Los rugidos leoninos de Beth Hart hacen temblar la sala Barts
La cantante protagoniza un concierto redondo en el Festival de Jazz de Barcelona
En una programaci¨®n tan abultada como la del 50 Festival de Jazz de Barcelona el nombre de Beth Hart podr¨ªa haber pasado desapercibido. Sus seguidores no son los ortodoxos consumidores de jazz (y solo jazz, como suele ser norma) e incluso esa misma noche coincid¨ªa con otro concierto del mismo certamen, pero los buenos aficionados saben buscar entre l¨ªneas y la sala Barts, sin butacas para la ocasi¨®n, se abarrot¨® de humanidad y de calor. Calor entre un p¨²blico de lo m¨¢s variado en edades y procedencias pero calor, sobre todo, en el escenario.
A Beth Hart se la conoce m¨¢s por sus d¨²os con gigantes de la guitarra como Joe Bonamasa o Jeff Beck que por sus trabajos propios pero lo cierto es que en los ¨²ltimos a?os su nombre se ha encumbrado de forma lenta pero segura hasta lo m¨¢s alto de esa tierra de nadie en la que el blues m¨¢s profundo y dogm¨¢tico se re¨²ne con algunos de sus hijos como el rhythm and blues, el soul o, incluso, el rock. El mi¨¦rcoles la angelina dej¨® claro que no est¨¢ en lo m¨¢s alto por casualidad. No es flor de un d¨ªa, sus veinticinco a?os de carrera se plasmaron en un concierto torrencial, tan sencillo y directo como hipn¨®tico y apabullante.
Hart comenz¨® ya fuerte con uno de sus viejos temas, Better Man, y en cuesti¨®n de segundos se hab¨ªa metido a todo el p¨²blico en el bolsillo. Es una aut¨¦ntica bestia de escenario, lo llena completamente y cuando ruge como una leona enfurecida tiemblan hasta las paredes del edificio. Primero de pie, movi¨¦ndose como un felino, acerc¨¢ndose al p¨²blico. Inmediatamente despu¨¦s escud¨¢ndose tras el piano o sent¨¢ndose casi t¨ªmidamente guitarra en mano.
Dominio total, hasta el punto de romper la din¨¢mica r¨ªtmica de la velada para quedarse a solas con su guitarrista y recrear una balada casi olvidada que hab¨ªan cantado antes Anita O¡¯Day y Ella Fitzgerald, Lullaby of the leaves, y hacerla totalmente suya o prescindir de todo el grupo en un pu?ado de canciones tremendamente cercanas. Beth Hart sola ante el piano fue probablemente lo mejor de la velada, pero indudablemente su derroche r¨ªtmico fue lo que apabull¨® al personal, verdaderos rugidos de placer que tanto recuerdan a la joven Aretha Franklin como a la m¨¢s desinhibida Janis Joplin. Un concierto redondo.
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