11 de marzo
La sangre salpic¨® al pa¨ªs entero y no encontramos forma de limpiarnos, de sacudirnos el polvo y la ceniza, de soltar el abrazo a los cuerpos desmembrados
Ten¨ªa 11 a?os, eran las 7.36 de la ma?ana y dorm¨ªa, pl¨¢cidamente, en mi cama de Segovia. Estaci¨®n de Atocha. Fueron diez explosiones en cuatro minutos, 193 cad¨¢veres, alrededor de dos mil heridos, segundo mayor atentado cometido en Europa, el primero de tal magnitud en Espa?a. Cifras que pasan por nuestros ojos en un recorrido extra?o, imperceptible, pero que cambian si les ponemos nombre y apellidos, las razones de su viaje, esas primeras palabras de los que les esperaban, el rostro de los que a¨²n hoy siguen sin entender por qu¨¦. La sangre salpic¨® al pa¨ªs entero y no encontramos forma de limpiarnos, de sacudirnos el polvo y la ceniza, de soltar el abrazo a los cuerpos desmembrados, como si as¨ª todav¨ªa quedara opci¨®n de algo, no s¨¦ el qu¨¦, pero algo. 15 a?os despu¨¦s, seguimos sin hacerlo.
Tuerzo el gesto y contin¨²o caminando mientras cruzo los dedos y aprieto los dientes en un intento de que el horror pase de largo, pero no lo hace, no puede
Ten¨ªa 11 a?os y empezaba a comprender el mundo desde la distancia que da saberse protegido. Hoy lo miro todo con miedo: la realidad externa me asusta, en muchas ocasiones, y no siempre me veo capaz de enfrentarme a ella. Tuerzo el gesto y contin¨²o caminando mientras cruzo los dedos y aprieto los dientes en un intento de que el horror pase de largo, pero no lo hace, no puede, porque lo que est¨¢n derribando es nuestra casa.
Esta ma?ana escuchaba en la radio el testimonio de un periodista que contaba dos an¨¦cdotas de aquel d¨ªa. La primera, escalofriante y hasta cierto punto s¨®rdida, era la grabaci¨®n de un joven que preguntaba con la voz quebrada por su hermano de dieciocho a?os, cuyo nombre ya figuraba en la lista de los asesinados ¡ªque no fallecidos¡ª. La segunda rescataba la pregunta de un ni?o de cinco a?os a su padre aquella ma?ana. El ni?o, extra?ado, no alcanzaba a comprender por qu¨¦ estaban poniendo la misma pel¨ªcula en todas las cadenas al mismo tiempo. D¨®nde va esa inocencia, me pregunto, en qu¨¦ momento se corrompe, cu¨¢ndo se filtra por el desag¨¹e de un fregadero atascado y por qu¨¦ no podemos hacer nada al respecto.
Hoy busco todo aquello que sali¨® del 11M. Hay canciones, como Jueves, de La Oreja de Van Gogh o Esta madrugada, de Amaral; hay pel¨ªculas, como Chicos normales; hay poemas, como los que forman Madrid, once de marzo. Poemas para el recuerdo; hay teatro, como la obra Ana el once de marzo; y tambi¨¦n hay novelas, como El corrector de Ricardo Men¨¦ndez Salm¨®n o Cosas que brillan cuando est¨¢n rotas de Nuria Labari.
El arte contra el horror o a prop¨®sito de ¨¦l.
11 de marzo. Un d¨ªa que olvidar y recordar. Si es que eso es posible.
Madrid me mata.
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