Maestr¨ªas y maestros
La mayor parte de las universidades son serias, pues como son desesperantemente burocr¨¢ticas, la corrupci¨®n es dif¨ªcil
En las 84 universidades espa?olas sobreabundan las maestr¨ªas (no s¨¦ yo los maestros). Seg¨²n Universia, una red interuniversitaria, el n¨²mero de cursos de m¨¢ster o mag¨ªster (casi nadie escribe maestr¨ªa, tambi¨¦n ignoro por qu¨¦) impartidos por nuestras universidades se acerca a los cuatro mil (exactamente, 3.828). No pueden ser todos (igualmente) buenos: no es f¨¢cil responder la pregunta de un estudiante sobre la calidad de tal o cual maestr¨ªa.
Un primer ¨ªndice es la especificidad del curso: cuanto mayor es, m¨¢s f¨¢cil resulta evaluarlo. Las maestr¨ªas globales, gen¨¦ricas, generalistas son dif¨ªciles de evaluar con criterios tangibles y terr¨¢queos.
Otro es su naturaleza voluntaria u obligatoria: las maestr¨ªas obligatorias, como las de acceso a la profesi¨®n de abogado, son milicia forzosa. Ser¨ªa preferible un examen de ingreso a la profesi¨®n (como los bar exams americanos) precedido por el sistema de preparaci¨®n que el interesado considerara m¨¢s eficiente y asequible. Y como los m¨¢steres obligatorios de acceso son de pago, los estudiantes se quejan de que son un impuesto. Con raz¨®n y en vano: casi todos los profesores de todas las ideolog¨ªas desfilamos al paso y de acuerdo en que nos viene muy bien un sobresueldo, que la universidad espa?ola paga medio mal y la aplicaci¨®n del Plan Bolonia en derecho redujo la duraci¨®n de la carrera de cinco a cuatro a?os. Entonces la maestr¨ªa obligatoria nos devolvi¨® el quinto a?o con dineros ca¨ªdos del cielo en tiempos de crisis. Lo escribo con verg¨¹enza, pues he dedicado casi cuarenta a?os de c¨¢tedra a la universidad p¨²blica.
Un tercer criterio es su duraci¨®n, tasado por ley para las maestr¨ªas oficiales, entre 60 y 120 cr¨¦ditos. Suele ser excesiva, pero a veces se quedan cortas: un graduado en F¨ªsicas que acab¨® hace unos meses la maestr¨ªa de formaci¨®n de profesorado de ense?anza media? la que habilita para dar clase en ESO y Bachillerato, me contaba que faltaron horas de ret¨®rica y comunicaci¨®n efectiva. En otros casos sucede al rev¨¦s. A igualdad de condiciones, escojan el m¨¢s breve, el de 90 cr¨¦ditos mejor que el de 120, aunque solo despu¨¦s de haber comparado una por una las horas empleadas para cada materia y su inter¨¦s real.
En cuarto lugar, la calidad de las pr¨¢cticas (o del laboratorio en su caso) es crucial: comprueben en qu¨¦ organizaciones las cursar¨¢n. La maestr¨ªa ideal se reparte mitad y mitad entre teor¨ªa y pr¨¢ctica (pero si las pr¨¢cticas no son pagadas, pueden no valer mucho).
Quinto, los complementarios: han estudiado en Barcelona, pues prueben un curso en otra ciudad, o en otro pa¨ªs. Las ciudades premium, como Barcelona, tienen de bueno el nivel y la dimensi¨®n de la red para aprender a hacer casi todo, pero atraen y generan mucho ruido. El turismo acad¨¦mico se ha instalado en las maestr¨ªas.
Sexto: no coleccionen maestr¨ªas. La impresi¨®n que ofrece el curr¨ªculum de un graduado de veintinueve a?os de edad con un rosario de siete m¨¢steres de un a?o de duraci¨®n cada uno de ellos es inquietante, por decir lo menos. En cambio, si tiene uno o dos y una pr¨¢ctica profesional similar, es buena se?al. Otra cosa son los cursos de formaci¨®n continua: no concibo a un fiscalista que no se informe permanentemente. Resumiendo, hoy no se puede dejar de aprender, pero uno no puede pasarse la vida coleccionando certificados de asistencia o de aprovechamiento presunto. Los modelos de referencia son los buenos e-cursos que exigen pasar controles. Organizaciones como Coursera son mod¨¦licas. La mayor parte de las universidades son serias, pues como son desesperantemente burocr¨¢ticas, la corrupci¨®n es dif¨ªcil. Comprueben en cada caso sus puntos fuertes (arqueolog¨ªa en Tarragona, por ejemplo).
S¨¦ptimo, vean si los curr¨ªculos de los profesores equilibran la teor¨ªa con su ejercicio pr¨¢ctico: una procesalista que no haya pisado un juzgado da hasta miedo, aunque no es nada frecuente. Inf¨®rmense con antiguos alumnos o, si no conocen a ninguno, investiguen d¨®nde han estudiado los profesionales que admiran, que lo m¨¢s importante de una universidad son sus alumnos, sus amigos de ma?ana.
Octavo, pregunten por la relaci¨®n entre solicitudes y matr¨ªculas: los cursos buenos tienen varios candidatos por plaza. Pero hay microespecialidades o maestr¨ªas minoritarias excelentes.
Noveno, una maestr¨ªa profesional buena tiene un servicio de colocaci¨®n igualmente correcto. Y si es predoctoral, hojeen cinco tesis recientes de doctores que tengan esa maestr¨ªa de sus sue?os.
Y d¨¦cimo: los maestros de verdad no solo atraen a sus estudiantes, sino tambi¨¦n ayudas y patrocinadores a docenas. Exijan la lista. Suerte.
Pablo Salvador Coderch es Catedr¨¢tico de derecho civil en la UPF.
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