El dorado

El aut¨¦ntico dorado de esta fotograf¨ªa no es el de la aparatosa puerta del Palace. El verdadero tesoro lo marca la senda iluminada por el mismo tono hacia el Congreso. Un camino que muchos cruzaron en noches de aprieto para la democracia y d¨ªas en los que hab¨ªa cosas que celebrar. Lo que urge es tenerlo claro. Apreciarlo. Por eso se antoja fundamental que el hombre en camisa que da la espalda y parece el padre de la prole que mira al Parlamento de frente, les sepa explicar que la conquista de la libertad ha sido ardua, que muchos se han quedado en la ruta y que ni hoy, ni ma?ana, queda nada asegurado.

La medida de nuestros pilares es tan fr¨¢gil como las hojas caducas que esparce sin rumbo fijo el invierno. Son esos chavales que miran hacia la casa de la democracia quienes deben preservar nuestros derechos. Desde que las ¨²ltimas guerras asolaron Europa, cada generaci¨®n construye un pelda?o que debe aspirar a dignificarnos en la tierra como si nos hubi¨¦ramos ganado el cielo. La conquista del dorado fue una quimera imposible. La de la libertad, la del progreso ha sido palpable, real. Ojal¨¢ no lo ocupen, a partir de abril, quienes quieren cerrar el paso a un futuro luminoso con un regreso a las tinieblas. Cerr¨¦mosles las puertas de un lugar que no merecen.