Mercados repugnantes y prostituci¨®n
No ser¨ªa posible la existencia de establecimientos en los que se vende sexo a gran escala si no existieran redes criminales
Casi todas las personas reciben dinero por el uso de su cuerpo. ?ste era el argumento que utilizaba una tribuna publicada recientemente por EL PA?S bajo el t¨ªtulo El respeto a otras. El texto hac¨ªa referencia a la pol¨¦mica creada por el registro de un sindicato de prostitutas en Barcelona, anulado posteriormente por la Audiencia Nacional. El art¨ªculo planteaba la necesidad de revisar nuestras creencias en relaci¨®n a esta cuesti¨®n bajo la ¨®ptica de que prostituirse es la ocupaci¨®n mejor remunerada que pueden conseguir much¨ªsimas personas frente a los cambios econ¨®micos que provoca el capitalismo globalizado. M¨¢s que abolir el comercio sexual, hay que cambiar el sistema socioecon¨®mico, afirmaba.
Aceptar este planteamiento es, sin embargo, asumir justamente lo contrario: que las reglas del capitalismo descontrolado son las que mandan, incluso en algo tan ¨ªntimo como el cuerpo de una mujer. Reconocer la prostituci¨®n como un trabajo normal, y por ello sindicable, es condenar a miles de mujeres a una actividad que se nutre principalmente de la desigualdad que existe entre los pa¨ªses ricos y aquellos desde donde provienen las mujeres prostituidas.
Economistas como Samuel Bowles utilizan el t¨¦rmino ¡°mercados repugnantes¡± para definir aquellos negocios a los que la sociedad debe poner l¨ªmites porque no son ¨¦ticamente aceptables. La esclavitud o el tr¨¢fico de ¨®rganos son los ejemplos m¨¢s utilizados. Poner freno a estos mercados repugnantes, aseguran, requiere de la intervenci¨®n de instituciones democr¨¢ticas y supranacionales porque las organizaciones criminales aprovechan la desigualdad, sobre todo la existente entre el primer y el tercer mundo, para operar. Dejar estas cuestiones en manos del mercado ser¨ªa condenar a millones de seres humanos a una vulneraci¨®n de sus derechos m¨¢s fundamentales.
Uno de estos mercados repugnantes es el tr¨¢fico y la trata de seres humanos, una actividad ¨ªntimamente ligada en nuestro pa¨ªs al negocio de la prostituci¨®n. No ser¨ªa posible la existencia de miles de establecimientos en los que se compra y vende sexo a gran escala si no existieran redes criminales que los abastecen con mujeres traficadas. Mujeres que vienen bajo la promesa de un trabajo o porque est¨¢n desesperadas.
Si aceptamos que las mujeres eligen libremente prostituirse, deber¨ªamos ser capaces de explicar tambi¨¦n por qu¨¦ son las latinoamericanas y las asi¨¢ticas las que vienen en vez de las suecas o las noruegas. ?No ser¨¢ porque en los pa¨ªses escandinavos las condiciones de vida son lo suficientemente buenas para que no se vean empujadas a aceptar este tipo de ofertas?
El feminismo que se opone a aceptar la prostituci¨®n como un trabajo normal no se basa en una concepci¨®n puritana del sexo ni pasa por alto la opini¨®n de las prostitutas. Intenta dar voz a las que no pueden expresarse libremente porque est¨¢n en manos de proxenetas y mafias. Cree que hay que rescatar a las v¨ªctimas y darles opciones como hacen los ayuntamientos de Gav¨¤, Santa Coloma o Sant Boi integrados en la Red de Municipios Libres de Trata.
El feminismo que se opone a aceptar la prostituci¨®n como un trabajo cree que ninguna mujer nace para ser puta y que es una obligaci¨®n de la sociedad garantizar el derecho que tienen todas las mujeres a no ser prostituidas.
Si dejamos en manos del mercado cuestiones como la compra y venta de ¨®rganos o la esclavitud, siempre encontraremos personas dispuestas a someterse para sobrevivir. Sucede lo mismo con la prostituci¨®n.
La misma idea de referirnos a las prostitutas como ¡°las otras" es un reflejo de una concepci¨®n de la sociedad donde pueden existir distintos tipos de mujeres, como en el sistema de castas. Uno en el que las pobres, las intocables, deben vender lo ¨²nico que tienen, su propio cuerpo, porque no somos capaces de ofrecerles alternativas. Tenemos que comenzar a pensar en todas las mujeres como nosotras.
Beatriz Silva es periodista y portavoz de Igualdad del PSC en el Parlamento de Catalu?a.
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