Montserrat, mito y realidad
En estos momentos la mejor noticia de esta esta crisis es la creaci¨®n de una comisi¨®n de transparencia que indagar¨¢ denuncias sobre supuestos abusos a menores que afecten a los benedictinos
La salida a la luz p¨²blica de la denuncia de presuntos abusos sexuales que sufri¨® Miguel Hurtado cuando ten¨ªa 16 a?os (1998) por parte del monje de Montserrat Andreu Soler, responsable del grupo scout del monasterio, ha sacudido el imaginario catal¨¢n. Eran muchos quienes cruzaban los dedos para no ver salpicada a la abad¨ªa por el esc¨¢ndalo de la pederastia. El encubrimiento de dos abades ¡ªCassi¨¤ Just y Sebasti¨¤ Bardolet¡ª trat¨® de echar tierra sobre el asunto y llegar a un acuerdo con la v¨ªctima. Los actuales responsables del monasterio aseguraron que, de producirse ahora, llevar¨ªan el caso ante la justicia civil. Lo cierto es que, cuando hace a?os tuvo conocimiento de lo sucedido, la jerarqu¨ªa abacial adopt¨® una actitud de defensa corporativa y trat¨® ¡ªen la mejor tradici¨®n eclesial¡ª de cerrar el caso sin ruido. En este momento, la mejor noticia de esta esta crisis es la creaci¨®n de una comisi¨®n de transparencia que indagar¨¢ denuncias sobre supuestos abusos a menores que afecten a los benedictinos. Se trata de afrontar la realidad y dejar de blandir como arma el Montserrat m¨ªtico.
La jerarqu¨ªa abacial desminti¨® hace 18 a?os lo publicado por este diario respecto a un grupo de monjes que cada vez hac¨ªan m¨¢s expl¨ªcitas manifestaciones de su sexualidad, a pesar de las denuncias de algunos compa?eros y del acoso del que eran supuestamente v¨ªctimas integrantes de la comunidad. Un movimiento promovido desde el entorno jer¨¢rquico, tan propicio a cultivar imagen en base al mito, neg¨® esta eventualidad con toda la artiller¨ªa a su disposici¨®n. Manifiestos de personalidades c¨ªvicas y pol¨ªticas quisieron poner au dessus de la m¨ºl¨¦e al santuario mariano, como si en ello fuera el prestigio de la naci¨®n. Era empe?arse en no afrontar el problema y seguir la estela de Aureli Escarr¨¦, a quien el mito ha situado como el abad que tuvo que irse al exilio. La realidad, en cambio, ha mostrado que su mandato fue controvertido internamente.
Eran muchos quienes cruzaban los dedos para no ver salpicada a la abad¨ªa por el esc¨¢ndalo de la pederastia
Escarr¨¦ hizo en 1963 unas c¨¦lebres declaraciones a Le Monde en las que afirmaba: ¡°En una gran mayor¨ªa, nosotros los catalanes no somos separatistas (¡) Nosotros somos espa?oles, no castellanos (¡) ?Colectivamente nuestros hombres pol¨ªticos no son cristianos!¡±. Un mazazo de afirmaciones que, parad¨®jicamente, no obtuvo respuesta del franquismo. Su marcha al ¡°exilio¡± de Viboldone, cerca de Mil¨¢n, no se produjo hasta 18 meses despu¨¦s, en 1965. La laxitud temporal empleada con Escarr¨¦ choca con la celeridad que el r¨¦gimen franquista emple¨® en el caso A?overos, en 1974. En aquella ocasi¨®n, el obispo de Bilbao fue puesto en arresto domiciliario tres d¨ªas despu¨¦s de pronunciar su homil¨ªa en defensa de la identidad vasca. En cambio, dos d¨ªas despu¨¦s de que aparecieran sus declaraciones a Le Monde, Escarr¨¦ viaj¨® a Italia y uno de sus secretarios escribi¨®: ¡°Repetidamente manifest¨® el temor, que parec¨ªa m¨¢s bien un deseo, de que ver¨ªa impedida la entrada en su vuelta a Espa?a¡±. Nada de esto sucedi¨®. Y es que hasta que se descar¨® con sus declaraciones, Escarr¨¦ era considerado ¡°uno de los nuestros¡± por la dictadura nacional-cat¨®lica. Recib¨ªa a Franco bajo palio y se codeaba con las llamadas primeras autoridades civiles y militares. El periodista Llu¨ªs Permanyer en Sagarra, vist pels ¨ªntims (Edhasa, Barcelona, 1982) explica un di¨¢logo entre el escritor y el abad: ¡°Paco [as¨ª llamaba Escarr¨¦ a Franco] es muy cat¨®lico¡±, afirm¨® el abad y el escritor replic¨®: ?S¨ª? Pues hoy ha hecho fusilar a unos cuantos en el Camp de la Bota!¡±.
Durante su mandato, las denuncias en Roma por abuso de poder y mal hacer intra-mon¨¢stico se acumulaban, pero alguna complicidad vaticana les pon¨ªa sordina o directamente las traspapelaba. Finalmente, en 1961 fue cesado sin ruido, muy eclesialmente. Gabriel Bras¨® con el benepl¨¢cito de la mayor¨ªa fue nombrado abad coadjutor con derecho a sucesi¨®n, lo que en lenguaje civil significa que era quien ostentaba el mando en plaza. Luego llegaron las c¨¦lebres declaraciones. Escarr¨¦ nunca tuvo que tomar la v¨ªa del exilio y muri¨® y recibi¨® sepultura en Catalu?a. Pero triunf¨® el relato del m¨¢rtir exiliado, que actu¨® de empalizada frente a las cr¨ªticas de despotismo.
Pero eso ya forma parte de la historia. Actualmente, el monasterio sigue siendo un referente religioso y pol¨ªtico-patri¨®tico para muchos catalanes. Ahora bien, en lo tocante a los derechos humanos reconocidos por la justicia civil ¡ªla ¨²nica reamente existente¡ª es hora de afrontar los hechos. Lo dem¨¢s hay que dejarlo para la literatura.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.