Una jornada muy negra para las alas rojas
Un doble homenaje en Teruel y Tarragona recuerda este fin de semana a la aviaci¨®n republicana y a sus voluntarios sovi¨¦ticos ca¨ªdos el aciago 7 de febrero de 1938
El 7 de febrero de 1938 fue uno de los peores d¨ªas de la Guerra Civil para la aviaci¨®n republicana, conocida como la Gloriosa. Un verdadero descalabro. Una operaci¨®n de bombardeo en el marco de la batalla de Alfambra, en el frente de Teruel, con los aeroplanos que hab¨ªan despegado de aer¨®dromos de Vilafam¨¦s (Castell¨®n) y La Senia (Tarragona), acab¨® con varios bombarderos derribados o muy maltrechos y parte de sus tripulaciones muertas o heridas. En total cuatro aparatos Tupolev SB 2 Katiuska de fabricaci¨®n sovi¨¦tica dos con tripulaciones espa?olas y dos sovi¨¦ticas, fueron abatidos por cazas de la Legi¨®n C¨®ndor sobre Calamocha y tres tripulantes venidos de la URSS resultaron muertos de la peor manera: dos ametrallados salvaje y muy poco deportivamente por los pilotos alemanes mientras descend¨ªan en paraca¨ªdas y el tercero precipitado sobre una casa al quem¨¢rsele el suyo y caer del cielo como una piedra.
Esos tres aviadores eran el observador Ivan Griorevich Boldirev, el ametrallador Anatolii Andreevich Gorelov y el tambi¨¦n observadot Retr Ivanovich Latischev. Los tres hombres fueron enterrados en el cementerio de Mora de Rubielos (Teruel) y se realiz¨® en el mismo camposanto un homenaje en el que participaron los miembros de la 1 ? escuadrilla rusa (la Escuadrilla Fantasma) del Grupo 24 acompa?ados por dos traductoras. Se erigi¨® sobre la tumba com¨²n de los tres aviadores una l¨¢pida con una placa de m¨¢rmol negro en la que figuraban los nombres, un bajorrelieve de dos bombarderos en ataque, un sol y las alas de la aviaci¨®n republicana. El monumento, que estaba coronado por una estrella roja, desapareci¨® parcialmente tras la guerra y qued¨® solo la l¨¢pida desnuda.
Ahora, este s¨¢bado, tras varias pesquisas hist¨®ricas para esclarecer los hechos, se va a inaugurar el monumento repuesto, con todos sus elementos y la inscripci¨®n "En memoria de los pilotos de la flota a¨¦rea republicana Boldirev, Latischev y Gorelov, ca¨ªdos en la lucha contra el fascismo defendiendo al pueblo espa?ol". El acto, organizado por Adar, la asociaci¨®n de aviadores de la Rep¨²blica, va a contar con la participaci¨®n del embajador ruso Valeriy Morozov y otras personalidades como el director del Archivo Estatal Ruso Vladimir Tarasov y el piloto, cosmonauta del Soyuz 17 y H¨¦roe de la Uni¨®n Sovi¨¦tica Oleg Atkov. Se ofrecer¨¢ una ofrenda floral, se interpretar¨¢ el Toque de silencio y se cantar¨¢n himnos. Paralelamente, el d¨ªa despu¨¦s, el domingo, tendr¨¢ lugar en el antiguo campo de aviaci¨®n militar de La S¨¦nia, ligado a la historia de ese d¨ªa tr¨¢gico y que cuenta con un activo centro de interpretaci¨®n y museo, otro homenaje a la aviaci¨®n republicana, organizado tambi¨¦n por Adar. En este segundo acto, se recordar¨¢ especialmente a los 101 aviadores sovi¨¦ticos muertos en Espa?a, de los que est¨¢n localizados medio centenar, y la camarader¨ªa del aire. En ambos homenajes colaboran los respectivos ayuntamientos.
La historia de aquel d¨ªa negro para las alas rojas la han reconstruido pormenorizadamente, tras encontrar 80 a?os despu¨¦s parte de la l¨¢pida de los aviadores rusos, Carlos Mallench y Blas Vicente Marco en una investigaci¨®n que les ha llevado incluso a contactar con un testigo del combate y la ca¨ªda de los aviones (v¨¦ase el art¨ªculo al pie).
Los bombarderos republicanos eran una veintena de Katiuskas de las escuadrillas 1 (integrada por voluntarios sovi¨¦ticos), 2 y 3 del Grupo 24 (conocido como "el Circo"). Los aviones llevaban tres tripulantes cada uno. Se encontraron con los cazas Messerschmitt Bf 109 del Grupo K/88 de la C¨®ndor que escoltaban a sus bombarderos He-111 que volaban a bombardear sus propios objetivos. Lo que ocurri¨® en el cielo de Teruel entonces es distinto seg¨²n las versiones de los alemanes y franquistas o los republicanos. Para los aviadores germanos, que sol¨ªan hinchar sus cuentas, fue casi un tiro al pich¨®n y afirmaron haber derribado no menos de 12 aviones enemigos, entre ellos 8 "Martin Bombers" (era habitual confundir los Katiuskas con el parecido bombardero estadounidense Martin B-10). "Nunca hab¨ªamos visto tantos bombarderos rojos, 22, y los ten¨ªamos bajo nuestras armas", se?al¨® el piloto de caza Gotthardt Handrick en la revista Die Wehrmacht.
Por su parte, los republicanos contabilizaron la p¨¦rdida de cuatro Katiuskas aunque muchos otros regresaron a sus bases tocados y con tripulantes heridos. Dos de los bombarderos derribados eran los de los sovi¨¦ticos, de los que murieron tres aviadores, mientras que en las dos tripulaciones espa?olas murieron todos, los seis ocupantes de ambos aviones. El piloto sovi¨¦tico de uno de los bombarderos, Ivan Surhin, que salt¨® en paraca¨ªdas, se salv¨®, aunque con quemaduras, porque fingi¨® estar muerto y pudo evitar el despiadado ametrallamiento de los Me-109. La cuesti¨®n de d¨®nde estaba la escolta de caza republicana que deb¨ªa defender a sus bombarderos se ha explicado porque esos aviones se lanzaron en pos de los bombarderos alemanes y abandonaron a los suyos.
El piloto sovi¨¦tico de uno de los bombarderos, Ivan Surhin, que salt¨® en paraca¨ªdas, se salv¨®, aunque con quemaduras, porque fingi¨® estar muerto y pudo evitar el despiadado ametrallamiento de los Me-109.
Aquilino Mata, presidente de Adar, y Antonio Valldeperes, vicepresidente, explican que las caracter¨ªsticas del combate del 7 de febrero en los cielos de Teruel, con el ametrallamiento de los aviadores que se lanzaron en paraca¨ªdas, lo hace especialmente significativo para recordar la crueldad de la guerra. Tambi¨¦n lo cruento: nueve aviadores muertos y tres heridos graves en la acci¨®n.
Mata y Valldeperes recuerdan que los pilotos sovi¨¦ticos que vinieron a luchar a Espa?a "lo hicieron de coraz¨®n", eran todos j¨®venes, militares y con experiencia y pagaron, subrayan, un alto tributo de sangre.
Un paracaidista muerto en el granero
Domingo Fuerte Escriche, que ten¨ªa entonces 8 a?os se encontraba en el campo con su padre, su t¨ªo y un pastor cuando vieron un avi¨®n volando muy alto incendiado que de repente hizo un giro brusco y cay¨® en picado explotando no muy lejos de donde estaban. Lo cuenta, 81 a?os despu¨¦s, en la entrevista que le hizo el investigador Carlos Mallench. Corrieron a casa, una masia, donde se encontraban la bisabuela del ni?o, su madre y sus hermanas. A la masia les trajeron entonces a un piloto ruso cojeando que llevaba un mechero y lo encend¨ªa como queriendo decir que su avi¨®n se hab¨ªa incendiado. Al salir de su casa por la parte de atr¨¢s, Domingo vio algo como una s¨¢bana blanca junto a unas piedras que result¨® ser un paraca¨ªdas, y muy cerca hab¨ªa un cuerpo boca arriba "que llevaba dos tiros en la cara". Avis¨® y llevaron el cad¨¢ver a la casa adonde acudi¨® mucha gente. Cuando todo el mundo se iba, baj¨® las escaleras llorando una chica que trabajaba en la casa y que se hab¨ªa encontrado en el granero a otro piloto muerto. En el tejado hab¨ªa un gran boquete, las tejas estaban rotas y el impacto del sovi¨¦tico en ca¨ªda libre hab¨ªa sido tan brutal que hasta se hab¨ªa partido una viga de madera. La pared estaba manchada toda de sangre y la cabeza del aviador se hab¨ªa deshecho completamente por el impacto.
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