Beethoven entre flores, morreos y abucheos

El Auditori ha conseguido algo tan ins¨®lito como acabar una obra de ¨¦xito seguro como la Novena de Beethoven con una estrepitosa mezcla de aplausos, v¨ªtores, silbidos, abucheos y gritos de indignaci¨®n. Tras la serena lectura musical dirigida por Kazushi Ono, la perfomance de la Agrupaci¨®n Se?or Serrano, que no aporta nada relevante a tan grandiosa partitura, acab¨® irritando a buena parte del p¨²blico al ilustrar el Himno de la Alegr¨ªa con varias parejas y tr¨ªos de hombres y mujeres, grabadas en directo en un lateral del escenario mientras se daban el lote entre morreos y caricias.

Tras el rompedor e irreverente Kingdom, se esperaba m¨¢s del nuevo trabajo de la Agrupaci¨®n Se?or Serrano. En su lenguaje esc¨¦nico, el despliegue de maquetas, proyecciones y v¨ªdeos artesanos encuentra un aliado poderoso en las m¨²sicas de propia creaci¨®n que animan sus espect¨¢culos multimedia. Pero, ante la energ¨ªa, el lirismo y la fuerza dram¨¢tica de Beethoven, se han quedado en un discreto segundo plano, tras la orquesta, como meros ilustradores de una obra tan colosal que no necesita m¨¢s relatos que la propia m¨²sica.

Al frente de la OBC, Ono, absorto en la fuerza espiritual del sordo de Bonn, parec¨ªa vivir en un mundo ajeno mientras en una gran pantalla se proyectaban fotos, dibujos, semillas, flores y diversos objetos, en un relato visual que, bajo el titulo Garden Center Europa, ilustra la historia la Uni¨®n Europea como un jardin asediado por conflictos e intereses a punto de hundir un proyecto com¨²n que, pese a los peligros, acaba renaciendo.

En los dos primeros movimientos acecha la monoton¨ªa; una simple proyecci¨®n de detalles de c¨¦lebres pinturas y fotos de personajes tan diversos como Charlie Rivel, Pau Casals, Maria Callas, Freud y Beckenbauer en una secuencia que se anima con pol¨ªticos de ayer y de hoy. La selecci¨®n, nada inocente, incluye a Hitler, Angela Merkel, Napole¨®n, Putin, Marine Le Pen, Theresa May, Santiago Abascal y Albert Rivera, entre otros.

En el Adagio brot¨® algo de la poes¨ªa visual de Birdie, uno de sus montajes m¨¢s notables: una chica vestida con un chandal con los colores de la bandera europea, tumbada en un lecho de flores, protege en su mano una semilla. La transici¨®n al cuarto movimiento, con un v¨ªdeo mapping de luces proyectadas en la sala envuelta en humo, promet¨ªa un final a la altura de la espectacular Oda a la Alegr¨ªa, pero todo qued¨® en agua de borrajas con la sucesi¨®n de parejas y tr¨ªos en pleno goce festivo sexual

El simplista y, a ratos, banal relato, con ¨ªnfulas de cr¨ªtica pol¨ªtica y social, agrad¨® a unos e irrit¨® a otros. No es f¨¢cil innovar el formato del concierto cl¨¢sico y en esta ocasi¨®n, la aventura falla porque distrae, cuando no distorsiona, el disfrute de la m¨²sica, perjudicando el buen hacer del cuarteto solista -la soprano Marta Math¨¦u, la mezzosoprano Lidia Vinyes-Curtis, el tenor David Alegret y el bar¨ªtono Simon Neal, el Orfe¨® Catal¨¤, el Cor de Cambra del Palau y la OBC.