La pol¨ªtica, esa trituradora
Si alguien de prestigio como fue Maria Aur¨¨lia Capmany es hoy llamado a un cargo p¨²blico, lo normal es que salga corriendo
Cien a?os hubiera cumplido el pasado 3 agosto Maria Aur¨¨lia Capmany, la mujer que dijo que nunca ser¨ªa lo suficientemente vieja ni lo suficientemente cobarde como para no volver a empezar de nuevo con las manos vac¨ªas. Intelectual prol¨ªfica y polifac¨¦tica, la personalidad volc¨¢nica de Maria Aur¨¨lia Capmany es recordada en el centenario de su nacimiento como un ejemplo de intelectual comprometida.
En 1983, cuando ya era una instituci¨®n en s¨ª misma y se encontraba en la c¨²spide de su proyecci¨®n como escritora y como activista cultural, Pasqual Maragall la convenci¨® para que le acompa?ara en la lista del PSC para el Ayuntamiento de Barcelona. ?l ten¨ªa 42 a?os y ella 64. Tal como era la escritora, celosa de su libertad y siempre reticente a los encuadramientos, ofreci¨® alguna resistencia pero acab¨® aceptando. A Maragall no pod¨ªa negarle nada. El suyo no era, sin embargo, un gesto extra?o. En esos a?os, adem¨¢s de los activistas del movimiento obrero, vecinal y estudiantil, la pol¨ªtica se nutri¨® de intelectuales y profesionales de gran prestigio, como Oriol Bohigas o Marta Mata. Y buena parte de la transformaci¨®n que vivi¨® Barcelona, Catalu?a y Espa?a en las primeras d¨¦cadas de democracia cont¨® con la aportaci¨®n decisiva de este tipo de personalidades.
La pol¨ªtica nunca ha sido un camino de rosas, cierto, pero ?qu¨¦ ha ocurrido para que ahora estemos en el paradigma contrario? Si alguien de prestigio es llamado para asumir un cargo p¨²blico, lo m¨¢s normal es que salga corriendo. La pol¨ªtica se ha convertido en una trituradora y pocos son los que aceptan enrolarse en una aventura de final incierto, que les hace perder oportunidades profesionales y que puede poner en riesgo el prestigio acumulado. La lucha partidista se ha vuelto despiadada, con ataques que no siempre se basan en la verdad. Y el escrutinio p¨²blico es tan intenso y tan invasivo que a las dificultades de gobernar y la exigencia de una dedicaci¨®n intensa, se a?ade ahora una gran tensi¨®n emocional. En esas condiciones, hay que tener mucha vocaci¨®n de servicio p¨²blico para enrolarse en la pol¨ªtica.
En el caso de las mujeres se a?aden adem¨¢s factores espec¨ªficos que hacen la carga a¨²n m¨¢s pesada. Maria Aur¨¨lia Capmany fue una de las que abri¨® camino. No era f¨¢cil. En el primer consistorio de Barcelona solo hab¨ªa 3 concejalas. Cuando ella fue elegida, en 1983, eran cinco y cuando muri¨®, en 1991, apenas siete. Hubo que esperar hasta las municipales de 1999 para que subieran a 14. Ahora son 18 sobre un total de 41 y la alcald¨ªa est¨¢ en manos de una mujer. Se ha progresado, ciertamente, pero la vivencia que tienen las mujeres que ahora ejercen responsabilidades en la pol¨ªtica municipal es muy distinta de la que transmit¨ªa Maria Aur¨¨lia Capmany. Lo pudimos ver en un debate de homenaje a la escritora que reuni¨® a dos de las ediles que la acompa?aron en aquellos primeros mandatos, Francesca Masgoret y Eul¨¤lia Vintr¨® y a dos del actual consistorio, Laura P¨¦rez y Laia Ortiz.
Maria Aur¨¨lia era una feminista desacomplejada que fumaba puros, con frecuencia bromeaba sobre su condici¨®n de ¡°mujer p¨²blica¡± y participaba en las vanguardias culturales sin dejar de escribir. Exhib¨ªa una energ¨ªa infinita, pero, sobre todo, no ten¨ªa hijos. Pod¨ªa dedicar a la pol¨ªtica lo que quisiera sin culpabilidad alguna. Entonces no hab¨ªa tel¨¦fonos m¨®viles y cuando se encerraba a escribir, nadie la perturbaba.
Es cierto que la coyuntura de pertenecer a un grupo muy reducido hace que las mujeres que ahora llevan el peso de la acci¨®n de gobierno en Barcelona tengan una excepcional carga de responsabilidad, pero la idea de que la pol¨ªtica tiene un coste personal m¨¢s elevado para las mujeres que se dedican a ella es una experiencia compartida en diferentes instituciones y diferentes coyunturas.
A diferencia de las pioneras, las mujeres que ahora participan en pol¨ªtica no quieren renunciar a ser madres y desean vivir una vida familiar satisfactoria. En muchos ayuntamientos, tambi¨¦n el de Barcelona, se han hecho esfuerzos por cambiar horarios y establecer normas de conciliaci¨®n, por ejemplo que ninguna reuni¨®n termine m¨¢s tarde de las 20.30. Se han implantado servicios de custodia, pero lo que necesitan las mujeres con cargos pol¨ªticos no es un lugar donde poder dejar a los hijos mientras est¨¢n reunidas o atienden un acto institucional, sino acotar la vida p¨²blica y liberar tiempo para la privada.
La ¨²nica manera de que las mujeres puedan participar sin culpabilidad ni sufrimiento es cambiar los tiempos de la pol¨ªtica, lo que a su vez requiere cambiar los tiempos de la ciudad, desde el trabajo al comercio.
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