Luces y sombras en Lavapi¨¦s
La elecci¨®n de Embajadores como el barrio m¨¢s mol¨®n del mundo por 'Time Out' abre un debate en el que opinan el periodista Jes¨²s Ru¨ªz Mantilla y el soci¨®logo Javier Gil
Tras hacerse con el t¨ªtulo de barrio m¨¢s cool del mundo, Lavapi¨¦s est¨¢ en el punto de mira. El ranking de los 50 barrios m¨¢s molones del mundo lo ha elaborado la revista Time Out, especializada en ocio urbano, tras entrevistar a m¨¢s de 15.000 lectores as¨ª como a sus editores distribuidos por ciudades de todo el globo.
El ganador absoluto ha sido el madrile?o barrio de Embajadores (en el distrito Centro), del que Lavapi¨¦s es su coraz¨®n. Por sus calles, arrancan muchas noches de fiesta; por sus plazas bulle el gent¨ªo que busca hueco en las terrazas de Argumosa o mesa en alguno de los restaurantes indios de Ave Mar¨ªa; en sus bancos se han tejido revoluciones sociales as¨ª como una efervescente escena cultural.
El magnetismo de la zona la ha convertido en un importante polo de atracci¨®n. No solo para ciudadanos, turistas o agentes culturales sino tambi¨¦n para hosteleros, supermercados o fondos buitre. Los alquileres ¡ªque han aumentado un 7,8% en la ciudad en el ¨²ltimo a?o y un 39,1% con respecto a 2014¡ª est¨¢n por las nubes y los que habitan sus calles durante el d¨ªa se quejan de la gentrificaci¨®n (que sustituye a los habitantes habituales por otros m¨¢s boyantes); de la turistificaci¨®n (que cambia vecinos por turistas); del aumento de la presencia de droga en la zona y de la degradaci¨®n de algunas partes del barrio. Luces y sombras de un profundo cambio en una de las zonas m¨¢s visitadas de Madrid.
Un resumen del mundo, por Jes¨²s Ru¨ªz Mantilla
La calle Mes¨®n de Paredes es un resumen del mundo. Incluso un cuento de Las mil y una noches, tamizado por el sello de cualquier descendiente literario de Gald¨®s en este siglo XXI. De Tirso de Molina al mercado de San Fernando, en los escasos 500 metros que los separan a pie, uno encuentra lo siguiente: compra carne y jam¨®n en Celestino Nieto; una torta de centeno o semillas en Panifiesto; fruta en el Palomar; si nos desviamos diez pasos a la izquierda, el pescado m¨¢s variado, fresco y barato de Madrid en el Alofer de la calle Esgrima; callos en la casquer¨ªa Oscar de la Encomienda, fundada en 1932; se toma un vermut de grifo en la taberna de Antonio S¨¢nchez, la m¨¢s taurina y antigua del foro; llega a la plaza Nelson Mandela y puede departir con subsaharianos y okupas al olor de una delicia senegalesa del Baobab; so?ar con un tandoori o unos tacos; acabar la ronda por los diferentes puestos, reconvertidos en medio tienda medio barra, del mercado y meterse a husmear la revoluci¨®n entre las ruinas dieciochescas de Tabacalera.
Mientras uno enfila calle abajo los portales y ha dejado a la vista sus corralas de zarzuela, ha escuchado hablar ¨¢rabe, hindi, checo, ingl¨¦s, chino, italiano, sirio o persa; le han dulcificado la ma?ana acentos latinos; y ha podido percibir ecos de palmas flamencas por los alrededores de Cascorro. O encontrarse una estampa similar por las paralelas, camino de la plaza, hacia el teatro Valle-Incl¨¢n y La Casa Encendida.
?No es eso una perfecta y asombrosa medida del h¨¢bitat mundial que define a la ciudad m¨¢s abierta del mundo? Madrid, se llama. Y el colmo, su barrio de Lavapi¨¦s, un conglomerado de razas, tendencias, movimientos sociales, pol¨ªticos, culturales, teatros, librer¨ªas, galer¨ªas de arte, comercios asombrosos, m¨²sica en la calle, restaurantes y chiringos donde conviven en paz poetas, m¨²sicos, artistas, migrantes y vecinos castizos de toda la vida.
En la Europa de Salvini, Orban, Marine Le Pen y dem¨¢s jarcia xen¨®foba, es el ¨²nico barrio del que se tenga noticia en el que los vecinos se han llegado a manifestar por si acaso a la polic¨ªa se le ocurre perseguir manteros. Preventivamente, a favor de los inmigrantes. Lo malo es que si bien medios con boina, pol¨ªticos y dem¨¢s tarugos se han empe?ado en demonizarlo en los ¨²ltimos a?os sin atreverse a pasear por sus pac¨ªficas calles y plazas, han tenido que ser de nuevo quienes lo visitan con envidia ¡ªredactores de la gu¨ªa Time Out¡ª quienes lo coloquen en su justo t¨¦rmino como el barrio m¨¢s cool del mundo.
Toma ya. Esperemos estar a tiempo de que el honor no se nos convierta en nueva y mayor pesadilla a cuenta de la gentrificaci¨®n. Queremos seguir viviendo en el barrio, pero no con los precios por las nubes y s¨ª con la luz que ilumina sus callejas.
Cuando lo 'cool' acaba con el barrio, por Javier Gil
Cada vez es m¨¢s frecuente escuchar todo tipo de adjetivos y met¨¢foras para describir lo maravilloso que son algunos barrios de nuestras ciudades. Barrios cool, aut¨¦nticos y excepcionales. Barrios que se descubren y en los que cada paseo se transforma en una experiencia ¨²nica e irrepetible. Pero esta forma de nombrar los barrios, en realidad dice muy poco sobre las condiciones de vida y el bienestar de las personas que los habitan.
Este tipo de etiquetas forman parte de un discurso que transmuta los barrios en marcas de consumo y espolea diversos procesos especulativos. Al convertirlo en marca, se incentiva la percepci¨®n subjetiva que la poblaci¨®n tiene de una zona de la ciudad. Esto ocurre a trav¨¦s de la producci¨®n de discursos que ensalzan algunos elementos destacables del barrio bien sean a nivel cultural, afectivo o comercial.
De esta manera, esos barrios se convierten en objetos de deseo, en lugares que permiten desarrollar formas de consumo y estilos de vida que no se pueden tener en otras zonas de la ciudad. Vivir, consumir, relacionarse y pasar tiempo en estos lugares produce mayor satisfacci¨®n a la persona. Adem¨¢s, otorga estatus y distinci¨®n.
El problema es que al aumentar el valor simb¨®lico y subjetivo de un barrio, tambi¨¦n aumentan sus rentas inmobiliarias. Cuanto m¨¢s cool y m¨¢s autentico sea tu barrio, mayor ser¨¢ tu pr¨®xima subida de alquiler. Pero, cuidado: si es demasiado cool, no tendr¨¢s opci¨®n a renovar el contrato porque tu piso se transformar¨¢ en un AirBnB para turistas atra¨ªdos por el coolness de lo que un d¨ªa fuera tu barrio. Porque ¡ªaunque no siempre se diga¡ª no todo el mundo tiene la misma capacidad de consumir en estos barrios tan cool: algunos precios escapan al poder adquisitivo de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n.
Denominar a un barrio como cool funciona como una estrategia discursiva y comercial para, de alguna manera, legitimar las burbujas inmobiliarias, la gentrificaci¨®n y la turistificaci¨®n. Prueba de ello es que en la mayor¨ªa de barrios cool a nivel global, aparecen simult¨¢neamente estos tres procesos. En Lavapi¨¦s tambi¨¦n.
Se trata de tres fen¨®menos distintos entre s¨ª, pero que se retroalimentan y complementan. Cuando van de la mano, sus impactos crecen de forma exponencial, y se traducen en fuertes procesos especulativos que van acompa?ados de expulsiones masivas de la poblaci¨®n local.
En el fondo, los barrios cool generan representaciones sesgadas de la ciudad y en ¨²ltima instancia invisibilizan que se trata de zonas que sufren fuertes procesos de segregaci¨®n y desigualdad urbana. Cuando a un barrio lo bautizan como cool, es probable que la vida de sus habitantes lleve tiempo empeorando.
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