El cetro del catalanismo
De seguir a este ritmo, el nacionalismo acabar¨¢ siendo una nostalgia para literatos post-independentistas, sin efectividad pol¨ªtica y desconectada de la sociedad
Como ocurre en el reparto de los restos de un naufragio, la hip¨®tesis de una nueva fase del catalanismo hist¨®rico agrupa a distintas tripulaciones de rescate que quieren hacerse con el tim¨®n. Invocar el catalanismo es uno de los entretenimientos m¨¢s intensos de estos d¨ªas. Lo que indefinidamente se llam¨® transversalidad, y que vino a ser un invento pujolista para adherir a cuadros del PSUC y desequilibrar la ¡°entente¡± PSC-PSOE, reaparece una vez m¨¢s, en prueba de la falta de imaginaci¨®n pol¨ªtica que ostentan los n¨²cleos residuales de un establishmentdeliberadamente incumplidor de todas las normas. Lo m¨¢s sorprendente es que se postule al catalanismo como propuesta casi un¨ªvoca de futuro pero invoc¨¢ndolo con conjuros del pasado. Incluso hay quien pone en valor el legado carlista. Otros pretenden reactualizar las Bases de Manresa. Es un extra?o itinerario para hacerse con el cetro del catalanismo: postular una ortograf¨ªa del siglo XIX cuando de lo que se trata es de repensar la sintaxis del catalanismo para el siglo XXI.
A veces uno piensa que, como ocurre en otros casos, son empresas imposibles que generan melancol¨ªa. De seguir a este ritmo, el nacionalismo acabar¨¢ siendo una nostalgia para literatos post-independentistas, sin efectividad pol¨ªtica y desconectada de una sociedad de cada vez m¨¢s instalada en el desconcierto, carente de lideratos sociales y de opini¨®n articulada. En la historia de los movimientos nacionalistas que provienen del romanticismo, abunda la usurpaci¨®n y los modos traicioneros. Ocurri¨® con el nacionalismo irland¨¦s y el polaco, una largu¨ªsima historia de conflictos internos que a menudo obstaculizaron los objetivos estrat¨¦gicos de fondo.
Personajes como Puigdemont o Torra est¨¢n despedazando lo que quedaba del catalanismo cl¨¢sico
No siempre funcion¨® la teor¨ªa de que las crisis de mi vecino dominante son mis oportunidades. Ese es ahora mismo uno de los errores del nacionalismo catal¨¢n: pensar que cargar a Espa?a con las culpas de todos los males va a camuflar una guerra interna en la que personajes como Puigdemont o Torra est¨¢n despedazando lo que quedaba del catalanismo cl¨¢sico. Circul¨® el clich¨¦ del catal¨¤ emprenyat y luego resulta que el partido m¨¢s votado en Catalu?a es Ciutadans: es que nadie tiene el monopolio de la insatisfacci¨®n sobre todo cuando la t¨¢ctica consiste en excluir y enfrentar a n¨²cleos sociales.
Es cierto que, por el contrario, en sus mejores oportunidades, el catalanismo fue integrador, pero para que volviera a serlo necesita grandes estrategias de futuro y, sobre todo, entender la sociedad catalana tal y como es y no como debiera ser, seg¨²n el patr¨®n nacionalista. ?Qui¨¦n puede hacerse con el viejo tim¨®n en tiempos de simuladores de navegaci¨®n y pilotos autom¨¢ticos? En un panorama inmediato de procesos judiciales, resulta absurdo plantearse cu¨¢ntos esca?os tendr¨¢ el catalanismo redivivo cuando Pedro S¨¢nchez convoque elecciones generales. Quiz¨¢s ser¨ªa m¨¢s constructivo reflexionar sobre lo que el catalanismo puede aportar al futuro y no sobre c¨®mo ajustar Catalu?a a las nuevas preconcepciones catalanistas, embrionarias y de naturaleza por ahora minoritaria.
Convendr¨ªa m¨¢s averiguar si es factible un catalanismo en un mundo digital y global, en una sociedad compleja y biling¨¹e, con lealtad constitucional y vocaci¨®n de participar en la gobernabilidad de Espa?a. Algunos post-catalanistas ¡ªlos de signo liberal, por ejemplo¡ª ya van asumi¨¦ndolo as¨ª, pero en general se prefiere el retrovisor al GPS. Con la ciudad de Barcelona turbada por el enfrentamiento entre los taxistas con licencia y el sector VTC, la pol¨ªtica se abstrae dr¨¢sticamente de la realidad y lo ¨²nico que parece importante son los mensajes cr¨ªticos que separan de cada vez m¨¢s las distintas facciones independentistas, como el recurso de Puigdemont contra la Mesa del Parlament, algo ciertamente inaudito.
A saber si tiene mucho sentido ensimismarse en cuestiones de identidad especulativa cuando Barcelona pasa por un momento aparatoso de convulsi¨®n, en el que nadie parece tener el cetro del taxi, salvo el tumulto en las calles. Eso s¨ª que es hacer Historia y no irse a los Estados Unidos a dar conferencias sobre el fiasco de la secesi¨®n. Ciudad de ferias y congresos, motor econ¨®mico de Catalu?a, hipot¨¦tica capital mediterr¨¢nea: la crisis de autoridad en Barcelona supera radicalmente tanto las escenificaciones de Ada Colau como la incompetencia de una Generalitat que lleva unos a?os sin gestionar nada. En mayo, los resultados de Barcelona algo tendr¨¢n que decir sobre el futuro del cetro catalanista. En estos casos, la costumbre es que las franquicias las den los votantes.
Valent¨ª Puig es escritor.
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