Fotografiar el Neol¨ªtico
Jordi Meli ha retratado los monumentos megal¨ªticos del Alt Empord¨¤
En la web Empord¨¤-Turisme, cuando consultas enclaves visitables aparecen castillos, monasterios, bas¨ªlicas, ciudadelas y¡ monumentos megal¨ªticos. Y es l¨®gico, en el Empord¨¤ hay una singular densidad de menhires y d¨®lmenes. Entre la sierra de Rodes y la de la Albera, m¨¢s de un centenar. Roses es, seguramente, el lugar m¨¢s poblado por estos t¨²mulos neol¨ªticos. De los tres d¨®lmenes que sobreviven all¨ª, el de la Creu d'en Corbella (3.000-2.700 a.C) es el m¨¢s grande de Catalu?a.
El uso funerario de los d¨®lmenes es obvio. Estas mansiones de los muertos, como los defini¨® Mircea Eliade, son obras casi imposibles por el tama?o de las rocas. Se levantaban con piedras. La roca es signo de duraci¨®n infinita, permanencia. ?Y los menhires? Estas piedras erguidas no tienen una funci¨®n sepulcral, a lo sumo indican la cercan¨ªa de tumbas. ?Son monumentos conmemorativos? ?Se?ales fronterizas? ?Altares f¨¢licos para cultos a la fecundidad? ?Todas las pedres dretes son menhires?
A lo que tiene de hechizo encontrar en medio de un bosque una piedra erguida o una habitaci¨®n funeraria de tan remoto origen se a?ade que m¨¢s de una tiene su propia leyenda para fantasear sin escr¨²pulos cient¨ªficos. Un menhir que conozco es la Pedra Dreta de Ma?anet de Cabrenys (3.000-2.500 a.C.). Y dice la f¨¢bula, seg¨²n Patrimonio de la Generalitat, que est¨¢ all¨ª por una derrota del diablo. Hab¨ªa una joven que quer¨ªa cruzar el r¨ªo de Ceret, el Tec, para ver a su amante y el demonio le prometi¨® que le construir¨ªa un puente antes de medianoche a cambio de su alma. Pero el arrepentimiento de la dama hizo que, por intervenci¨®n divina, un gallo negro cantara antes de medianoche. El diablo, desde el aire solt¨® la piedra que llevaba, la ¨²ltima que faltaba para terminar el puente, y cay¨® clavada donde est¨¢ ahora, entre encinas y robles. Naturalmente, al puente del diablo de Ceret le falta esta piedra. Hay otras variantes de la leyenda, pero todas coinciden en que al diablo se le cay¨® la piedra.
El fot¨®grafo Jordi Meli (Figueres, 1961) -hijo del fot¨®grafo personal de Dal¨ª, Melit¨® Casals, que se conoc¨ªa todos los caminos del Empord¨¤- ha empleado cinco a?os, desde que empez¨® en 2011, para retratar estas construcciones. Hace un par de a?os public¨® un libro con su trabajo, Paisatge megal¨ªtic de l'Alt Empord¨¤. Estaban todas, 144. Ahora hay una m¨¢s. Un hallazgo posterior a la edici¨®n del libro. Y todav¨ªa le piden conferencias sobre su experiencia.
Paisatge megal¨ªtic¡. no quiere ser ning¨²n cat¨¢logo, explica Jordi Meli. "Ya hay libros cient¨ªficos con todos los datos, mapas de situaci¨®n, etc¨¦tera". Se trata de reencontrarse con un paisaje ancestral. Antes de ir a fotografiar un menhir o un dolmen, Jordi Meli miraba el cielo. Aunque hay fotos realizadas en d¨ªas absolutamente despejados, Meli prefer¨ªa que hubiera nubes que crearan una atm¨®sfera, dieran su propio color a la instant¨¢nea. "El problema es que, a veces, cuando llegabas al sitio¡.aquel cielo que quer¨ªa hab¨ªa desaparecido y ten¨ªa que volver otro d¨ªa". Iba solo o con un amigo que se conoc¨ªa muy bien el terreno. "Los hay muy accesibles que incluso forman parte de un circuito, como en Vilaju?ga. En cambio otros son casi inalcanzables. Dif¨ªciles de encontrar y de llegar a ellos. El ¨²ltimo que fotografi¨¦, en una monta?a de Port de la Selva, pide una hora de camino muy complicado". Y eso, prosigue, sin contar los que est¨¢n casi ocultos por la maleza. "Lugares donde los caminos han desaparecido y el bosque se lo come todo".
Sus fotos, obviamente, respetan el estado del monumento. En algunas ocasiones limpi¨® los alrededores, una mara?a, para recuperar su visibilidad. ?nicamente en unas tres ocasiones emple¨® el Photoshop para hacer desaparecer alg¨²n letrero tur¨ªstico o una se?alizaci¨®n moderna, un anacronismo obvio en tiempos del neol¨ªtico. Lo que s¨ª us¨® fue la iluminaci¨®n artificial. "En el caso de los d¨®lmenes, por ejemplo, era casi obligada si quer¨ªas tener una idea m¨¢s exacta de su interior". Pero no la utilizaba para que se viera todo, sino para dar una determinada tonalidad sin que ello, asegura, perjudicara la aproximaci¨®n at¨¢vica ("el cielo, las monta?as, la luz¡son las de siempre") a un paisaje casi eterno.
Despu¨¦s de esta experiencia, ahora est¨¢ d¨¢ndole vueltas a un trabajo fotogr¨¢fico sobre el rom¨¢nico del Empord¨¤ y el Rossell¨®. Sin prisas. Como la otra vez.
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