¡®The Good Fight¡¯ y la lluvia dorada
La serie dibuja una Casa Blanca delirante, sin norte y agresiva con sus oponentes
Los creadores de The Good Fight no esperaban la victoria de Donald Trump y tuvieron que reacomodar la serie a la nueva situaci¨®n pol¨ªtica. Y lo han hecho a conciencia. Los cap¨ªtulos se titulan en funci¨®n de los d¨ªas que lleva Trump en la Casa Blanca (408, 415....), m¨¢s de una dama frecuenta los pussy-bow, un visible lazo que Melania Trump luci¨® en determinados momentos de la campa?a. Pussy quiere decir gatito, pero tambi¨¦n co?o y es esta acepci¨®n la que tomaron las redes sociales para interpretar la decisi¨®n de armario que tom¨® la esposa del candidato cuando obtuvo mucha notoriedad un sucio v¨ªdeo de Trump sobre su ¨¦xito como seductor a la hora "de coger el co?o" a las mujeres. En los t¨ªtulos de cr¨¦dito, una televisi¨®n de plasma con la imagen de Putin revienta y tambi¨¦n lo hace otra plasma... con la de Trump. Y una de las protagonistas, Diane Lockhart, dice fatigada que no sabe si podr¨¢ aguantar tres a?os m¨¢s con el presidente que tiene...
Pero la serie no se para en menciones m¨¢s o menos epis¨®dicas. Un cap¨ªtulo est¨¢ dedicado al esfuerzo profesional que hace el bufete de abogados protagonista para conseguir el contrato del Partido Dem¨®crata si se decide por el impeachment. Y el noveno, todo entero, gira sobre la autenticidad de un v¨ªdeo de Trump en un hotel de Mosc¨² con prostitutas donde uno de los juegos es la lluvia dorada.</CF> Al final ¡ªla productora podr¨ªa picarse los dedos¡ª llegan a la conclusi¨®n de que es falso, una conclusi¨®n no muy s¨®lida porque una alta funcionaria el Partido Dem¨®crata se guarda una copia para octubre de 2020, el a?o electoral.
La serie dibuja una Casa Blanca delirante, desnortada y agresiva con sus oponentes. Pues bien, The Good Fight no es una producci¨®n alternativa que quiz¨¢s llegue al Sudance Festival. Lo emite el canal de suscripci¨®n de la CBS. Y la dureza de su cr¨ªtica se da fundamentalmente porque sus argumentos y situaciones son veros¨ªmiles, no es una comedia espenp¨¦ntica. ?Por qu¨¦ no tenemos aqu¨ª una televisi¨®n que pueda, de saber tienen que saber, hacer este tipo de propuestas? ?Sumisi¨®n pol¨ªtica y puritanismo social? The Good Fight se harta de hablar de la lluvia dorada</CF> y en Barcelona la oposici¨®n intent¨® organizar un esc¨¢ndalo porque la directora de comunicaci¨®n de Ada Colau protagoniz¨® hace a?os una performance orinando al asfalto. Esto era como integrante de un colectivo sobre sexualidad y feminismo. Curiosamente, nadie record¨® que Carles Santos ¡ª?ay como te a?oramos!¡ª, en la ceremonia inaugural del Reloj ilusorio de Joan Brossa en el Poliorama (1985), present¨® una soprano orinando sobre un gran tambor. Una presentaci¨®n con alguna dificultad t¨¦cnica con la manguera que ten¨ªa que garantizar un rato y una fuerza de percusi¨®n m¨¢s all¨¢ del que puede ofrecer la naturaleza.
Pero sin ir tanto lejos, Jan Fabre, este verano en el Grec present¨® el espect¨¢culo Belgian rules, sobre su pa¨ªs, donde una de las actrices orina sobre el escenario, consecuencia l¨®gica de vivir cerca del Maneken Pis y en una tierra donde se bebe mucha cerveza (orina sagrada), y lo subraya el montaje que suministra esta bebida sin restricions a la troupe. Se trata de un espect¨¢culo, ir¨®nico, kilom¨¨trico y cr¨ªtico con B¨¦lgica, una patria que ama con todas sus contradicciones, que expone sin miedo, desde el pasado colonial a la venta de armas. Una declaraci¨®n de amor felliniana. Una propuesta que se sirve de los carnavales y del surrealismo, un patrimonio tambi¨¦n belga. Al espectador extranjero seguramente se nos escapan el sentido de algunas im¨¢genes. Por ejemplo, los paseos de un erizo que, seg¨²n Fabre, es una alusi¨®n al ciudadano belga.
Para Fabre, su espect¨¢culo no es una historia sobre los nacionalismos, m¨¢s bien sobre su deseable ausencia. En un tiempo de fronteras y miedo, ¡°en B¨¦lgica hay que mostrar nuestra fuerza y vulnerabilidad¡±, ha dicho. Una ausencia que se refleja en el juego final de banderas, que hacen bailar como en Siena. Primero de todos los colores y despu¨¦s solamente la bandera blanca que no es de rendici¨®n. Es de paz. Un montaje que ha recibido un mont¨®n de premios menos en su pa¨ªs donde Jan Fabre sufre el odio y las agresiones de la ultraderecha nacionalista flamenca. De hecho Fabre (ahora tambi¨¦n acusado de asediar y humillar a sus artistas y empleados) considera que no hay un movimiento de exaltaci¨®n belga, nacionalista. S¨ª, en cambio, en la extrema derecha nacionalista flamenca...
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