Paseo parisino por el ¡®laberinto catal¨¢n¡¯
La place de la Catalogne de Par¨ªs es un lugar de paso. Un no-lugar. Una rotonda con una fuente seca en medio
Cuando llegamos a la place de Barcelone, al final de un paseo de cuatro kil¨®metros que ha comenzado en la place de la Catalogne, Beno?t Pellistrandi dice: "Cada vez que paso en coche por estas plazas, mi coraz¨®n me transporta a Barcelona y a Catalu?a".
Hace un tiempo primaveral. Hemos caminado m¨¢s de una hora. Hemos hablado de Catalu?a y de Francia, y del libro que acaba de publicar: Le labyrinthe catalan (editorial Descl¨¦e de Brouwer).
Beno?t Pellistrandi -traje y corbata; discurso ordenado y cartesiano de normalien, o antiguo alumno de la selecta ?cole Normale Sup¨¦rieure; mesurado en el tono pero rotundo en los argumentos- ha sido una de las voces francesas m¨¢s escuchadas en las televisiones y radios de este pa¨ªs durante el proc¨¦s.
Todo se ha calmado desde el oto?o de 2017. En Francia, el proc¨¦s parece ahora una p¨¢gina pasada, y qui¨¦n sabe cu¨¢ndo o si volver¨¢. El juicio a los l¨ªderes independentistas, por ahora, no ha reavivado realmente la atenci¨®n.
"El independentismo est¨¢ matando al catalanismo", dispara Beno?t Pellistrandi al inicio del paseo, en la place de la Catalogne. Esta plaza del distrito 14 de Par¨ªs es un lugar de paso. Un no-lugar. Una rotonda con una fuente seca en medio, rodeada de edificios neocl¨¢sicos construidos en los a?os 80, obra del arquitecto catal¨¢n Ricardo Bofill.
Beno?t Pellistrandi (Par¨ªs, 1966) distingue entre catalanismo y nacionalismo. La distinci¨®n no es f¨¢cil de explicar a los franceses. ?l se refiere a aquel catalanismo que quer¨ªa reformar Espa?a, que planteaba un propuesta alternativa al centralismo de inspiraci¨®n jacobina, es decir francesa.
"Esto es dif¨ªcil de entender aqu¨ª", contin¨²a, la Torre Eiffel al fondo, mientras bajamos por Pasteur. "Si en Francia, despu¨¦s de la Revoluci¨®n de 1789, hubiesen triunfado los girondinos y no los jacobinos, ser¨ªa distinto".
Cuando, ya en el distrito 15, giramos hacia el bulevar Garibaldi -el padre fundador de la Italia unificada- le pregunto por qu¨¦ en Francia el discurso independentista tiene m¨¢s dificultades para convencer que en otros pa¨ªses.
Hay motivos, responde, m¨¢s all¨¢ de esta tradici¨®n centralista y vertical en la que Par¨ªs lo controla casi todo. La vecindad, por ejemplo. "No se puede hacer un Estado independiente en la frontera con Francia sin hablarlo con Francia. Francia tendr¨ªa algo que decir". Muchos franceses, explica, conocen Barcelona, y les cuesta conjugar la imagen que tienen de ella con la de un pa¨ªs oprimido. "El discurso victimista no cuaja", dice. La voluntad de separar una regi¨®n rica tampoco encaja con el igualitarismo franc¨¦s.
Le pregunto cu¨¢ndo saldremos del laberinto catal¨¢n, y qui¨¦n nos sacar¨¢. "La idea de El laberinto catal¨¢n viene del famoso libro de Gerald Brenan, El laberinto espa?ol. Ahora Espa?a, que hab¨ªa salido del laberinto, vuelve a entrar por culpa, entre comillas, de la situaci¨®n en Catalu?a. ?Qui¨¦n nos sacar¨¢? Dir¨ªa que la raz¨®n, el sentido com¨²n, la convivencia, el famoso seny, otra v¨ªctima de la crisis catalana. Ahora me parece que todo esto ha desaparecido. El panorama pol¨ªtico es desolador. Albert Rivera, que se ve¨ªa un poco como una esperanza de regeneraci¨®n, se est¨¢ convirtiendo en un pol¨ªtico mediocre. El presidente S¨¢nchez un d¨ªa parece un hombre inteligente y dice cosas sensatas y al d¨ªa siguiente parece de una ingenuidad... Me desconcierta. Y Pablo Casado es un Wauquiez espa?ol, y no es un cumplido", dice. Laurent Wauquiez, l¨ªder de Los Republicanos, est¨¢ escorando el partido tradicional de la derecha francesa hacia posiciones todav¨ªa m¨¢s derechistas. "En la pol¨ªtica catalana tampoco hay nadie".
La soluci¨®n, a?ade, "ser¨ªa una gran coalici¨®n para reformar la Constituci¨®n y un refer¨¦ndum para aprobarla, y as¨ª se podr¨ªa poner punto final a la cuesti¨®n del refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n. Si la propuesta de reforma de la Constituci¨®n obtuviese en Catalu?a un 60% o un 65% de apoyos, ser¨ªa un voto de confianza, de nuevo, en el Estado espa?ol. Pero este no es el camino que hemos tomado. De todas maneras, si se quiere salir de estas crisis con vencedores y vencidos, no hay soluci¨®n".
Giramos a la izquierda y avanzamos en l¨ªnea recta por la avenida de ?mile Zola, autor de Yo acuso, donde denunciaba el proceso contra el capit¨¢n Dreyfus, v¨ªctima del antisemitismo que resurge. Llegamos al puente Mirabeau, bajo el cual "fluye el Sen", como escribi¨® Apollinaire. En la otra orilla, la plaza de Barcelona. Hasta hace unos meses, cuando aqu¨ª dec¨ªas que eras catal¨¢n, te preguntaban por la independencia. Ahora te preguntan por Manuel Valls. "El hombre, a pesar de haber hecho pol¨ªtica desde que tiene uso de raz¨®n, no sabe unificar, divide".
Si la place de la Catalogne era inh¨®spita, la de Barcelona, en el distrito 16, es acogedora. Podr¨ªa ser la parte alta de Sant Gervasi. Apetece sentarse en uno de sus caf¨¦s y continuar la conversaci¨®n, ver la vida pasar. Hemos llegado al destino. Beno?t Pellistrandi me recuerda un detalle: en Par¨ªs no hay ninguna plaza de Espa?a.
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