Cuarenta a?os de fidelidad a s¨ª mismo
Loquillo repas¨® su carrera en un concierto en el que se volvi¨® a reivindicar como un rockero ign¨ªfugo
Pues ah¨ª sigue, incombustible como el granito, tieso como una estaca, desafiante en su ligaz¨®n a un c¨®digo de conducta que ya no est¨¢ de moda en esta ¨¦poca l¨ªquida, con ese pelo de negro que ya comenzando a blanquear y le aguanta a¨²n enhiesto el tup¨¦, una proa tan retadora como esa nariz que se adelanta a su figura. Y mientras los dem¨¢s caen, o simplemente tiraron la toalla hace tiempo, ¨¦l, quiz¨¢s mirando de reojo a lo que est¨¢ de moda para hacer justamente lo contrario, sigue ah¨ª, como una valla publicitaria que el viento no logra derribar. Y lleva cuarenta a?os de carrera, cifra de recuerdos infaustos en este pa¨ªs, cifra que a ¨¦l le ha dado para doblar su capacidad de convocatoria en su ciudad en una temporada. Por fin hizo suyo el Palau Sant Jordi, donde Loquilllo dijo a los suyos que el rock es ¨¦l.
Y a sus detractores, que ¨¦l se ha encargado de regar con r¨ªos de desd¨¦n, les debe dar mucha rabia. Ya solo por la pinta. Si a los mortales de a pie el tiempo baja los hombros carg¨¢ndolos con a?os que de paso doblan la columna, Loquillo, tanto fuera como sobre el escenario, contin¨²a insultantemente tieso, como si estuviese soldado al palo de una escoba que le recorriera la espalda de nuca a rabadilla. Siempre de negro, tambi¨¦n fiel a sus chaquetas y levitas de toda la vida, se dir¨ªa que tiene un par de cada modelo, cosa de la que ser¨ªa perfectamente capaz en su comprensi¨®n de las fidelidades y siempre el mismo en la forma de moverse, coger el micro, se?alar al horizonte, mirar m¨¢s all¨¢, dirigirse al p¨²blico con gravedad y componer estampas a medio camino entre el rock y la tauromaquia que ya le son tan propias como su chuler¨ªa de barrio. Todo cambian en el mundo menos ¨¦l, aceite que no penetra el agua.
Pese a todo, el concierto comenz¨® con m¨¢s calor y pasi¨®n en el escenario que en la pista, ya que al p¨²blico, tras la inicial?Rock and Roll actitud, le cost¨® entrar en el concierto. S¨ª, estaban all¨ª, pero les cost¨® entregarse a su figura, que en su actuaci¨®n en el Sant Jordi Club el a?o pasado les someti¨® a las primeras de cambio. Se puede decir que hicieron falta una docena de canciones como de calentamiento, que se comenz¨® a dar por concluido con una toma de acento ac¨²stico de?Brillar y brillar y, ya definitivamente, con?Rompeolas. Con una producci¨®n de v¨ªdeo inusual en su carrera, m¨¢s efectiva que imaginativa, Loquillo quiso completar el men¨² visual, que pese a todo recay¨®, como cuando no hay proyecciones, en su figura. Su ¡°hola Barcelona, aqu¨ª me ten¨¦is¡±, fue como gritar, ¡°aqu¨ª est¨¢ vuestro hombre, no dej¨¦is de pasar la ocasi¨®n¡±.
Amante de la desmesura en muchas facetas de su vida, el repertorio fue largo, treinta y seis canciones con bloques sabiamente distribuidos de sus ¨¦xitos de los ochenta, verdadera gasolina del motor. Y no es que Loquillo no haya logrado ¨¦xitos posteriores y logros rese?ables, pero la reacci¨®n de su p¨²blico en la traca?Rock suave,?Carne para Linda y?El ritmo del garaje, indicaron bien a las claras d¨®nde est¨¢ el granero emocional y est¨¦tico de su p¨²blico, la bandera a la que rinden fidelidad eterna. Tras la siguiente composici¨®n, ¡°El rey del glam¡±, un descanso indic¨® que la juventud de la mayor¨ªa de los presentes ya se recuerda, no se ejerce, todo y que Igor Paskual, guitarrista al que Loquillo defini¨® como su hermano, sigue optando al t¨ªtulo de pintas oficial del rock espa?ol, all¨ª con el pecho al aire gracias a una camisa desabotonada, sobrero de reminiscencias nazis, boa roja y falda negra. Evocaba lejanamente a Charlotte Rampling en?Portero de noche, pero con pelo en el pecho y en vasco.
La segunda parte del recital sigui¨® los pasos de la primera pero con la parroquia ya enchufada. L¨¢stima que el mejor sonido se guardase para la pista y las zonas bajas de los grader¨ªos, donde la potencia de la banda llegaba con la contundencia deseable. Desfilaron las colaboraciones de Sabino en Rock and roll star, cuya presencia recordaba al halc¨®n que los cetreros muestran en su brazo, y de Leiva, que bajo su sombrero compareci¨® en dos piezas m¨¢s. Pildorilla ideol¨®gica al presentar a sus m¨²sicos ¡°mientras unos restan y otros dividen, yo prefiero sumar¡±, dijo antes de poner de manifiesto la variedad de sus or¨ªgenes peninsulares, y una traca final con homenaje a sus mayores, son¨®?Mi calle de Lone Star, y ya hab¨ªan sonado recuerdos a Johnny Halliday, Johnny Cash y The Clash, un?La matar¨¦ que solo alguien tan seguro de s¨ª mismo puede seguir cantando hoy, en tiempos de palabras milimetradas, un autoreferencial Feo, fuerte y formal y la postre Cadillac solitario que dej¨® de manifiesto que Loquillo est¨¢ en forma. Se dir¨ªa que lleva 40 a?os en forma. Siendo ¨¦l mismo, pese al mundo.
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