Ladrones
¡°Han entrado en casa¡±, para robar o fisgonear, siempre para humillar
Los ladrones han llegado hasta el Llu?an¨¨s, antes tierra de bandoleros y de brujas, siempre altiplano de paso, hoy todav¨ªa no reconocido como comarca de Catalu?a. Va y viene la gente, raz¨®n de m¨¢s para que tambi¨¦n los cuatreros asomen y se escondan, se sepa que est¨¢n sin ser vistos, camino de cualquier parte, qui¨¦n sabe si de Girona o Barcelona. El silencio favorece la quietud y los rateros atacan cuando se pone el sol sin que se sepa c¨®mo son y de donde salen, desafiantes con unos Mossos d'Esquadra que preguntan m¨¢s que responden desde su oficina de Vic.
La polic¨ªa pide a la poblaci¨®n que colabore con su informaci¨®n para poder detener a los bandidos, un mensaje institucional que encuentra poco consuelo en un auditorio heterog¨¦neo, atemorizado en su mayor¨ªa, expectante con la declaraci¨®n institucional del alcalde Ramon Casals y silencioso por la intervenci¨®n de un pay¨¦s que amenaza con descerrajar su escopeta de caza al primer intruso que se encuentre en casa, tal que fuera el sheriff del condado, el mismo que compart¨ªa mesa y mantel, y tambi¨¦n partida de cartas, con la patrulla de la Guardia Civil.
Los tricornios de entonces han sido sustituidos por las gorras de los Mossos, y su jefe Marc Caparr¨®s confirma a El 9 Nou que los robos en Osona, la comarca a la que todav¨ªa pertenece administrativamente el Llu?an¨¨s, aumentaron un 30,15% respecto a noviembre de 2017. Uno de los pueblos m¨¢s afectados fue Perafita, que sum¨® 15 hurtos en 15 d¨ªas, circunstancia que llev¨® a los vecinos a organizarse en dos grupos de WhatsApp: uno para comunicar las sospechas e incidencias y el segundo para rondar, todos a una como Fuenteovejuna.
Al parecer, los ladrones entran por la C-17 desde el ¨¢rea metropolitana y eligen casas desde las que sea dif¨ªcil advertir su presencia desde fuera y, al mismo tiempo, se pueda forzar una puerta, alguna ventana o puedan saltar al interior desde el jard¨ªn o la terraza, despu¨¦s de asegurarse de que no hay nadie en la vivienda, ya sea por la falta de luz o porque no se atiende al timbre, m¨¢s estridente que los interfonos de Barcelona. Acostumbran a actuar de jueves a domingo en bandas de tres y se supone que despu¨¦s del hurto regresan a la carretera, al Eix.
Aseguran quienes entienden que se tratar¨ªa de bandas integradas mayoritariamente por extranjeros que viajar¨ªan con visados de meses para robar y regresar a su pa¨ªs, o al menos as¨ª lo interpretan los Mossos, que sugieren la instalaci¨®n de medidas de seguridad y se conecten las alarmas, poco frecuentes en las casas del Llu?an¨¨s. Hay quien sospecha que los ladrones puedan tener alg¨²n infiltrado o colaborador en la poblaci¨®n porque los robos parecen selectivos y de momento no se cuentan heridos ni agredidos, sino ciudadanos sorprendidos y hogares desvalijados, al menos en Perafita.
Hoy se sabe todo de nosotros, y m¨¢s si tenemos un m¨®vil, somos adictos a las nuevas tecnolog¨ªas y navegamos por Google. A las compa?¨ªas les resulta relativamente f¨¢cil seguir nuestro rastro y la mayor¨ªa lo asume a cambio de estar conectado con el mundo, de dar con el viaje m¨¢s barato, de comprar la comida por internet. Intercambiamos informaci¨®n, permitimos y toleramos que sepan de nosotros, a cambio de vivir m¨¢s c¨®modos, de ser m¨¢s modernos; incluso descubrimos que los ni?os est¨¢n quietos en los restaurantes cuando se les conecta un Ipad.
A¨²n recuerdo que siendo un adolescente met¨ªa la mano en la caja de la tienda de comestibles para llevarme a escondidas un duro y as¨ª poder alargar la tarde del domingo en el futbol¨ªn del Caf¨¦ de Baix. Mi madre hac¨ªa ver que no miraba, como si no supiera, conforme con aquella recompensa al trabajo comunitario de la que no deb¨ªan tener noticia mis hermanos, y menos mi padre. Los pactos presid¨ªan aquellos tiempos en que los amos ni siquiera cerraban las casas, a?os de puertas abiertas en que mi abuelo en lugar de la llave utilizaba como tope la reja del arado de Cal Cutret.
A veces desaparec¨ªa un saco de trigo, en ocasiones se extraviaba una azada y a menudo se perd¨ªa alguna mazorca de ma¨ªz. Nada serio por m¨¢s que pudiera haber ciertas ri?as, cosas de una vida comunitaria que solo alteraba la llegada de los gitanos, a los que se acusaba de cualquier hurto, simplemente porque eran gitanos, a pesar de que por la frecuencia de su paso eran tan conocidos como los vecinos. Una cosa es que te enreden, te estafen o te tomen el pelo, incluso que te roben la cartera o te estiren el bolso, y otra que te roben como pas¨® en Perafita.
Nunca encontr¨¦ mejor manera para definir la sensaci¨®n de vulnerabilidad que la de ¡°han entrado en casa¡±, se supone que para robar o fisgonear, siempre para humillar. No debe haber peor desamparo que el de sentirse indefenso y desnudo, como si en aquellos cajones revueltos y en las joyas desaparecidas se escondiera la vida m¨¢s ¨ªntima, justamente todo lo que no quer¨ªamos compartir ni explicar a nadie, aquello que solo era nuestro. Los ladrones rechazan la bisuter¨ªa; quieren el dinero ahorrado y escondido, alejado tambi¨¦n de las cajas y los bancos, y el reloj y los pendientes resguardados, que dan fe de un amor querido y sufrido.
Tocan al coraz¨®n. El robo sin ladr¨®n, el que no se ve sino que se nota, genera fragilidad e impotencia porque no tiene recompensa, ni siquiera con la detenci¨®n de los delincuentes, si es que los encuentran, porque m¨¢s que peligrosos se les considera desalmados. As¨ª se explica la impaciencia vivida durante unos d¨ªas en algunos pueblos, muchos con una poblaci¨®n envejecida, llena de recuerdos y hu¨¦rfana de estanter¨ªas de libros disuasorias para los maleantes, como suger¨ªa Quim Monz¨® en su art¨ªculo de La Vanguardia del d¨ªa 14 Para qu¨¦ sirven los libros.
Los robos son ¨²ltimamente m¨¢s espor¨¢dicos, ya sea por intervenci¨®n del pueblo o de los Mossos, y tambi¨¦n m¨¢s comentados, sobre todo en las tertulias de radio y en las fondas y casas rurales, hoy reclamo tur¨ªstico de una comarca quieta con muchos transe¨²ntes, algunos pastores, multitud de admiradores y ahora tambi¨¦n ladrones que hurgan por unos pueblos que han recuperado las mejores fiestas en honor de sus brujas y sus bandoleros, de una historia de una comarca que a todos los efectos se llama El Llu?an¨¨s.
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