n, la presencia del yo; pero hoy la narrativa audiovisual, series y cine, est¨¢n cambiando la percepci¨®n del yo en las letras: han expropiado parte de un patrimonio narrativo en el que la literatura era una potencia. Ahora, ¨¦sta tiende a centrarse en lo que s¨®lo puede explicarse en palabras y quiz¨¢ por eso cada vez propone m¨¢s miradas interiores susceptibles de ser compartidas¡±. Eso y una ¨¦poca ¡°m¨¢s vanidosa-narcisista¡±, apostilla, explican el auge. En ese panorama, cree P¨¤mies que ¡°empalmar an¨¦cdotas vitales no tiene sentido, la literatura del yo ha de dar conflicto, emoci¨®n, voluntad de estilo, proponer un universo y un estado de ¨¢nimo¡±, enumera. ?Diferencias, pues, entre autoficci¨®n y autorretrato? ¡°La autoficci¨®n es m¨¢s onanista; el autorretrato es implacable¡±.
La ¡®ficci¨®n¡¯ del Proc¨¨s
En el primero de los cuentos, Sergi P¨¤mies dice, para fijar el espacio-tiempo del mismo, que la gente "solo habla de Twitter y de la independencia". Poco dado a las redes sociales, el escritor tiene claro su postura ante el Proc¨¦s: "Tengo la triste convicci¨®n de que el conflicto de Catalu?a con el Estado no tiene soluci¨®n porque los derechos de unos se encabalgan con los de los otros; lo vivo con inquietud", dice quien cree, "un poco como boutade", que "el mismo Proc¨¦s ya incluye toda la ficci¨®n posible; la dimensi¨®n ideol¨®gica e idealista del problema hace que haya mucha ficci¨®n de por medio, crear un relato en el que la coyuntura se instala como m¨¦todo eso es ficci¨®n".
De entre los relatos aflora un personaje solitario, un punto mis¨¢ntropo, que, dice el escritor, ¨¦ste ha superado, ¡°no as¨ª el protagonista; yo soy m¨¢s sociable de c¨®mo me presento¡±. Eso s¨ª, se perdi¨® para siempre la alegr¨ªa del ni?o que fue. ¡°Todos tenemos un momento de esplendor en la vida y el m¨ªo fue, claramente, entre los 6 y los 11 a?os¡±. ?Qu¨¦ pas¨®? ¡°Aquel ni?o se vino para Espa?a y atr¨¢s qued¨® el Par¨ªs de entre 1966 y 1971, la aventura, la extravagancia de la vida familiar del exiliado clandestino¡±. No s¨®c ning¨² per a donar-te consells es el texto que mejor refleja esa vida (y el que acoge la gabardina del t¨ªtulo, indumentaria que predomin¨® en el imaginario familiar y pol¨ªtico).
Parece como si, en la clandestinidad, la familia, como tal, hubiera vivido mejor. ¡°En el momento de la legalizaci¨®n se dio un duelo magm¨¢tico entre las costumbres de la vida clandestina y las exigencias que implicaba la normalidad familiar¡±. En el relato, con un punto de crudeza admite P¨¤mies que su madre y ¨¦l hicieron pinza para ser ¡°un departamento de control de calidad de la vida¡± de su padre. ¡°S¨ª, fuimos muy injustos con ¨¦l; visto en perspectiva, la equivocada era mi madre¡ Adem¨¢s, mi padre, desde mi ¨®ptica, estaba en el bando de los malos del partido que injustamente expuls¨® personas justamente disidentes como Jorge Sempr¨²n o Fernando Claud¨ªn; y ah¨ª fantaseo con lo de si mi padre hubiera podido ser Sempr¨²n¡¡±. Lo resume todo citando a Javier Cercas: ¡°Somos hijos de nuestra historia y no de la que nos gustar¨ªa, que es la trampa actual, la de construirnos historias a la carta. No escoges a tu padre y a mucha honra; cuando encontr¨¦ el juego de la gabardina me permiti¨® explicar todo eso sin rencor¡±.
Los padres de P¨¤mies parecen resignados con la democracia imperfecta que se alcanz¨®. ¡°La Transici¨®n era el m¨¢ximo al que se pod¨ªa aspirar; en el debate entre Reforma y Ruptura ¨¦sta no perdi¨® por incomparecencia, sino por ser aquella lo ¨²nico factible; hoy hay mucho rupturista asambleario y de boquilla, se hace mucha demagogia; la Transici¨®n se arranc¨® en una misma mesa con torturadores y torturados; luego, aquello se hizo con una energ¨ªa de la esperanza, tras la que siempre llega luego el desencanto¡ No, quiz¨¢ no era lo previsto, pero era¡±.
Todo eso est¨¢ escrito en el estilo marca de la casa: ni un punto y aparte; frases breves¡ ¡°Quer¨ªa lograr un efecto torrencial, una necesidad de contar turbulenta, pero entendible. Soy un lector mala persona y intento aplicarlo como escritor: no quiero generar problemas in¨²tiles al lector; mi escritura no es as¨ª por los tiempos modernos, no es una necesidad fr¨ªvola; mi modelo literario es densidad, concentraci¨®n y brevedad; si eso es el signo literario de los tiempos, estoy en ellos casualmente¡±.
La brevedad como norma no explica, seg¨²n P¨¤mies, su poca tendencia a abordar la novela. ¡°Mis novelas tambi¨¦n han sido breves; no, mi ausencia del g¨¦nero responde a episodios vitales y a que quiz¨¢ no me siento tan seguro en la distancia larga o a que pienso que trabajo aparentemente con material no muy literario¡±, analiza. En cualquier caso, excepto alg¨²n malaptesa, o alg¨²n rabejar-se, es un l¨¦xico no rebuscado. ¡°Busco una lengua muy accesible, es fruto de una preocupaci¨®n infinita por no empobrecer ni enriquecer de manera anacr¨®nica o excesiva el idioma; encuentras una lengua que se acerque mucho a lo que t¨² y tus personajes sois. Para entendernos, modelo Josep Maria Espin¨¤s o Quim Monz¨®¡ Escribir bien no es escribir complicado, sino justo al rev¨¦s; en castellano, ah¨ª tienes a Cercas, Jordi Soler o Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n: nitidez, todo fluye, no hacer ostentaci¨®n del dominio del lenguaje; mejor tocar pocas notas, pero buenas, que dec¨ªa Miles Davis¡±, asegura quien aprendi¨® a hablar en catal¨¢n a los 11 a?os y a escribirlo, a los 13 y que cree intuir la inquietud de escritores como Monz¨® por la degradaci¨®n de la lengua. ¡°?l ha conocido una Barcelona y una Catalu?a donde el catal¨¢n popular era m¨¢s rico¡ Eso est¨¢ pasando por la democratizaci¨®n de una normalizaci¨®n de una lengua que convive promiscuamente con otras lenguas y eso ha de tener consecuencias¡±.
En cualquier caso, el idioma en L¡¯art de portar gavardina est¨¢ al servicio de un libro triste, donde el narrador espera ¡°hacer feliz a alguien de verdad¡±, se contrapone a los hombres que se saben hacer necesarios aquellos que son verdaderamente memorables y las parejas deber¨ªan saber dejarlo ¡°antes de caer en la decadencia o el enga?o¡±, escribe. ¡°Dejar las relaciones cuando viven su mejor momento es un recurso ben¨¦volo de perdedor. Es imposible, pero como hip¨®tesis te¨®rica es interesante; en el contexto del cuento es, simplemente, una manera de vivir el fracaso con elegancia ir¨®nica¡±.
P¨¤mies, de todos modos, admite: ¡°Me gustan los libros tristes si se pueden leer con una sonrisa, si bien reconozco que aqu¨ª cuesta. Es una apuesta est¨¦tica m¨¢s que ¨¦tica; mi visi¨®n de la vida es agridulce, tirando a melanc¨®lica; pero eso s¨ª, al contarla lo hago con iron¨ªa, con finura, sin rencor¡¡±. De ah¨ª que, seg¨²n c¨®mo, le llamen familiares y amigos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.