La hora cero de la pelea de Drassanes
Los disturbios empezaron tras un enfrentamiento entre independentistas por un contenedor que se pusieron a empujar en sentido contrario
A las once de la ma?ana ¨Cvolaban esteladas, se entonaban canciones y protestas¨C unos gritos alarmaron a los manifestantes que se agolpaban frente a los Mossos al lado de la Llotja de Mar, donde se celebraba el Consejo de Ministros. Proced¨ªan de la retaguardia, en la avenida Drassanes, llamada as¨ª porque aqu¨ª, frente al Mediterr¨¢neo, se construyeron los primeros astilleros reales en tiempos de Pedro III de Arag¨®n, en el siglo XIII (en 2013 se descubri¨® que all¨ª tambi¨¦n estuvo, entre los siglos I y IV, un cementerio de burgueses romanos, lechos funerarios de lujo para los nobles del imperio). Los gritos en Drassanes eran de euforia; varios chavales encapuchados hab¨ªan sacado un contenedor de su sitio y lo empujaban con fuerza mientras en la concentraci¨®n se abr¨ªa un pasillo obligado. Entre el resto de la gente se produjo, sin embargo, una r¨¢pida reacci¨®n. Y la escena simboliz¨® la tensi¨®n callejera que se vive en el soberanismo: una multitud empuj¨® el contenedor hacia su sitio, mientras los chavales, miembros de los Comit¨¦s de Defensa de la Rep¨²blica (CDR), empujaron en sentido contrario hasta desistir y alejarse entre aplausos y gritos de victoria por parte de los otros.
A eso le sigui¨® una refriega.
"?Som gent de pau!", una mujer peg¨® su cara a la de un encapuchado, que le reproch¨® de qu¨¦ ¡°pau¡± hablaba, se?alando a los Mossos armados al otro lado de las vallas. Otro chico, veintea?ero, de ch¨¢ndal oscuro y con la cabeza oculta por un pasamonta?as, la tom¨® con ella. ¡°As¨ª nos est¨¢ yendo, seguid as¨ª, que as¨ª nos est¨¢ yendo¡±, grit¨® en catal¨¢n. Mujeres y hombres, manifestantes pac¨ªficos, rodearon y gritaron a los violentos: ¡°Fora, fora!¡±. ¡°Les est¨¢is haciendo el juego, los justific¨¢is¡±, grit¨® un chico, pelo rapado, que inst¨® a esa facci¨®n de los CDR a marcharse del lugar; ese chico, con ayuda de varios m¨¢s, coloc¨® el contenedor en su sitio. ¡°?No tienes ni puta idea!¡±, le contestaron. El jaleo y los empujones imped¨ªan la discusi¨®n, que de repente se gir¨® hacia la acera, donde un chaval se vio rodeado bajo la acusaci¨®n de ¡°infiltrado¡±. ¡°?Yo? ?Yo?¡±, se fren¨® en seco, vestido de negro, se?al¨¢ndose. ¡°?Por favor, no me jod¨¢is!¡±. ¡°Iros, lo estrope¨¢is todo, lo jod¨¦is todo. Nosotros no somos esto¡±, insisti¨® un se?or de gran estatura, mediana edad, a esos CDR. Varios se dispersaron, otros dieron la conversaci¨®n por imposible, algunos m¨¢s se reunieron para cuchichear junto al edificio Col¨®n.
Una chica muy joven que grababa todo con su tel¨¦fono m¨®vil dijo, a prop¨®sito del supuesto infiltrado: ¡°Estamos todos muy paranoicos. Ese chico no parece infiltrado, no creo que lo sea. Pero nos quieren sabotear, quieren que parezcamos violentos cuando lo ¨²nico que hacemos es protestar pac¨ªficamente¡±. ?Los encapuchados del contenedor no son infiltrados? En las redes se les acusa de serlo. ¡°No, mira¡±, interrumpi¨® un chico, ¡°somos dos millones de personas, hay gente que tiene otra opini¨®n sobre c¨®mo hacer las cosas y contra esos tambi¨¦n luchamos. Pero el Gobierno est¨¢ encantado con ellos, ?les est¨¢n haciendo el juego!¡±. En ese momento se escucharon m¨¢s gritos frente al edificio Col¨®n, a 50 metros del cord¨®n de protecci¨®n de los Mossos. Hubo carreras de manifestantes, periodistas y curiosos en la zona; all¨ª varias personas, algunas encapuchadas y otras a rostro descubierto, estaban tirando piedras, pintura, bolsas de basura y botellas de pl¨¢stico de agua a los agentes. El meg¨¢fono de los Mossos comenz¨® a advertir: si no desist¨ªan de su actitud, ¡°actuaci¨®n policial inminente¡±.
Ante el aviso, los periodistas se pegaron m¨¢s a las paredes y los fot¨®grafos y los curiosos se subieron a las vallas de los jardines del Museu Maritim. Los manifestantes pac¨ªficos se empezaron a alejar y los alborotadores dieron dos pasos atr¨¢s, pero siguieron tirando lo que ten¨ªan a mano. ¡°Fora les forces d'ocupaci¨®¡± o ¡°Els carrers seran sempre nostres¡±, gritaban sin orden. Se abrieron las vallas y un grupo de mossos sali¨® a la carrera, porras en alto; se produjo entonces una estampida general y escenas de confusi¨®n.
Fue la primera carga en Drassanes. Vol¨® de todo, desde papeleras hasta un sem¨¢foro. Al momento, por la calle del Portal de Santa Madrona, aparecieron varias furgonetas de los Mossos a gran velocidad que dispersaron a los manifestantes. Fueron empujados todos hacia La Rambla, y all¨ª permanecieron, con muchos CDR ya al mando en las primeras filas, frente a un cord¨®n de la polic¨ªa auton¨®mica. La escena dur¨® unos minutos, hasta que los Mossos dieron orden de retirada para recuperar la posici¨®n original. Su marcha atr¨¢s fue celebrada por los manifestantes (¡°Els carrers seran sempre nostres!¡±), y acto seguido los mismos CDR cogieron las vallas que hab¨ªan acabado en territorio de nadie y se fueron corriendo hacia los Mossos coloc¨¢ndolas frente a ellos, tir¨¢ndolas unas encima de otras, mientras volv¨ªa a volar alguna piedra y botellas de pl¨¢stico.
Hubo c¨¢nticos, provocaciones y botes de humo. ¡°?Y si eres prensa por qu¨¦ no tienes chaleco?¡±, pregunt¨® un chico a un periodista que se hab¨ªa metido entre ellos. La prensa, mucha de ella con cascos y chalecos, casi toda con un brazalete distintivo, basculaba de un lado a otro. ¡°?Los traemos, los traemos!¡±, se gritaban varios miembros de los CDR. Se refer¨ªan a sacar de nuevo a los Mossos y llevarlos a otra zona. ¡°?Vente, vente!¡±, se empujaban. ¡°?L¨¢rgate de aqu¨ª, vamos ya!¡±.
Hubo una nueva carga con los Mossos saliendo en manada y, cuando termin¨®, varios manifestantes armaron frente al edificio Col¨®n una trinchera con las vallas mientras un grupo hablaba en una esquina y luego empez¨® a dar ¨®rdenes de uno a uno. Los Mossos, cuando sal¨ªan de las furgonetas, se colocaban casi a modo de un equipo de rugby, d¨¢ndose ¨®rdenes y diciendo desde d¨®nde avanzar y qu¨¦ hacer. A veces se volv¨ªan a meter dentro, otras sal¨ªan con la orden clara de disolver.
La escena (piedras volando, mossos avanzando, CDR retrocediendo con miles de personas detr¨¢s apoy¨¢ndoles, mossos repleg¨¢ndose con la manifestaci¨®n euf¨®rica avanzando) se repiti¨® un par de veces m¨¢s. Respond¨ªa, en esencia, a una suerte de coreograf¨ªa ya practicada en anteriores ocasiones; ganar y recuperar terreno, salir y pegar, detener en ocasiones. Todo ello con la banda sonora reconocible de los d¨ªas de disturbios; sirenas policiales, ambulancias y el ruido del helic¨®ptero, tan habitual en los d¨ªas hist¨®ricos de Barcelona, desde primera hora de la ma?ana.
Los CDR hab¨ªan decidido asediar la Llotja de Mar mediante tres columnas, y la que se aproxim¨® a Drassanes era la bautizada por ellos como Ingovernables. En Urquinaona con Laietana, donde a las siete de la ma?ana empezaron a llegar manifestantes con banderas rojas anticapitalistas y esteladas, con el desayuno en las mochilas o los bolsos, o comprando caf¨¦ en el Pan¡¯s & Company y en donde un coche patrulla de los Mossos anunciaba: "Carrer Tallat", se reunieron los CDR de Columna 1 d¡¯octubre y, en Llu¨ªs Companys, la No Passaran. Se hicieron con el control de las manifestaciones en cuanto provocaron lo suficiente a las fuerzas de seguridad, y tuvieron el apoyo de cientos de personas en cuanto esas fuerzas salieron y cargaron.
No era esto Barcelona, una ciudad inmensa, sino unas zonas concretas de Barcelona cortadas por la polic¨ªa y ocupadas por cientos de personas, algunas de ellas violentas que no pararon hasta dejar las calles llenas de piedras, mobiliario urbano roto y cristales por todas partes. Uno de los mejores res¨²menes de la situaci¨®n pol¨ªtica en Espa?a y el estado del proc¨¦s fue la pregunta de unos turistas a una fot¨®grafa con un casco puesto (muchos profesionales de la informaci¨®n cubrieron los disturbios con cascos de escalada o skate debido al lanzamiento de cascotes): ¡°?Qu¨¦ est¨¢ pasando?¡±, le preguntaron a la periodista. ¡°Que se re¨²ne el Consejo de Ministros¡±, dijo divertida, encogi¨¦ndose de hombros.
En medio de los disturbios m¨¢s violentos en Drassanes, una pareja de japoneses subi¨® las escaleras de la estaci¨®n de metro ignorante de lo que ocurr¨ªa cinco metros m¨¢s arriba; varios manifestantes les instaron a no llegar a la calle y regresar al metro para que saliesen en otra zona de la ciudad.
A un kil¨®metro, la distancia entre Drassanes y Pla?a de Catalunya, la vida del viernes 21 de diciembre en Barcelona era la acostumbrada. Gente haciendo compras y paseando con bolsas de centros comerciales, turistas haci¨¦ndose selfies, veh¨ªculos circulando con normalidad. Ni ecos de Via Laietana, ni del Paral¡¤lel ni de Drassanes, tampoco del Consejo de Ministros, del helic¨®ptero o de los furgones recibiendo cascotes en los cristales.
En Drassanes, una hora y media despu¨¦s de las cargas, quedaban rastros de piedras sobre las carreteras, un par de manifestantes vigilando lo que dec¨ªan los periodistas (¡°No hagas eso, ?es trampa!¡±, le gritaron a un locutor que pretend¨ªa ense?ar una piedra) y el hueco vac¨ªo de los contenedores de basura que originaron la disputa entre los manifestantes y los violentos. Ya estaban volcados, empujados y desperdigados por cualquier parte. Uno ten¨ªa la pintada "Puta Espanya" y otro cuatro rayas rojas sobre el fondo amarillo que distingue los contenedores de papel.
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