La Constituci¨®n que nunca se renov¨®
El gran problema del articulado ha sido el modo en que ha sido gestionado. Y ahora crujen sus costuras
El embrollo en torno a la tumba de Franco y el Valle de los Ca¨ªdos ha coincidido con el inicio del ciclo conmemorativo del 40 aniversario de la Constituci¨®n. La consigna oficial es que toca cantar las alabanzas de la Constituci¨®n como ritual de exorcismo en tiempos en que se multiplican las voces republicanas y en que se vive la larga resaca del ¨²nico desaf¨ªo realmente subversivo ¡ªen el sentido de cambio estructural del Estado¡ª que ha vivido este pa¨ªs desde 1978. Que a estas alturas el Valle de los Ca¨ªdos siga ejerciendo de memorial del dictador y funcione como un feudo intocable del nacional-catolicismo nos recuerda que no es oro todo lo que reluce en la historia del m¨¢s largo per¨ªodo constitucional de Espa?a.
Por haber vivido aquellos a?os, me es muy dif¨ªcil hacer un juicio terminante sobre el proceso constituyente y su resultado. ?Era posible una Constituci¨®n mejor? No podemos sustraernos a la realidad. No hubo ruptura, hubo una transici¨®n de un r¨¦gimen fascista a un r¨¦gimen democr¨¢tico. Liderada por un rey nombrado por el dictador, como ¨¦l mismo me dijo, visitando una exposici¨®n en el CCCB, ante un retrato de Franco: ¡°Este me nombr¨®, ?qu¨¦ tengo que hacer, negarlo? Si todo el mundo lo sabe¡±. Puede que reconocer lo evidente fue lo que permiti¨® a Juan Carlos I jugar el papel de buen traidor. Nunca sabremos el valor real del ruido de sables que acompa?¨® y condicion¨® el proceso. Las instituciones: ej¨¦rcito, fuerzas de seguridad, justicia, cuerpos del Estado, corporaciones diversas, eran las del franquismo y nunca fueron radicalmente reformadas. Con todos ellos y con un poder econ¨®mico, en su mayor¨ªa perfectamente adaptado al Estado, se tuvo que pactar el cambio, a trav¨¦s de una nueva generaci¨®n de pol¨ªticos surgidos del r¨¦gimen, la vieja guardia franquista y los dirigentes del antifranquismo.
El 40 aniversario llega con la cuesti¨®n territorial abierta, con la monarqu¨ªa en cuesti¨®n y con un protagonismo inesperado del poder judicial
Desde los a?os sesenta Espa?a viv¨ªa en una doble realidad. Una superestructura cerrada, d¨®nde viv¨ªan instalados los poderes franquistas y su aparato ideol¨®gico de referencia, la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica, cada vez m¨¢s alejada de amplios sectores ciudadanos que, sobre todo en las grandes ciudades, estaban en el aprendizaje de la modernidad. Poco a poco, se impuso como superego colectivo el tab¨² de la guerra civil: nunca, jam¨¢s, base de la consigna de reconciliaci¨®n nacional que el PC lanz¨® antes que nadie. Pero estos imperativos tambi¨¦n se negocian y ah¨ª hubo un precio expl¨ªcito ¡ªla amnist¨ªa para todos: resistentes y verdugos¡ª y un precio impl¨ªcito ¡ªla desmemoria, que sigue vigente, con una derecha que con este joven levantisco llamado Pablo Casado, sigue siendo incapaz de condenar al fascismo, y con la Iglesia cat¨®lica manteni¨¦ndose como protectora del cad¨¢ver de Franco, a pesar de los alt¨ªsimos costes que ha tenido para ella su complicidad con el franquismo, hasta el punto que Espa?a es uno de los pa¨ªses m¨¢s laicos del mundo.
Probablemente, el texto constitucional no pod¨ªa ser mucho mejor que el que sali¨®. El gran problema de la Constituci¨®n ha sido el modo en que ha sido gestionada. La incapacidad de los gobiernos y de las distintas mayor¨ªas que se han sucedido para reformarla antes de que los problemas estallaran, al tiempo que se iba haciendo m¨¢s restrictiva su interpretaci¨®n. Y ahora crujen sus costuras.
La Transici¨®n termina con la victoria del PSOE en 1982 y el posterior ingreso en la Uni¨®n Europea. Los socialistas llegaron al poder con una autoridad electoral y moral sin precedentes. Opt¨® por dar prioridad al asentamiento del r¨¦gimen, por delante de la construcci¨®n de la cultura democr¨¢tica que el pa¨ªs no ten¨ªa. As¨ª se construy¨® el nuevo entramado institucional y corporativo, lastrado por un error que viene del inicio de la Transici¨®n: la tard¨ªa regulaci¨®n de la financiaci¨®n de los partidos, puerta por la que la corrupci¨®n se incrust¨® en el sistema. Cuando Aznar unific¨® la derecha, PSOE y PP, en alianza corporativa a pesar de sus peleas, pasaron a compartir el poder en exclusiva. La crisis de 2008 sac¨® a los ciudadanos de la indiferencia y a partir de 2011 el r¨¦gimen bipartidista qued¨® en evidencia. Sus gestores son los que han puesto en la picota la Constituci¨®n de 1978. No quisieron o no supieron desarrollarla para hacerla m¨¢s inclusiva. Y as¨ª el 40 aniversario llega con la cuesti¨®n territorial abierta, con la monarqu¨ªa en cuesti¨®n, con un protagonismo inesperado del poder judicial y con el triste estreno de un art¨ªculo dise?ado para la excepci¨®n: el 155.
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