Submarinos y aviones como armas terap¨¦uticas
Josep Riera i Arag¨® expone su obra m¨¢s reciente en la galer¨ªa Marlborough de Barcelona
Parecer¨ªa que Josep Riera i Arag¨®n (Barcelona, 1954) se ha apuntado a la moda de los submarinos que han puesto en primer plano pel¨ªculas como Kursk, que cuenta el hundimiento de este sumergible en el mar de Barents en agosto de 2000 durante unas maniobras de la Flota Septentrional rusa, o la localizaci¨®n, el pasado mes de noviembre, a 600 kil¨®metros de la costa argentina, de los restos del ARA San Juan despu¨¦s de a?o y medio desaparecido con 44 tripulantes de ese pa¨ªs. Pero este artista lleva a?os casi obsesionado con los submarinos, que para ¨¦l son m¨¢s el transporte ¡°para llevar a cabo exploraciones a la b¨²squeda de nuevos mundos¡± que potentes m¨¢quinas de guerra que utilizan los ej¨¦rcitos de todos los pa¨ªses. De hecho, en 1991 cre¨® Submarino enterrado,una escultura enorme, de m¨¢s de 30 metros, para situarla medio soterrada en los Jardines de Hiroshima de Barcelona, tras un encargo del alcalde Pasqual Maragall dentro de sus planes por dignificar los barrios de la ciudad con esculturas de artistas reconocidos.
Y Riera i Arag¨® sigue con estas criaturas a las que dota de un car¨¢cter antropomorfo y tot¨¦mico. Las ¨²ltimas son las que pueden verse en la exposici¨®n La mirada del ge¨®grafo, que estar¨¢ abierta hasta el 12 de enero en la galer¨ªa Marlborough; un t¨ªtulo que hace referencia al cuadro de Johannes Vermeer, ¡°y alude a la capacidad de imaginaci¨®n del hombre, sus sue?os, la memoria y lo que le depara el futuro¡±.
El artista, despu¨¦s de ocho a?os sin hacerlo en la ciudad, presenta en la exposici¨®n una docena de nuevas obras. La m¨¢s impactante es Hanging Submarine, un enorme sumergible de casi dos metros y medio, suspendido, ingr¨¢vido del techo de la galer¨ªa de Enric Granados ¡°que habla del paso del tiempo, la descomposici¨®n de la materia y la huella del hombre¡±. Su aspecto es el de la piel de un animal prehist¨®rico descompuesto que obliga al espectador a recomponer mentalmente todo lo que no se ve, como ocurr¨ªa con el submarino semienterrado bajo la arena de 1991. No es el ¨²nico submarino; otros, colocados en vertical, sobre la pared o sobre una peana, se presentan como peque?os ¡°t¨®tems, con un sentido casi religioso o de adoraci¨®n¡±, explica Riera.
Junto a varias obras que abordan el tema de los mundos o las barcas; creados a base de collages en la que sobre una gruesa tela de algod¨®n coloca metal y resina flotando, siempre en mares o espacios ingr¨¢vidos, Riera i Arag¨® presenta una instalaci¨®n en la que destacan m¨¢s de 40 esculturas de peque?o formato, sus caracter¨ªsticos aviones, aspas y arqueros ¡°no son maquetas de piezas m¨¢s grandes, son obras de escalas diferentes¡±, colocadas sobre una peana. La impresi¨®n de que son marciales soldados de un ej¨¦rcito colocados sobre una especie de altar no es falsa. ¡°Las realic¨¦ durante los cuatro a?os que mi mujer estuvo enferma. Cada vez que ten¨ªa tratamiento yo me dedicada a fabricarlas, buscando un efecto terap¨¦utico. No las hab¨ªa expuesto nunca, pero ahora, que ya han hecho su funci¨®n positiva, puedo desprenderme de ellas¡±.
Riera i Arag¨® ha creado muchas de las piezas con los restos del acero del casco del remolcador Montserrat que compr¨® a finales de los ochenta en el desguace del Puerto de Barcelona. ¡°Ya queda poco de ese acero¡±, explica.
Las aletas de color de muchos de estos aviones recuerdan al artista las constelaciones de Joan Mir¨® y por eso las ha bautizado con nombres como Orion, Ursa Minor, Virgo, Casiopea, Pegasus y Perseo. Son las piezas m¨¢s baratas de la muestra ya que se venden entre 1.500 y 1.800 euros. El enorme submarino colgante, que se vendi¨® tras inaugurarse la exposici¨®n, era el m¨¢s caro, ya que alcazaba los 55.000 euros.
Sin exposici¨®n p¨²blica
Los caracter¨ªsticos aviones de Josep Riera i Arag¨® est¨¢n presentes en muchas de las viviendas de los barceloneses. "Son 40 a?os de profesi¨®n", justifica el artista. Tambi¨¦n en colecciones como las del Macba, el Ayuntamiento de Barcelona y fundaciones como la Vila Casas, La Caixa y Bassat. Pero este artista no ha tenido nunca una exposici¨®n en un museo p¨²blico. "La gente me ha valorado m¨¢s que las instituciones. No estar¨ªa mal una exposici¨®n en un museo. Parece que el respaldo del p¨²blico est¨¦ re?ido con el inter¨¦s de las administraciones. Es un estigma que siempre he llevado", se lamenta. "Es como considerar que El nombre de la Rosa, por popular es un mal libro", media la directora de la galer¨ªa, Merc¨¨ Ros
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