Sin licencia para bloquear Barcelona
Los pol¨ªticos han de dejar de mirar a otro lado y abordar la apertura del mercado del taxi
Una licencia de taxi se puede comprar y vender por algo m¨¢s de 100.000 euros. Sin ella, aunque usted sea el mejor chofer de la ciudad y se sepa el nombre de todas sus calles, no podr¨¢ operar un taxi.
Pocos oficios y profesiones est¨¢n sujetos a un r¨¦gimen semejante. En teor¨ªa se justifica porque quienes lo ejercen no pactan con sus clientes el precio de sus servicios, sino que les cobran la tarifa que fijan las autoridades municipales y que marca el tax¨ªmetro para cada carrera. El n¨²mero de licencias de taxi es fijo y el precio privado de las licencias da raz¨®n del cupo, de que usted no puede ser taxista si no adquiere una.
En general, los oficios y profesiones no est¨¢n sujetos a cupos: enfermeros, administrativas, maestras, m¨¦dicos o camioneros pueden probar suerte en el mercado sin tener que comprar licencias a un colega. Pero si las autoridades establecen un cupo de oferta de servicios, si hay demanda creciente y se permite que las licencias se compran y vendan, estas pasan a valer dinero, hasta varias veces el precio de un veh¨ªculo, como es el caso de los taxistas.
Pero a los taxistas les ha surgido una competencia obvia, muy buscada por mucha gente, sobre todo por j¨®venes y profesionales, quienes, mediante una sencilla aplicaci¨®n, contratan servicios de veh¨ªculos conducidos por choferes que no deben hacerlo tan mal, pues los consumidores acuden a ellos cada vez m¨¢s.
El sector est¨¢ exasperado, pues est¨¢ atrapado: sus miembros han pagado una gran cantidad de dinero por la licencia (o se han endeudado para financiarla), pero y como ya ha ocurrido en otras ciudades del mundo en las cuales la competencia al taxi es m¨¢s o menos libre, el valor de la licencia ¡ªla pensi¨®n del taxista jubilado¡ª se evapora poco a poco.
Es un sector complejo y atomizado: son 10.500 licencias de taxi, la mayor parte de los taxistas (9,300) son aut¨®nomos con una ¨²nica licencia, aunque hay unas doscientas peque?as empresas y algunos aut¨®nomos con varias licencias. Pero todo ello no les autoriza a bloquear las calles de la ciudad, a agredir a un informador, a abollar los coches de sus nuevos competidores, ni a detener el cambio tecnol¨®gico. Los pol¨ªticos han de dejar de mirar a otro lado y abordar la apertura del mercado del taxi.
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