La despoblaci¨®n rural avanza ante la inacci¨®n de la Generalitat
El Govern cre¨® un grupo de trabajo para hallar soluciones pero solo se ha reunido dos veces
La creciente falta de poblaci¨®n de las zonas rurales, donde se encuentran el 75% de los municipios catalanes, no cesa. El diagn¨®stico est¨¢ hecho pero no se han hallado instrumentos para frenarla. La Generalitat, que hace un a?o y medio constituy¨® un grupo de trabajo integrado por distintas consejer¨ªas, ha sido incapaz de desarrollar e implementar alguna medida por el momento para frenar la sangr¨ªa, aunque lo cierto es que sus integrantes apenas se han reunido en dos ocasiones para intentar buscar soluciones. Mientras, las ciudades van ganando poblaci¨®n: 36.000 personas en 2017.
No se conoce ant¨ªdoto contra la despoblaci¨®n rural. Las malas comunicaciones, el aislamiento y los peores servicios, en comparaci¨®n con municipios m¨¢s poblados, merman el n¨²mero de vecinos que residen en las comarcas m¨¢s apartadas. Las iniciativas de las instituciones p¨²blicas para frenar el abandono de los pueblos logran sonoridad y un inter¨¦s efervescente, pero caen en saco roto.
En agosto de 2017 la Generalitat decidi¨® crear una comisi¨®n interdepartamental para coordinar pol¨ªticas contra la despoblaci¨®n rural. En 18 meses, la comisi¨®n se ha reunido dos veces y no ha desarrollado ninguna medida. Aquel mismo 2017, los pueblos rurales de Catalu?a perdieron 2.800 vecinos mientras que los empadronamientos en el ¨¢mbito urbano crec¨ªan en 36.000 personas.
La Fundaci¨®n M¨®n Rural, impulsada y financiada por el Departamento de Agricultura, explora l¨ªneas de trabajo para frenar la despoblaci¨®n lejos de las ciudades. En Catalu?a hay 947 municipios y m¨¢s del 75% son n¨²cleos rurales. Eduard Trepat, t¨¦cnico de la Fundaci¨®n, apunta que el ¡°¨²nico¡± criterio administrativo v¨¢lido para clasificar a un territorio como rural o urbano pasa por fijarse en si le alcanza el Plan Leader: un programa de la Uni¨®n Europea que subvenciona el desarrollo de aquellas zonas donde la agricultura ha sido un motor econ¨®mico preeminente.
Recientemente, el F¨®rum Econ¨®mico de Tortosa convoc¨® a economistas y especialistas en demograf¨ªa para tratar de analizar la realidad sociecon¨®mica de las Terres de l'Ebre. Sus comarcas se han convertido en el mejor ejemplo de c¨®mo evoluciona la hemorragia poblacional en ¨¢reas rurales: el 80% de sus municipios pierden vecinos y en la Ribera d'Ebre y la Terra Alta m¨¢s del 25% de los residentes rebasan los 65 a?os.
Prat de Comte es el pueblo m¨¢s peque?o de las Terres de l'Ebre. El Idescat le concede 179 empadronados en su ¨²ltimo recuento. Hace cuatro a?os, el pueblo multiplic¨® su notoriedad tras hacer un llamamiento para reclutar sangre nueva. El ayuntamiento prometi¨® trabajo a las familias, con hijos en edad de escolarizar, que se instalaran en la aldea. Era la f¨®rmula m¨¢s habitual no solo para captar nuevos habitantes, sino para asegurar su rejuvenecimiento y la consolidaci¨®n poblacional. En plena salida de la recesi¨®n, el consistorio recibi¨® m¨¢s de 700 curr¨ªculums y qued¨® desbordado.
Una familia de Tortosa, con tres hijos, se adjudic¨® la gesti¨®n del albergue municipal, ahora cerrado a cal y canto. Aquella familia aguant¨® poco al frente de la casa de hu¨¦spedes y, tras el desistimiento, sus hijos abandonaron la escuela del pueblo. Tambi¨¦n se fueron Carme y sus tres hijos, que hab¨ªan llegado a Prat de Comte atra¨ªdos por la oferta para encargarse de la tienda municipal de aguardiente.
Escuelas sin alumnos
El colegio Mare de D¨¦u de la Fontcalda tiene ocho alumnos. Pero va a perder una estudiante en breve. Es Elsa, la hija de Paco Rocha y de Elisabeth Portero. La fam¨ªlia, junto al peque?o Isaac, se instal¨® en el pueblo hace unos meses, seducidos por la paz que desprende este entorno, a los pies del parque natural dels Ports, y por las facilidades que pon¨ªa el ayuntamiento a los nuevos vecinos. Antes, viv¨ªan en Londres. ?l es ilustrador y tiene facilidad para trabajar a distancia. El consistorio accedi¨® a cederle un local municipal, con una vertiginosa conexi¨®n a internet, para poder trabajar. Valoran la ¡°buena acogida¡± que les brindaron los vecinos pero se han desencantado con el paso de las semanas y han decidido hacer las maletas. Se van a un pueblo vecino, Batea, que ronda los 2.000 vecinos.
Montse Subirats, vecina de Prat de Comte y madre de tres ni?os que acuden a la escuela Mare de D¨¦u de la Fontcalda, apunta que ¡°vivir en un pueblo no es tan sencillo como pueda parecer¡± y manifiesta que, antes de dar el paso, no est¨¢ de m¨¢s concederse un per¨ªodo de prueba. ¡°Hay que venir, verlo y probarlo¡±. Lamenta que, otro problema, es el de la falta de vivienda. En Prat de Comte un alquiler no llega a los 300 euros pero no es f¨¢cil encontrar un hogar disponible. Muchas casas est¨¢n cerradas la mayor parte del a?o. Sus propietarios, que un d¨ªa optaron por marcharse a vivir lejos del pueblo, solo franquean la puerta durante las fiestas o para pasar unos d¨ªas de verano.
Menos poblaci¨®n pese a la buena marcha econ¨®mica
El mapa de Catalu?a se despliega sobre 42 comarcas. Doce de ellas perdieron poblaci¨®n el a?o pasado, seg¨²n los datos del Idescat. El goteo confirma una tendencia que se arrastra desde hace a?os y que no tiene freno.
El exhaustivo informe que elabora la Fundaci¨®n M¨®n Rural certifica la disparidad que se registra en el ¨¢mbito rural y urbano. Entre 2017 y 2016, los pueblos rurales perdieron 7.970 vecinos, mientras que los municipios urbanos sumaron, en el mismo periodo, 55.694 nuevos residentes.
Esa tendencia se produce pese a que el entorno rural mantiene mejores perspectivas econ¨®micas que el urbano, con menores tasas de empleo y la creaci¨®n de mayores empresas. Las zonas rurales, sin embargo, adolecen de un d¨¦ficit de comunicaciones que obliga a sus habitantes de depender del transporte p¨²blico y, en muchos casos, de falta de conexiones de telecomunicaciones como la fibra ¨®ptica. Los servicios p¨²blicos son bien valorados.
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